Artículo de investigación


KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 58 (Julio-Diciembre, 2025), 171-194. ISSN: 1390-0102


Acuñado en “troqueles fantasiosos”: el doblón ecuatoriano de Ahab y el poder de la mitad del mundo en Moby Dick


Coined in “Imaginative Molds”: Ahab’s Ecuadorian Doubloon and the Power of the Middle of the World in Moby Dick


DOI: https://doi.org/10.32719/13900102.2025.58.10


Fecha de recepción: 20 de enero de 2025 - Fecha de aceptación: 26 de marzo de 2025 - Fecha de publicación: 1 de julio de 2025




Roberto Marcos Ramírez Paredes ORCID

Universidad de las Artes Guayaquil, Ecuador roberto.ramirez@uartes.edu.ec

RESUMEN

En Moby Dick, de Herman Melville, el capitán Ahab promete un doblón de oro al primer marinero que aviste la ballena blanca. La moneda, que es de Ecuador, funciona como un objeto milagroso que desencadena pasiones e interpretaciones. ¿Por qué solo este doblón tiene semejante poder? Para responder a esta pregunta, el presente ensayo hace un recorrido por la historia del doblón y las representaciones de lo ecuatorial y ecuatoriano en la novela, además del pensamiento mítico sobre la mitad del mundo y un análisis del cuento “La veranda”, del mismo autor.

Palabras clave: Moby Dick, Herman Melville, Ecuador, Latinoamérica, representación cultural, literatura norteamericana.


ABSTRACT

In Moby-Dick by Herman Melville, Captain Ahab promises a gold doubloon to the first sailor who spots the white whale. The coin, which is from Ecuador, functions as a miraculous object that triggers passions and interpretations. Why does this particular doubloon hold such power? To answer this question, the present essay explores the history of the doubloon and the representations of the equatorial and the Ecuadorian in the novel. It also delves into the mythical thinking surrounding the “middle of the world” and includes an analysis of Melville’s short story “The Veranda”.

Keywords: Moby-Dick, Herman Melville, Ecuador, Latin America, cultural representation, American Literature.






En el capítulo 36 de Moby Dick, titulado "El alcázar", el capitán del ballenero Pequod, Ahab, promete regalar "una onza española de oro" al primer marinero que aviste a la gran ballena blanca, Moby Dick (Melville 2008, 220). Clava la moneda en el palo mayor de la nave, ante la vista de toda la tripulación, que se relame de codicia. Más adelante, en el capítulo 99, titulado "El doblón", se revela que la moneda es ecuatoriana. A lo largo de la novela, la moneda logra despertar pasiones e interpretaciones en toda la tripulación en general y en los personajes principales en particular, al punto que funciona como un precioso, casi mágico milagro. ¿Por qué sucede esto con específicamente este doblón y no otros? La pregunta de hipótesis de este ensayo la hace el propio Herman Melville, más elocuentemente, a través de su personaje Stubb: "He visto doblones durante mis viajes: los de la vieja España, y los doblones del Perú, los doblones de Chile, los doblones de Bolivia, los doblones de Popayán, y también infinitos miodoros y pistolas de oro y reales y medios reales y cuartos de reales. ¿Qué tendrá, pues, este doblón de Ecuador, que lo hace tan milagroso?" (524).

Para responder a esta pregunta, se hará un recuento por las aristas que guiarán la escritura de este ensayo: 1. la exposición literaria del doblón en la novela y su contraparte en la realidad: el ocho escudos de Ecuador (explicación histórica); 2. se hace un recuento de las alusiones a lo ecuatorial y ecuatoriano en la novela, para analizar sus valores religiosos y mitológicos; 3. el análisis del cuento "La veranda" ("The Piazza"), como una clave para decodificar Moby Dick.


EL DOBLÓN LITERARIO Y EL HISTÓRICO


Para inicar este recorrido, esta es la visión literaria que hace el narrador de Moby Dick, en el capítulo 99, al describir el doblón:

ese doblón era del oro más puro y virginal, extraído del corazón de alguna maravillosa colina donde, a oriente y a occidente, corren sobre arenas de oro las aguas sugerentes de muchos Pactolos. Y aunque ahora estaba clavado entre la herrumbre de los tornillos y el verdín de los pernos de cobre, aún conservaba su brillo de Quito, intangible, inmaculado. [...]

Esas nobles medallas de oro de Sudamérica son como medallas del sol y símbolos del trópico. En ellas aparecen grabados en rica profusión palmeras, alpacas y volcanes; discos del sol y estrellas; elípticas, cuernos de la abundancia y suntuosas banderas. De modo que del precioso oro parecen venir una riqueza ulterior, una gloria excelsa que pasa por esos troqueles fantasiosos, tan hispánicamente poéticos. El doblón del Pequod era un rico ejemplo de todo eso. En su borde circular llevaba la inscripción: REPÚBLICA DEL ECUADOR: QUITO. Así, la reluciente moneda venía de un país situado en medio del mundo, y había sido fundida en medio de los Andes, en ese clima invariable, que no conoce otoños. Rodeada por esas letras, se veía en ella la imagen de tres cumbres andinas y, en la primera, una llama; en la segunda, una torre; en la tercera, un gallo que cacareaba. Sobre todo ello se enmarcaba un fragmento del zodíaco con los signos representados según su habitual sentido cabalístico, y el sol, clave en todos ellos, en el momento de entrar en el equinoccio, en Libra. (Melville 2008, 522-3)

La moneda, que provoca pasiones e interpretaciones de nueve personajes, es real, se exhibe en el Museo Numismático del Banco Central del Ecuador; coloquialmente se la conoce como "moneda Moby Dick". Su nombre real es ocho escudos. Las siguientes son las especificaciones de la moneda según el Registro de bienes culturales el Banco Central del Ecuador (2020):


Tabla 1 identificación general del doblón ocho escudos

Denominación ocho escudos
Fecha de acuñación 1838-1843
Ceca y emisor Casa de la Moneda de Quito
País Ecuador
Materiales Oro
Diámetro y espesor 36 mm y 2 mm
Peso 27 g
Acuñación A volante
Ensayador Santiago Taylor (S.T.)
Grabador Eduardo Coronel
Canto A manera de cccc
Borde En forma de punta de diamante

Fuente: BCE (2020). 1

Elaboración propia.


En cuanto a la descripción oficial del anverso, el mismo documento enuncia:

En la parte inferior central se encuentra el primer escudo del Ecuador. En el listel, la leyenda en caracteres de letra imprenta: "REPÚBLICA DEL ECUADOR", el nombre de la ceca de acuñación: "QUITO" y las iniciales del ensayador "S.T." (Santiago Taylor). El nombre de la casa acuñadora y las iniciales del ensayador se encuentran separadas de la leyenda por dos representaciones fitomorfas. ANÁLISIS HERÁLDICO

El primer escudo de armas del Ecuador está representado por las tres elevaciones más importantes de la ciudad de Quito: Panecillo, Longuí y volcán Pichincha en erupción, sobre el primer cerro se observa un castillo sobre el cual está un ave (cóndor) y al frente otra. En la parte superior central, el sol (antropomorfo) a medio día y la faja del zodíaco con los signos de Leo, Virgo, Libra y Escorpio; hacia arriba siete estrellas de cinco puntas que simbolizan las siete primeras provincias del Ecuador. Castillo: denota grandeza y poder, empleado en defender a los amigos y aliados, resistiendo invencible al enemigo. (BCE 2020, 1)


Esta descripción heráldica es muy cercana a la literaria hecha en el capítulo 99 de Moby Dick, que además se puede contraponer con la imagen del doblón:


Figura 1 Doblón ocho escudos (anverso)

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Fuente: Colección Museo Numismático, BCE. Fotografía: Santiago Palma.


¿Cómo llegó esta moneda a la novela de Melville? Fue un largo proceso. Según Carlos Ortuño en Historia numismática del Ecuador (1977), fue Simón Bolívar quien quiso crear una casa de amonedación en Quito, en 1823, mientras el sueño de la Gran Colombia seguía en pie, pero fue Juan José Flores, ya en la presidencia, el 26 de octubre de 1831, quien la concretó. Pidió al Congreso que se creara una casa de amonedación en Quito y que determinara el valor, peso, tipo y denominación de las futuras monedas, que acogió el sistema monetario de la casa de Popayán. Tiempo después, el 12 de enero de 1833, Flores emitió un nuevo decreto ejecutivo en el que determinaba el tipo de monedas de oro y plata a acuñarse, y describía la forma que estas deberían presentar:

El tipo de las monedas del Ecuador será orbicular, con cordón al canto y gráfila alrededor de los planos; en el anverso de ellos se grabarán las armas del Estado, compuestas de dos cerritos que se reúnen por sus faldas, sobre cada uno de ellos aparecerá un águila, y el sol llenará el fondo del plano; en el lado izquierdo de este plano, y al lado del sol, se verá en las pesetas el número 2; y en la derecha una R (inicial de la palabra real) [...]. En la circunferencia se escribirá este mote: EL PODER EN LA CONSTITUCIÓN; al pie de los dos cerritos el milésimo de año de acuñación y enseguida las iniciales del ensayador [...]. En el reverso se grabarán las armas de Colombia, y en su circunferencia estas palabras: EL ECUADOR EN COLOMBIA, Y QUITO AL PIE DE LAS ARMAS [...]. En el reveso se grabará el busto de una india con el cabello ceñido por una cinta, en el cual estará inscrito el mote: LIBERTAD. (Ortuño 1977, 76-7)

Rex Sosa, en El escudo de armas del Ecuador y el proyecto nacional (2014), señala que esa es la "más temprana descripción configurativa del nuevo escudo". Los dos cerros que se reúnen en sus faldas representan a los Andes y apelan a la unidad nacional; no se sabe por qué Flores incluyó águilas cuando el cóndor era un ave endémica de los Andes y símbolo de identidad desde un escudo neogranadino -el cóndor aparecerá en los siguientes escudos hasta el actual-, pero se sobreentiende que dicha ave es muy utilizada en la heráldica general desde el siglo XII. Sosa indica que además de usar la moneda para transmitir la idea de unión de la nación a través de los símbolos, el escudo se imprimió también en la papelería oficial del Estado. Asimismo, entre el decreto de 1833 y 1835, se aumentaron otros elementos al escudo, como las siete estrellas que representaban a las provincias que el país tenía hasta ese momento. "Estos elementos ya se hallan enmarcados dentro de un blasón y todos aluden a la unidad. Y aunque no se cuente con un decreto o resolución, su temprano uso en el papel sellado ha sido atribuido a la creatividad política de Flores, de ahí que la literatura histórica ecuatoriana ha dado en llamarlo el escudo floreano" (36-8).

Además de las estrellas que representan a las provincias, en medio de la elíptica, el sol ocupa la parte central para formar un "conjunto astronómico que representa la centralidad de la que goza el país en el globo terrestre. Pese a que el decreto de acuñación de monedas de 1833 no exprese nada respecto de los signos zodiacales Aries, Tauro, Géminis y Cáncer, estos ya aparecen en este escudo representando a los meses de marzo, abril, mayo y junio que forman parte de la primera estación del año" (38). En su descripción, Sosa comete un error: los signos del zodíaco del escudo floreano no son los que él menciona, sino Leo, Virgo, Libra y Escorpio, que son los que observan Ahab y los demás personajes, y son los que constan en el registro de bienes del Banco Central. 2 Sin embargo, en lo que sí está en lo correcto es en que no hay ningún documento oficial que justifique por qué se usan esos signos, pero se cree que están relacionados con la revolución del 9 de Octubre de 1820 que liberó a la provincia de Guayaquil del Imperio español.

El segundo impulso a la conformación de la "moneda Moby Dick" vino con la segunda Convención Nacional reunida en Ambato en junio de 1835, la cual elaboró una Constitución más apegada a la realidad nacional y proclamó como presidente del Ecuador a Vicente Rocafuerte, el sucesor de Flores. El decreto ejecutivo del 14 de julio de 1836, refrendado por el ministro de Hacienda Manuel López y Escobar, decía (Ortuño 1977, 79-81):

En el anverso tendrá todo el plano de enfrente, y a una elevación correspondiente al sol el zodíaco o elíptica, perpendicular a la línea equinoccial, indicando el Ecuador. Sobre el sol, y a una distancia proporcionada, se manifestarán siete estrellas que forman la república: Quito, Chimborazo, Imbabura, Guayaquil, Manabí, Cuenca y Loja. A la derecha estarán los dos cerros principales que hacen nudo en la cordillera de Pichincha; en el primer punto, el Guagua Pichincha, sobre el cual reposará un cóndor, y en el segundo el Ruco Pichincha volcán. A la izquierda del escudo se grabará un risco, sobre una torre y sobre esta se colocará otro cóndor que haga frente al que está sobre el cerro de la derecha. La inscripción será REPÚBLICA DEL ECUADOR-QUITO, colocada perpendicularmente bajo el sol; y a la derecha de Quito las iniciales del ensayador. En el reverso: el busto de la Libertad que llene el plano, cuya cabeza estará ceñida de una cinta con la inscripción: LIBERTAD. En la circunferencia llevará esta otra: EL PODER EN LA CONSTITUCIÓN. Debajo del busto se fijará el año de la emisión con el número de quilates a la izquierda, en esta forma: 21 Qs; y a la derecha del milésimo el valor de la media onza indicado con el número y la letra siguiente: 4-E, que son cuatro escudos. La grafía y el cordón lo mismo que en los escudos y doblones de a cuatro formado con ccc entrelazados que forman unas conchitas. (81-2)

Ortuño finaliza el recuento al mencionar que, a partir de 1838, se acuñaron, con las mismas características señaladas, onzas o monedas de ocho escudos, que eran las piezas de mayor denominación en el mercado ecuatoriano (84). Al hacer una comparación entre los dos escudos propuestos en los decretos ejecutivos de 1833 y 1836, es claro que a Vicente Rocafuerte no le interesaba cambiar la esencia del escudo floreano, pues solo se limitó a agregar una montaña más, con una torre, cambió las águilas por cóndores, etc.; no reveló qué significaban los signos del zodíaco, solo los mantuvo a ambos lados del sol; además, el documento ejecutivo revela que los dos montes son el Guagua Pichincha y el Ruco Pichincha. No se dice cuál es el nuevo, pues no coincide la información del documento de registro de bienes del Banco Central al decir que se trata del Panecillo y el Longuí. El escudo del presidente Rocafuerte de las monedas de 1836 es el primer escudo de armas del Ecuador como república independiente y también es la imagen que tomó Melville para su ficción.


Figura 2 Escudo de armas de Ecuador (1836)

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Fuente: Wikimedia Commons, https://bit.ly/3hXP0zi.


Tras la orden ejecutiva de crear doblones de ocho escudos en 1838, la ceca de Quito contó con el trabajo del grabador Eduardo Coronel y dos ensayadores, Santiago Taylor y Miguel Vergara -cuyas siglas, S.T. y M.V. se pueden apreciar en el anverso de la moneda-: el primero hizo su labor para la primera moneda, la de 1838, y el segundo en las sucesivas, desde octubre de ese año hasta 1843, último año de acuñación del doblón. Vergara fue discípulo de Taylor y lo reemplazó desde 1839 (BCE 2020, 3, 5).

Se han perdido los datos de la Casa de la Moneda de Quito que indicaban la cantidad de monedas, ocho escudos acuñadas durante sus seis años de recorrido; la información del Museo Numismático apunta sobre los doblones de Taylor: "se considera una cantidad apreciable, ya que su acuñación se realiza durante siete meses", mientras que para las de Vergara "el período de tiempo de su acuñación es muy reducido" (6). Lo más probable es que la producción haya sido "limitada" por la dificultad de conseguir oro en esas épocas y porque la moneda de ocho escudos fue la primera de alta denominación dentro del sistema monetario octogesimal español hecha por la ceca quiteña, que hasta ese momento se había dedicado a fabricar monedas mayormente de baja denominación.

Con estas circunstancias históricas como trasfondo, aquí surge la pregunta: ¿Herman Melville vio alguna vez la moneda? Aparece en su novela, la descripción es detallada, inequívoca, por lo que parecería que sí, pero, por un segundo se conjeturará que la respuesta es no. Entonces el escritor podría haber estado al tanto de su existencia, del valor monetario y social que tenía; después de todo, sabía que era una "pieza de dieciséis dólares" (Melville 2008, 220), y sabiendo esto, se pudo haber limitado a hacer una descripción del escudo de armas de la flamante República del Ecuador. No obstante, Melville perteneció a la estirpe de escritores viajeros del XIX; para su biógrafo, Hershel Parker (1996), recorrió los mares del mundo de 1841 a 1844, en los que podría haberla visto. Si se presume que sí, la pregunta es cuándo. Lo más lógico es suponer que fue cuando Melville estuvo en el Ecuador o cerca del país. Los años de su nagevación, primero a bordo del Acushnet en 1841 y luego en el barco de la Marina llamado United States en 1843, son los años de la acuñación del doblón ocho escudos. Melville pasó un mes cazando ballenas en las Islas Galápagos, en noviembre de 1841, luego zarpó a la costa del Perú (200-1). Melville jamás pisó el Ecuador continental, por ello queda sin sustento la afirmación del ensayista ecuatoriano Vladimiro Rivas Iturralde cuando dice, en su texto "El doblón ecuatoriano de Melville" (2020), que tuvo una "probable escala en Guayaquil, [donde] Melville entró en contacto con la moneda, que luego pondría en las manos ficticias del capitán Ahab" (26).

Los demás puntos de Latinoamérica que visitó, según Hershel Parker, fueron Río de Janerio en Brasil, Valparaíso en Chile, Santa, Tumbes, Callao y Lima en Perú, y Mazatlán en México. 3 Pudo haber visto el ocho escudos en cualquier de estos sitios, pero también cualquier parte del mundo, incluso en su natal Estados Unidos, pues, como señala Antonio Barrenechea (2016), en este país "la moneda nacional se usó indistintamente con la moneda de curso legal de Europa y América española.

Este circuito internacional continuó sin cesar hasta que el Congreso de los Estados Unidos aprobó la primera Ley Bancaria Nacional para estandarizar la moneda de curso legal en 1863" (12). Como la moneda era de oro, valía en cualquier parte. Por eso recrear el momento exacto en el que un marinero vio una determinada moneda, en un pequeño período de su vida, es una tarea complejísima, tan ardua que la ficción aparece para salvar las naves como respuesta, después de todo, el doblón aparece en la novela.


LO ECUATORIANO Y LO ECUATORIAL EN MOBYDICK


El contexto literario e histórico permite continuar la respuesta de por qué el doblón de Ahab es "milagroso", como lo dice Stubb. De aquí, es preciso moverse por senderos más subjetivos y críticos sobre las representaciones de identidad ecuatoriana y ecuatorial, pues en esta zona del planeta yace el secreto de Herman Melville. El doblón tiene un poder simbólico para Ahab y los marineros del Pequod, pero ¿quién o qué entidad le concede dicho poder? Para entenderlo, es imperativo comprender que su lugar de procedencia es el espacio atravesado por la línea ecuatorial. Como experto escritor, Melville desperdiga un rastro de migas equinocciales a lo largo de todo Moby Dick, que es necesario enlistar y analizar -ya sea del país Ecuador y sus partes (como Quito y los Andes) o de la región atravesada por la línea imaginaria que divide a la Tierra en dos latitudes- para comprender cómo se fabrica este dispositivo narrativo y, por ende, simbólico.

(a) En el capítulo 29, el Pequod "siguió avanzando hacia la luminosa primavera de Quito que reina en el mar casi perpetuamente, en los umbrales del eterno agosto del trópico" (Melville 2008, 178). En el capítulo 54, (b) Ahab sabe de las regiones del mar donde Moby Dick podría estar, que es lo que pretende recorrer: las Seychelles, el océano Índico, la Bahía del Volcán, la costa de Japón, etc., pero todas estas zonas parecen probabilidades, dentro de las cuales destaca como única la denominada Estación del Ecuador, que es un punto en el espacio-tiempo "en que toda posibilidad pudiera convertirse de veras en probabilidad y -como ansiaba Ahab- cada probabilidad en una certeza. Ese tiempo y ese lugar determinados se fundían en una frase técnica: la Estación del Ecuador" (266; énfasis añadido). La razón es que

durante varios años consecutivos, habían visto a Moby Dick detenerse periódicamente, así como el sol, en su revolución anual, se detiene durante un intervalo ya calculado en cada uno de los signos del zodíaco. Allí, por otra parte, habían ocurrido casi todos los encuentros mortales con la Ballena Blanca; allí las olas contenían la historia de sus hazañas; allí estaba el trágico lugar donde el viejo monomaníaco había encontrado el territorio móvil de su venganza. (266)

De lo expuesto, cabe resaltar lo siguiente: el adjetivo técnica que califica el término Estación del Ecuador, aparece en un afán de añadir un grado elevado de cientificidad, de credibilidad naturalista bajo la que escribió Melville; a este concepto abstracto se le suma el rigor histórico al que Ahab se aferra ciegamente, pues encontrar una determinada ballena en los mares del mundo es una tarea que no solo demanda conocimiento científico. Ahab apela al devenir de la historia, el tiempo que fluye, para coincidir en tiempo y espacio con la ballena blanca; se aferra a este para lograr su infernal cometido, ya que "el Pequod había zarpado desde Nantucket al iniciarse la Estación del Ecuador. Ningún esfuerzo posible podía poner al comandante en condiciones de [...] llegar al Pacífico ecuatorial a tiempo para cruzarlo" (166). Confía en que la historia le permita la venganza, en el espacio-tiempo de la certeza.

En el capítulo 87, (c), el ballenero atraviesa unos estrechos para acceder al mar de Java y de ahí a las islas Filipinas y luego a la costa del Japón, así "el circunnavegante Pequod recorrería todas las zonas de caza balleneras del mundo antes de bajar hacia el Ecuador, en el Pacífico". En ese sitio, "Ahab pensaba que presentaría batalla Moby Dick, en el mar más frecuentado por el monstruo, según se sabía, y en una estación durante la cual era razonable alimentar la esperanza de encontrarlo" (467). La ballena es definida, en el capítulo 88, como un ser caballeroso y curioso (d):

Como los mundanos, siempre están en ociosa búsqueda de novedades. Se los encuentra en el Ecuador, a tiempo para la temporada de alimentación, quizá recién llegados de los mares del norte, donde han ido para huir del hastío y el desagradable calor del verano. Y cuando se han paseado durante un tiempo por la zona del Ecuador, zarpan hacia aguas orientales, ante la inminencia de la estación fresca que empezará allí; de este modo evitan durante todo el año las temperaturas excesivas. (481)

Al relatar las incesantes labores de aseo, en el capítulo 98 (e) se menciona que los marineros, "recién salidos del bote donde se les ha hinchado las muñecas a fuerza de remar el día entero sobre la línea del Ecuador", pueden permanecer más de noventa y seis horas en las labores de la faena de la ballena y la consecuente limpieza extenuante de la cubierta, para que enseguida, "cuando están bañados en sudor y se someten de nuevo al humo y los fuegos combinados del sol ecuatorial" (520-1), vuelven a aparecer nuevas ballenas y es necesario reiniciar otra vez el trabajo. En el capítulo 100, el Pequod se encuentra con el Samuel Enderby de Londres, cuyo capitán le confiesa a Ahab que (f) vio a Moby Dick la temporada pasada, en el Ecuador, de hecho, esa fue la primera vez que atravesó la línea, donde la ballena lo mutiló: le arrancó el brazo, de la misma forma en que a Ahab la pierna.

En el capítulo 101, Ismael señala que, en la caza de ballenas, los marineros de Inglaterra son descendientes de los holandeses, que es una forma de resaltar su alcoholismo, pero que no sucumben nunca al licor, (g) excepto en "el Ecuador, en nuestra pesca austral, [pues] la cerveza servía para hacer dormir a los arponeros en las cofas y nublarles la cabeza en los botes" (541). El capítulo 105 (h) es una apología hacia la longevidad de la ballena como especie. Señala que su longevidad es una suerte de afrenta al creador: "si alguna vez el mundo debiera sumergirse como los países bajos para librarse de las ratas, la eterna ballena sobreviviría y elevándose en la cresta más alta de la ola ecuatorial, arrojaría su espumoso desafío a los cielos" (558). De esta forma, el territorio ecuatorial se confirma como la zona de las posibilidades y las certezas: pasa de ser la zona donde se encontrará a la ballena blanca a ser el sitio donde es posible desafiar a dios -y su consecuente castigo por tal afrenta-.

El capítulo 118 empieza así (i):

Por fin se acercaba la temporada de caza en el Ecuador; todos los días, cuando Ahab alzaba los ojos al salir de la cabina, el timonel vigilante asía la barra y los marineros ansiosos corrían veloces hacia las vergas y así se detenían, con los ojos fijos en el doblón clavado, esperando con impaciencia la orden de poner proa hacia el Ecuador. La orden llegó en su momento. Era casi medio día y Ahab, sentado en la proa de su bote izado, hacía su observación cotidiana del sol para determinar su latitud. (596-7)

Acto seguido, Ahab pierde la paciencia, maldice el cuadrante con el que estaba calculando su posición con respecto a la Tierra. Maldice el aparato: en este punto, considera fatuos los intentos del ser humano y su ciencia cuando está tan cerca el encuentro, por ello da la señal y todos los marineros ponen en marcha al Pequod para que abandone las aguas japonesas y se adentre en las ecuatoriales. Téngase en cuenta que al mediodía en el Ecuador es difícil esconderse del sol porque sus rayos caen perpendiculares sobre la mitad del mundo. Ahab vuelve a maldecir el cuadrante y todos los objetos humanos que hacen que el hombre deba volver sus ojos hacia "ese cielo cuyo resplandor puede quemarlos, como a estos viejos ojos míos, ardidos por tu luz, oh sol" (597). Lanza al suelo el aparato y lo aplasta con su pie y pata de hueso de ballena. En la rabieta, que sucede al mismo tiempo que el barco se encamina hacia la línea equinoccial, Stubb ve un augurio de perdición.

Los capítulos 126 y 127 forman un díptico narrativo que refuerza la potencia del Ecuador en la trama simbólica, con base en un mismo acontecimiento: la pérdida de un salvavidas. Esto sucede (j) "dirigiéndose ahora hacia el sur, con la ayuda de la aguja nivelada de Ahab, y con su avance determinado tan solo por la barquilla y la línea de Ahab, el Pequod seguía su rumbo hacia el Ecuador". La nave pierde un salvavidas "cuando la nave se acercó a los bordes, por así decirlo, de la zona de caza ecuatorial" (621). Se propone para reemplazarlo que el carpintero clave el ataúd de Queequeg para que este flote -que será el artificio que permita finalmente que Ismael sobreviva para contar la historia.

En el capítulo 132, (k) se dice que en la "línea del horizonte, un movimiento blando y trémulo -que se ve especialmente en el Ecuador- revelaba la fe apasionada y palpitante, los temores amorosos con que la tímida desposada entregaba su pecho" (640). El mar ecuatorial se presenta como el momento inequívoco de los anhelos de un hombre que solo desea encontrar una ansiada venganza, incluso una lágrima suya cae al mar y "el Pacífico nunca contuvo tanta riqueza como esa única gota de dolor" (641). Ahab sabe que la ballena blanca está cerca, presiente que el momento final se aproxima porque el "viento dulce" y el "cielo dulcísimo" se repiten: en un día así, cuando tenía dieciocho años, hirió a su primera ballena. Por la tanto, la secuencia climática, es decir, la misma historia humana se instala otra vez de la misma forma, casi como un conjuro hecho cuarenta años después -dos veces exactas la cantidad de tiempo que Odiseo estuvo fuera del hogar tratando de volver, por ello su periplo es el doble de largo y pesado que el del eterno nostálgico de Ítaca-. A partir de este instante, en la novela se despliegan los tres últimos capítulos, cada uno correspondiente a un día de caza, al final de los cuales hallan el destino conocido para Ahab, Moby Dick, el Pequod, Ismael y los demás marineros, todo esto sobre el Pacífico sur, en aguas ecuatoriales.

Según Kevin J. Hayes (2007), Moby Dick está conformado por tres grandes movimientos narrativos: el primero va hasta el capítulo 36, "El alcázar", el segundo comprende los acontecimientos siguientes hasta el inicio del tercer movimiento en el capítulo 99, "El doblón" (53). Es decir, los dos cambios de movimientos se marcan por la aparición del doblón de ocho escudos. La moneda ecuatoriana es una gran mención sobre lo ecuatoriano y ecuatorial que se suma por fuerza propia a las once aquí mencionadas, que varían en detalles, pero que a la final transmiten el mismo sentido: la zona ecuatorial es una región de prodigios, donde, a modo de resumen, sucede lo siguiente:

  1. Quito se toma como la parte por el todo para referirse a la zona ecuatorial;

  2. se crea una zona técnica llamada la Estación del Ecuador;

  3. se desea bajar hacia el Ecuador, zona del encuentro;

  4. es la zona donde las ballenas pueden ser "mundanas": van allá para comer y huir del calor;

  5. se hinchan las muñecas de los marineros al remar en esa zona, donde limpian la cubierta de los desperdicios de la ballena cazada, bajo el humo y el fuego ecuatorial;

  6. es el sitio de los desmembramientos, donde el capitán del Samuel Enderby perdió el brazo y Ahab la pierna;

  7. es donde los arponeros y vigías sí se embriagan con cerveza, fenómeno que no sucede en otras latitudes, pues el licor no los vence;

  8. las ballenas son eternas sobre las olas de esta zona;

  9. los marineros esperan ansiosos la orden para remar al Ecuador, lo que significa la inminencia del encuentro ansiado;

  10. se pierde un salvavidas, lo que da pie para que se fabrique uno con el ataúd de Queequeg, esto permite que Ismael se salve al final; y

  11. la línea del horizonte de esta zona revela una fe apasionante, donde se recrea el día y el lugar donde a los dieciocho años Ahab cazó su primera ballena y posteriormente perdió la pierna; ahí se da el encuentro final con Moby Dick y se hunde el Pequod, en algún punto entre las islas Galápagos y Japón.

Los prodigios simbólicos de Melville sobre lo ecuatorial se potencian porque esta zona está anclada en lo profundo del pensamiento humano y filosófico que ayuda a explicar el mundo. En su valioso estudio sobre cómo funcionan la religión y la mitología -que sirve también para entender cómo opera la narrativa-, El héroe de las mil caras (1972), Joseph Campbell, indica que cuando el héroe ha concluido su viaje, se libera sobre él y la sociedad una ola de bienestar, se desencadena "de nuevo el fluir de la vida en el cuerpo del mundo". Esta suerte de milagro puede tener términos físicos (la circulación del alimento), dinámicos (una corriente energética) y espirituales (la manifestación de la gracia). En sí, es una fuerza vital que en las religiones y mitologías -lo que no es una coincidencia- proviene del "ombligo del mundo" (30), que es exactamente como el personaje Pip llama al doblón (el ombligo del Pequod), que ha sido acuñado en un país que también está en el ombligo del mundo, cuya embarcación navega por la mitad del mundo y tendrá su encuentro final, es decir, alcanzará su fatal destino sobre la misma zona: el centro.

Al analizar el pensamiento mitológico, Campbell concluye que la fuente de este torrente de bonanza es el centro del círculo simbólico del universo, alrededor del cual gira el mundo. En cuanto a su imagen, se la relaciona con el árbol de la vida:

está enraizado en la oscuridad que lo sostiene, el dorado pájaro del sol vive en su copa, un arroyo, la fuente inagotable bulle a sus pies. La figura puede ser también la de una montaña cósmica, con la ciudad de los dioses, como un loto de luz, sobre su cumbre [...]. O bien la figura puede ser la del hombre o la mujer cósmicos [...]. El Ombligo del Mundo es ubicuo. Y como es la fuente de toda la existencia, produce la plenitud mundial del bien y del mal. La fealdad y la belleza, el pecado y la virtud, el placer y el dolor, son igualmente producidos por él. "Para el dios, todo es bello, y bueno y justo -dice Heráclito-, los hombres, por el contrario, tienen unas cosas por justas y otras por injustas". De aquí que las figuras a que se rinde culto en los templos del mundo no sean de ninguna manera siempre bellas, siempre benignas o ni siquiera necesariamente virtuosas. (1972, 30, 32)

Las palabras de Campbell son lapidarias: el doblón de Ahab contiene un ave, una montaña, el análisis que el personaje Starbuck hace de la moneda emparenta el grabado con una ciudad de dioses, hay la luz del sol. El doblón es ubicuo, a pesar de su escaso tamaño, se lo puede ver resplandecer desde cualquier parte del Pequod porque encarna la ambición de cada marinero, la cual guía su vista y permite sentir al objeto; además, se le rinde culto a pesar de no ser un cuerpo benigno ni virtuoso, ya que representa la venganza metafísica de Ahab.

Mircea Eliade, en su influyente estudio Lo sagrado y lo profano (1983), sobre cómo funciona el pensamiento mítico y religioso, considera que la montaña es un símbolo que une el Cielo con la Tierra, que son dos de los tres espacios (el último son las regiones infernales) que solo pueden ubicarse en el centro del mundo. Estos tres niveles cósmicos se comunican a través de una columna universal, Axis mundi, que además los une. "Columna cósmica de semejante índole tan solo puede situarse en el centro mismo del Universo, ya que la totalidad del mundo habitable se extiende alrededor suyo" (24).

Eliade indica que existe un encadenamiento de conceptos religiosos e imágenes cosmológicas que permiten la articulación de un "sistema", al que denomina "sistema del mundo", que permite obtener las cuatro características esenciales de la mitad del mundo:

  1. a) un lugar sagrado constituye una ruptura en la homogeneidad del espacio; b) simboliza esta ruptura una "abertura", merced a la cual se posibilita el tránsito de una región cósmica a otra (del Cielo a la Tierra, y viceversa: de la Tierra al mundo inferior); c) la comunicación con el Cielo se expresa indiferentemente por cierto número de imágenes relativas en su totalidad al Axis mundi: pilar (cf. la universalis columna), escala (cf. la escala de Jacob), montaña, árbol, liana, etc.; d) alrededor de este eje cósmico se extiende el "Mundo" (= "nuestro mundo"); por consiguiente, el eje se encuentra en el "medio", en el "ombligo de la Tierra", es el Centro del Mundo. (1983, 24)

En este sentido, (a) Melville plantea, sin duda, la ruptura del espacio cotidiano en la línea ecuatorial, los once registros mencionados son prueba de ello; (b) la línea ecuatorial, la Estación del Ecuador, es la puerta que permite el tránsito de Ahab con su destino y, por ende, el tránsito de todos los personajes de su vida terrena a la escatológica, sea Cielo o Infierno; (c) las montañas del doblón son el símbolo escogido para representar el Axis mundi de Moby Dick, pero también es necesario mencionar que la moneda tiene un sagrario: el palo mayor del Pequod, que a su vez está hecho de madera de árbol, cuya forma final sigue representando, después de la "vida", a un árbol mitológico; (d) en su navegación, el Pequod recorre el ombligo de la Tierra, espacio que es sagrado por los prodigios relatados en la novela.

A lo expuesto, se suman tres menciones más dentro de Moby Dick a la mitad del mundo 4 y lo que representa, pero esta vez, más allá de usarlas para resignificar un lugar sagrado, sirven además para caracterizar a dos personajes, por esta razón no se las colocó anteriormente. En el capítulo 4, se dice (l): "Pero ¿quién podría mostrar una mejilla como Queequeg? Animada por los matices más diversos, parecía la ladera occidental de los Andes, que reúnen en un mismo paisaje los climas más opuestos, zona tras zona" (Melville 2008, 71). Aquí el novelista alude al clima cambiante de las montañas de los Andes ecuatorianos. Con este símil, Melville dibuja todos los climas del mundo contenidos en los Andes y, por analogía, en la mejilla de Queequeg, que tiene ecos del naturalismo de Humboldt, el exotismo y el trascendentalismo.

La segunda mención aparece en el capítulo 127, cuando Ahab cuestiona la tarea del carpintero al hacer de un ataúd un salvavidas; el capitán se marcha y deja al carpintero reflexionando en un soliloquio shakespereano (m): "He oído decir que la isla de Albemarle, en las Galápagos, está cortada justo en el medio por el Ecuador. Se me ocurre que una especie de Ecuador corta en medio a ese viejo [a Ahab]. ¡Siempre está en el Ecuador! ¡En un calor que abrasa, lo digo yo!" (626). Ahab es calificado como un Ecuador antropomorfo, que es la línea equinoccial y a la vez está en ella, por lo tanto, se hace un desplazamiento de los atributos de la línea al capitán, que en su caso refuerzan las imágenes de él como una deidad demoníaca -el carpintero alude al calor que abrasa como una alusión infernal.

Brian R. Pellar, en su libro Moby-Dick and Melville's Anti-Slavery Allegory (2017), declara que este simbolismo pasa de calificar a una nación dividida por la mitad -y que seguido usaba palabras como "caliente" o "ardiente" para describir el clima político entre el Norte y el Sur- a adjetivar al capitán: que Ahab esté "divido" por un Ecuador es relevante porque es un comentario dirigido a los lectores que hacían lecturas profundas en 1851. "Melville repite este vínculo entre Ahab y el fuego varias veces, con una dimensión adicional que parece hablar de un tema más amplio que el fuego obvio de la rabia o de la venganza, que normalmente se asocia con tales palabras" (94-5). Ahab es el centro y está en él, posee una onza de oro hecha en la mitad del mundo y la promete a quien aviste a la ballena blanca, encuentro posible solo en el ombligo del planeta, en la Estación del Ecuador, que es la estación del fuego. Moby Dick, como una matrioshka, es un círculo concéntrico que viaja infinitamente a su centro, una caja china que no sabe detenerse. 5


"LA VERANDA" COMO LLAVE DE LA MITAD DEL MUNDO


En la literatura corta de Herman Melville hay más menciones al centro del mundo que pasa bastante desapercibida. Se trata del cuento "La veranda", que en inglés es el popular "The Piazza", el relato que dio nombre a la recolección de bocetos, cuentos y novelas cortas que el autor había publicado en revistas con anterioridad. El libro, que vio la luz en mayo de 1856, originalmente iba a llamarse Benito Cereno and Other Scketches, pero finalizó con el título que se conoce hasta hoy, The Piazza Tales, porque la editorial Dix & Edwards sugirió que la recopilación debería tener algo nuevo tras leer la selección hecha por Melville. Este acogió la sugerencia y a inicios de febrero de ese año escribió "La veranda" (Parker 1996b, 272-5).

En "La veranda", el narrador sin nombre es un hombre retirado -se deduce que es marinero- que se asienta, como Melville tras su viaje por el mundo, en una casa de campo en Massachusetts, cuyo dilema es hacia qué punto cardinal debe orientar la veranda que planea construir. Cada lugar tiene ventajas y desventajas, pero al final decide hacerlo con la vista hacia el norte, porque así puede observar al monte Greylock, el punto más alto de ese estado, con 1605 msnm. Con el paso de las estaciones, a lo lejos, en la montaña puede observar una casa que, para él, es el lugar donde viven las hadas. Un día decide encaminarse hacia allá y descubre que vive una joven, Marianna, con su hermano, abandonados a su suerte. Ella también ha observado a la distancia la casa y la veranda del narrador, y, como este, también, se hace ensoñaciones sobre sus habitantes. Al final, el protagonista regresa a su porche, sin Marianna, y promete jamás regresar. De esta manera, todo romanticismo se termina de golpe, incluyendo el del lector, quien ha sido engañado al creer que la niña sería rescatada de su soledad por el narrador.

Este cuento de Melville es un importante mecanismo narrativo que permite decodificar a Moby Dick en su estudio de lo ecuatoriano y ecuatorial. En el narrador, que para Klaus Poenicke en "A View from the Piazza: Herman Melville and the Legacy of the European Sublime" (1967), es el mismo Melville apenas escondido detrás de una persona ligeramente excéntrica (267), destacan dos aspectos: el primero tiene que ver con la obsesión con aquel lugar mágico que él cree ver en la montaña, lo que demuestra lo propenso que está a las fantasías, y el segundo, y más importante, su forma de ubicarse geográficamente en el mundo. Como Moby Dick, "La veranda" es un relato que permite trazar un punto exacto en el planeta, que lo ancla además en el tiempo, desde donde el narrador actúa. Steven Frye, en el ensayo "Bakhtin, Dialogics, and the Aesthetics of Ambiguity in The Piazza Tales'" (1996), indica que el narrador "interpreta el paisaje de una manera muy diferente a la de sus vecinos. Pero su proceso interpretativo es un testimonio de la intertextualidad, demostrando el proceso por el cual la heteroglosia influye en la imaginación" (44).

La heteroglosia del cuento, concepto propuesto por el ruso Mijail Bajtin, puede emparentarse con la presente en el capítulo del doblón, que es, precisamente, una celebración de las múltiples interpretaciones que puede tener un único objeto, quizá la coexistencia de distintas verdades por antonomasia dentro de Moby Dick. De la misma forma que la novela está construida con imaginario mitológico, "La veranda" repite los mismos patrones al decir que la casa también reside en un centro, pues la tallaron en "el corazón de las montañas calizas la Kaaba, o Piedra Santa, a la que, cada Día de Acción de Gracias, solían acudir los peregrinos a hacer vida social"; los constructores devastaron la naturaleza para edificarla: "De aquel frondoso bosque no queda más que un superviviente: un olmo obstinado y solitario" (Melville 2008b, 225-6). Por lo tanto, el autor construye una casa en un centro, donde se eleva un solo árbol sobreviviente: este cuadro remite a la imaginería del Axis mundi y, por ende, a la del doblón ocho escudos, lo cual se refuerza por la mención a Quito en "La veranda", que será analizada en breve.

Cuando el trasunto de Melville decide construir la veranda mirando al norte, al Greylock, menciona que sus vecinos, los Dives, se burlan del él porque la orientación le garantiza que de marzo a agosto el porche se congele, pero para el narrador "marzo no dura eternamente, solo hace falta un poco de paciencia y llega agosto" (228-9). Aquí, el escritor alude directamente a la interpretación que el capitán Ahab hace del doblón cuando dice: "Me parece que este sol acuñado tiene un rostro rubicundo; ¡pero mira!, ¡sí, entra en el signo de las tempestades, el equinoccio! ¡Y hace apenas seis meses que ha salido de otro equinoccio, en Aries! ¡De tempestad en tempestad! Pues que así sea" (Melville 2008a, 523). En el doblón, el sol está entre Virgo (agosto-septiembre) y Libra (septiembre-octubre) y antes, hace seis meses, ha estado en el otro equinoccio, el de Aries (marzo-abril), que son los meses de frío en "La veranda". La simetría es perfecta. Entonces al iniciar agosto, en el cuento, "en el fresco Elíseo de mi módico porche, yo, Lázaro en el regazo de Abraham, miro con lástima a los pobres Dives atormentados en el purgatorio de su veranda orientada al sur" (Melville 2008b, 229).

Melville alude a la parábola bíblica del rico y el mendigo Lázaro, en la que, por boca de Jesús, en el evangelio de Lucas 16, 19-31, narra cómo tras la muerte Lázaro fue llevado al seno de Abraham para recibir su recompensa después de una vida de privaciones y sufrimiento, mientras que el rico es atormentado en el Hades, pues el primero siempre yació en la puerta del segundo y nunca recibió ayuda. Se considera que Lázaro es el único nombre propio usado en las parábolas bíblicas, pero durante la Edad Media la palabra rico en latín fue usada de similar manera para nombrar a la contraparte. Rico en latín es dives. No es coincidencia que Melville decidiera llamar así al vecino de "La veranda".

Ahora bien, en el capítulo II de Moby Dick, Ismael busca en las calles de Nueva Bedford dónde comer y dormir. Sopesa varios locales y al final se decide por la ruinosa posada El chorro de la ballena (Spouter-Inn). Para describir la decadencia del lugar, echa mano de la tempestad que destrozó la barca de San Pablo, Euroclidón, según lo narrado en Hechos de los apóstoles 27, 13-44, en la Biblia, pero luego agrega (n):

Pobre Lázaro, que castañea los dientes en el cordón de la acera que le sirve de almohada y al tiritar sacude sus harapos: aunque se tapara las orejas con trapos viejos y se metiera en la boca una mazorca, no lograría tener a raya al tempestuoso Euroclidón. ¡Euroclidón!, dice el viejo Dives en su única túnica de seda roja (después tuvo otra aún más roja). ¡Qué hermosa noche de helada! ¡Cómo brilla Orión! ¡Qué aurora boreal! "¡Bah, bah! Que la gente hable de sus climas estivales, en los países de Oriente, semejantes a eternos invernaderos; a mí resérvenme el privilegio de crearme mi propio verano con mis carbones".

Pero ¿qué piensa Lázaro? ¿Puede calentarse las manos tendiéndolas hacia las grandes estrellas boreales? ¿No preferiría estar en Sumatra? ¿No preferiría acostarse a lo largo de la línea del Ecuador? ¡Sí, oh Dioses! ¿No preferiría hundirse en el terrible corazón de la tierra para quitarse el hielo de encima? (Melville 2008, 47)

Las simetrías entre los dos textos melvilianos son tan lapidarias y contundentes que cuesta creer que no se hayan señalado antes. Es necesario recapitular: en "La veranda", hay una casa ubicada en la mitad de un bosque, donde se levanta un único árbol: Axis mundi; dicho porche se congela en los meses en los que Ahab desea tempestades al observar el doblón de oro; los vecinos, los Dives, se burlan del narrador durante aquel período, pero a partir de agosto, él se encuentra como Lázaro en el regazo de Abraham. La mención de Lázaro permite saltar a Moby Dick: la posada El chorro de la ballena está tan derruida que Ismael imagina que afuera de esta yace Lázaro, siendo rechazado por el rico Dives; la tempestad que azotó a Pablo crea una heteroglosia: a Lázaro le congela y al rico le abriga. Ante esto, entonces, Ismael se pone en los zapatos del pobre y se pregunta si para calentarse no preferiría estar acostado en la línea del Ecuador, "hundirse en el terrible corazón de la tierra", que es una mención más a lo ecuatorial en la novela, una de las más importantes.

En "La veranda" también llama poderosamente la atención cómo el narrador empieza a reflexionar sobre a qué punto cardinal debiera mirar el porche: "Hacia el este, el largo campo de las montañas calizas que se desvanecían a lo lejos en dirección a Quito" (Melville 2008b, 227). Dos páginas después, con la construcción finalizada y mirando hacia el Greylock, menciona:

También en verano, sentado allí, como Canuto, recuerda uno con frecuencia el mar. No solo las largas ondas recorren los inclinados trigales mientras pequeñas olas de hierba rompen contra la veranda como en la playa, y la blanca pelusa de los dientes de león se eleva como la espuma, y el púrpura de las montañas se parece al púrpura de las olas, y un tranquilo mediodía de agosto planea sobre profundos prados como una calma en el Ecuador; sino que la inmensidad y la soledad, y el silencio y la monotonía son tan oceánicos, que vislumbrar de pronto una extraña casa que asoma detrás de los árboles es como divisar una vela desconocida en la costa de Berbería. (Melville 2008b, 229)

Emilio Irigoyen, en "Quito, Massachusetts: South America y Melville's Mapping of Home" (2019), precisa que "aunque el narrador tiene la tendencia de mezclar realidades con memorias y fantasías, él está relativamente en lo cierto cuando se trata de referencias geográficas y topográficas; sin embargo, no hay registro en el área de un lugar llamado como la capital del Ecuador" (3). Es una mención fugaz de una ciudad que para Melville tiene grandes connotaciones: ha usado otra vez la imaginería construida alrededor del Ecuador. Los Berkshires, donde acontece la acción del cuento, no está nada cerca del Ecuador, sin embargo, Quito está ahí como "un punto de referencia aparentemente desviado en la cartografía del hogar y un marcador que se ubica en un contexto transhemisférico Norte-Sur (5). Más adelante, cuando el narrador está en casa de Marianna, sobre esta se desliza una "vasta sombra que parecía arrojada por un cóndor gigantesco" (Melville 2008b, 242) -la unión del cuento y el doblón continúa: Ahab no lo sabe, pero el ave que califica de "valiente, intrépida y victoriosa", en la que se ve a sí mismo, es un cóndor.

Rodrigo Lazo, en " 'So Spanishly Poetic': Moby-Dicks Doubloon and Latin America" (2006), menciona que si bien el doblón es interpretado por hombres de distintas procedencias, lo que agrega lecturas desde la raza y la etnia, hay otra clase de diferencia que provee el doblón: una entre regiones, que acarrea lo territorial y lo cultural (párr. 12), pues antes de que se describa el grabado, es un objeto que ha salido de Quito, tal como lo define Ismael:

Ese doblón era del oro más puro y virginal, extraído del corazón de alguna maravillosa colina donde, a oriente y occidente, corren sobre arenas de oro las aguas surgentes de muchos Pactolos. Y aunque ahora estaba clavado entre la herrumbre de los tornillos y el verdín de los pernos de cobre, aún conservaba el brillo de Quito, intangible, inmaculado [...].

Esas nobles monedas de oro de Sudamérica son como medallas del sol y símbolos del trópico. En ellas aparecen grabados en rica profusión palmeras, alpacas y volcanes; discos del sol y estrellas; elípticas, cuernos de la abundancia y suntuosas banderas. De modo que del preciso oro parece provenir una riqueza ulterior, una gloria excelsa que pasa por esos troqueles fantasiosos, tan hispanamente poéticos. (Melville 2008a, 522-3)

Por el hecho de salir de Quito, para Lazo (2006), el oro es capaz de resistir la herrumbre del Pequod y conservar su brillo. "El tiempo cambia al Pequod y a su tripulación, pero no al doblón, al menos no antes del hundimiento del barco. Cada amanecer se ve la moneda donde se dejó antes, como si la tripulación no quisiera o no pudiera tocarla" (párr. 12). Los elementos enumerados por Ismael, que se hallan en las monedas de oro, enmarcan al doblón en un contexto continental, que es parte de la producción sudamericana relacionada con el sol y los trópicos. Si bien las alpacas y los volcanes refieren a Sudamérica, estos últimos también pueden referir a los montes que hay desde Centroamérica hasta México, y las palmeras son mayormente caribeñas. Esta amalgama de símbolos crea una "profusión exuberante" que le da un valor añadido al oro de Quito, que ha sido acuñado en "troqueles fantasiosos", que son "tan hispanamente poéticos". "Para Ismael, al menos al principio, esas glorias enaltecedoras son el efecto del estilo poético de la América española" (párr. 13).

Este minucioso análisis interpretativo y comparativo ha puesto de manifiesto lo talentoso que era Herman Melville como escritor: tomó un doblón real de Ecuador, con toda su carga histórica, y lo ficcionalizó para hacerlo "milagroso", pues procede de una zona a la que él, en Moby Dick, le da una larga lista de prodigios que no suceden en otras partes del globo ni de su prosa. Luego, con la imaginería de la mitad del mundo, nacida del pensamiento filosófico y mitológico, interconectó la novela con un cuento inédito que replica, en sus simbolismos, el mismo juego equinoccial prodigioso, al punto que "La veranda" podría resistir una lectura como la continuación de Moby Dick, un verdadero epílogo que explique qué fue de Ismael tras el hundimiento salvaje del Pequod: se retira al campo para buscar paz, pero lo vivido en el Pequod le hace fabricar historias de hadas donde no hay, una suerte de estrés postraumático o locura: las conexiones entre las dos obras, que no son casuales, sino que nacen de una mente maestra, facilitan la interpretación. 6




NOTAS


[3] Banco Central del Ecuador, "Ficha técnica: Registro de bienes culturales; 8 escudos 1838, Quito, moneda predecimal", Museo Numismático del BCE, 27 de agosto de 2020, 1-2. Este documento fue elaborado por los trabajadores del museo, a pedido del autor de esta investigación, con base en la información disponible en esa entidad pública y los archivos históricos consultados.

[4] En la página 38 del libro de Sosa, para corroborar su error, en esta aparece el escudo floreano impreso en papel sellado de 1835, en el que figuran los signos de Leo, Virgo, Libra y Escorpio. Lo más probable es que el error de Sosa se deba a que los confundió con los que están en el actual escudo de armas del Ecuador, oficial desde 1900, y que aluden a la Batalla de Pichincha.

[5] Para un recuento detallado del viaje de Herman Melville por Latinoamérica y qué hizo en cada lugar, ver Roberto Ramírez (2024).

[6] Las dos menciones más, (l) y (m), se suman a las once originales (a-k), enlistadas con detalle anteriormente; la última (n), que se refiere a Lázaro, está páginas más adelante porque se necesita entender un cuento de Melville para decodificada.

[7] El Pequod se dirige a la mitad del mundo porque Melville crea en esa zona una atmósfera capaz de albergar objetos fantásticos como el doblón porque, en la vida real, el Ecua dor obra sus "milagros" también: no existe primavera ni otoño en la mitad del mundo; además, la línea equinoccial funciona como una especie de "imán" para la biodiversidad del planeta —el Ecuador es el país más biodiverso del planeta—, teorías ya esbozadas en el siglo XIX por Alexander von Humboldt y Charles Darwin, quienes vivieron en el Ecuador para erigir sus propuestas naturalistas. Las aguas ecuatorianas son un buen sitio para avistar ballenas (y para cazarlas), sobre todo en julio y agosto (el encuentro final tiene lugar bajo el signo de Leo), que es cuando estas huyen de los fríos árticos.

[8] Para un análisis más completo del doblón, ver Roberto Ramírez (2021).


Lista de referencias


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