Artículo de investigación
DOI:
https://doi.org/10.32719/25506641.2025.17.5
Estudios de la Gestión: revista
internacional de administración, No. 17
(Enero-Junio de 2025), 89-110. ISSN: 2550-6641; e-ISSN: 2661-6531
• Recibido: 23 de febrero de 2024 •
Revisado: 26 de marzo de 2024
• Aceptado: 15 de abril de 2024 • Publicado: 1 de enero de 2025
Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH. Quito, Ecuador giovanni@itesut.edu.ec.
Resumen
El propósito del presente artículo es abordar la relación entre el desarrollo económico local (DEL) y la innovación social, y reflexionar sobre cómo estos conceptos se han interconectado a través de un proceso evolutivo, lo cual permite fortalecer el desarrollo endógeno de una comunidad o región. El DEL es un nuevo desafío para las sociedades actuales, y su vínculo con la competitividad sistémica ha llevado a una reorientación de los modelos de desarrollo. Se destaca el impulso al crecimiento económico sostenible y la mejora de la calidad de vida en una comunidad. También explora la importancia de la cultura en el desarrollo local y el fortalecimiento del capital social para impulsar el concepto de desarrollo endógeno. Se resalta como proceso de reorganización que parte de la invención en el ámbito social y que se basa en la colaboración y el aprendizaje interactivo entre los actores sociales.
Palabras clave: desarrollo local, cultura, competitividad, innovación social, desarrollo endógeno.
JEL: O31 Innovación e invención: procesos e incentivos.
Abstract
The purpose of this article is to address the relationship between local economic development (LED) and social innovation, reflecting on how these concepts have been interconnected through an evolutionary process, which allows strengthening the endogenous development of a community or region. LED is a new challenge for today’s societies, and its link with systemic competitiveness has led to a reorientation of development models. It highlights the drive for sustainable economic growth and improved quality of life in a community. It also explores the importance of culture in local development and the strengthening of social capital to promote the concept of endogenous development. It is highlighted as a reorganization process that starts from invention in the social sphere and is based on collaboration and interactive learning among social actors.
Key words: local development, culture, competitiveness, social innovation, endogenous development.
JEL: O31 Innovation and invention: processes and incentives.
Resumo
O objetivo deste artigo é abordar a relação entre o desenvolvimento económico local (DEL) e a inovação social, reflectindo sobre a forma como estes conceitos se têm vindo a interligar através de um processo evolutivo, que permite reforçar o desenvolvimento endógeno de uma comunidade ou região. O DEL é um novo desafio para as sociedades actuais, e a sua ligação com a competitividade sistémica levou a uma reorientação dos modelos de desenvolvimento. O LED destaca o impulso para o crescimento económico sustentável e a melhoria da qualidade de vida de uma comunidade. Explora também a importância da cultura no desenvolvimento local e o reforço do capital social para impulsionar o conceito de desenvolvimento endógeno. É destacado como um processo de reorganização que parte da invenção na esfera social e se baseia na colaboração e na aprendizagem interactiva entre os actores sociais.
Palavras-chave: desenvolvimento local, cultura, competitividade, inovação social, desenvolvimento endógeno.
JEL: O31 Inovação e invenção: processos e incentivos.
Un nuevo desarrollo económico local (DEL) es el reto que han tenido las diferentes sociedades en las últimas décadas de relectura crítica de las teorías, de los modelos, de los comportamientos, de la concepción y de la gestión de las políticas, hasta la convivencia en los espacios rurales y en el mundo, acorde al pensamiento desarrollado por Carpio Martin (2000) . De la misma manera, se han ido consolidando y modernizando paralelamente los conceptos de competitividad. La complejidad del concepto no se encuentra únicamente en su definición, sino también en la descripción del contexto en el que se aplica y por qué se ha convertido en el enfoque central en la economía moderna.
Según Hämäläinen (2003, 3) , ha venido incrementando su importancia desde mediados de la década de 1980 como una forma de entender la economía moderna, ya que “un número creciente de empresarios, políticos e investigadores han reconocido la importancia de la competitividad internacional para el crecimiento económico y nivel de vida”. Por esta razón, la competitividad se empieza a concebir como sistémica, y hace referencia a la capacidad de un sistema económico, que abarca a todos los actores involucrados (empresas, instituciones, gobierno, sociedad civil, otros), para competir de manera efectiva y sostenible en el mercado global. Implica la capacidad de generar y mantener ventajas competitivas, como la innovación, la calidad de los productos y servicios, la eficiencia productiva y la capacidad de adaptación a los cambios.
El vínculo entre el DEL y la competitividad sistémica se puede visualizar en la interrelación entre el crecimiento económico de una región y la capacidad del sistema económico en su conjunto para ser competitivo en el mercado global. A su vez, se visualiza un vínculo entre el DEL y la innovación social -referida a la implementación de nuevas ideas, enfoques y soluciones que abordan desafíos sociales, ambientales o económicos de manera más efectiva que las prácticas existentes- en el enfoque endógeno del DEL, que radica en cómo la implementación de soluciones innovadoras y socialmente orientadas puede impulsar el crecimiento económico sostenible y mejorar la calidad de vida en una comunidad o región determinada. Este vínculo se basa en la idea de que la innovación social puede ser un motor clave para el DEL.
La perspectiva de desarrollo endógeno en el DEL y el reposicionamiento de la importancia del espacio en el desarrollo territorial centran las bases de la innovación social y son conceptos que están ligados los unos con los otros, considerando que los modelos de desarrollo se han ido reorientando con respecto a los pensamientos ortodoxos que se centraban en la glorificación del capitalismo liberal como el único modelo económico posible, y por consiguiente ha sido conveniente analizar la evolución de los conceptos manejados que han configurado las políticas y actuaciones en las localidades.
Es una investigación cualitativa, orientada a explorar y comprender un concepto. La investigación cualitativa permite enfocarse en el análisis de los procesos sociales, especialmente en el sentido que las personas y los colectivos dan a la acción y en la construcción de la realidad social (Portugal Loayza 2022).
El propósito de este estudio es indagar en la relación existente entre los conceptos de DEL y los de innovación social, con el fin de identificar y comprender por qué el desarrollo endógeno representa un elemento clave en los modelos que buscan fortalecer el desarrollo económico local para un desarrollo territorial de los espacios, principalmente en economías emergentes. Como instrumento de recolección de datos se utiliza la investigación documental (Reyes-Ruiz y Carmona 2020).
El artículo aporta a la creación del referente teórico, y ha seguido los siguientes pasos: el arqueo de fuentes, la revisión de literatura y la comparación y organización del material disponible para las referencias (Morales 2003). Además, tiene un enfoque interpretativo, en el cual se ha analizado el material comparado y se ha elaborado una lectura crítica por parte del investigador. Su objetivo es sistematizar y dar a conocer el conocimiento producido con anterioridad al que se intenta construir ahora (Gómez 2010).
La OCDE (2007) define a la competitividad como una medida de la ventaja o desventaja de un país para vender sus productos en los mercados internacionales. Por otro lado, la CEPAL (2006) señala que antes de asociar al término con el crecimiento económico, el aumento del ingreso o la participación en el comercio internacional, es importante contextualizar el concepto de competitividad en diferentes niveles: empresas, industrias (o sectores), un país, región y sistémica.
Porter deduce que la competitividad es un fenómeno del incremento de la productividad en las industrias, y para lograr este efecto se necesita trabajar en el desarrollo de un sistema que complemente el trabajo de diferentes factores en conjunto para crear un ecosistema fértil de desarrollo productivo. Esta es la base que da vida al modelo clásico del diamante de Porter (Sölvell 2015).
Una localidad encontrará el crecimiento una vez que “se desarrollan 4 determinantes que pueden crear una ventaja competitiva para sus industrias” (Porter 1990, 71). Estos factores deben idealmente funcionar de manera simultánea y balanceada para poder generar el ecosistema competitivo necesario.
Cuando se trata de generar competitividad a nivel micro se empieza a reflexionar sobre la orientación que deberá tener el DEL, principalmente en las economías emergentes. Establecer un nuevo enfoque ha sido un eje fundamental de su desarrollo teórico.
Para contextualizar la evolución del DEL es importante primero establecer una perspectiva sobre su naturaleza, principalmente desde la perspectiva anglosajona. Entre las definiciones para el DEL, está por ejemplo la de Swinburn, Goya y Murphy (2004) , que lo conceptualizan como la creación de la capacidad económica de una localidad para mejorar su porvenir y calidad de vida y a su vez resaltan que se trata de un proceso mediante el cual actores públicos, empresariales y ONG, asociados a un sector, trabajan colectivamente para crear mejores condiciones para el crecimiento económico y la generación de empleo. La OCDE (2010) lo entiende como el proceso de fomentar la capacidad de un territorio definido, a menudo un municipio o región, para mejorar su futuro económico y la calidad de vida de los habitantes.
Estas perspectivas se han complementado con enfoques como el de Rodríguez, Bernal y Cuervo (2011) , que lo visualiza como un proceso de crecimiento y cambio estructural de la economía en un territorio determinado y que incide en el comportamiento de las personas como un agente de innovación y de cambios sociales; los autores destacan el enfoque social, en el cual el DEL puede referirse a la capacidad de una comunidad local para establecer sus metas colectivas y su capacidad para movilizar recursos para alcanzarlas y, por ende, establecen sus dimensiones que se basan en elementos teóricos como: los encadenamientos productivos, el fomento de emprendimientos productivos, la concertación público-privada, el papel de los gobiernos locales, procesos colectivos y estratégicos, participación e institucionalización.
Otros autores, como Meyer-Stamer (2008) , resumen al DEL como la manera de crear ventajas competitivas en una localidad a través de sus industrias, adhiriéndose a los lineamientos de los estudios de competitividad de Porter. Adiciona que, aunque el DEL se centra en una economía local, es importante tener en cuenta que se trata de un cambio sistémico como una economía grande, porque muchas de las economías locales son sistemas complejos.
Al ser un cambio sistémico se entiende que el desarrollo y la competitividad deberán considerar a todos los actores y factores que conforman un sistema económico, como empresas, instituciones, gobierno, sociedad civil y otros actores relevantes. A partir de esto, se entiende a la competitividad no solamente como el producto del incremento productivo de las industrias, sino como el producto de la integración estratégica de los actores de una sociedad en conjunto, lo cual la definiría tanto como competitividad así como competitividad sistémica (Esser et al. 1996).
Por esta razón, el autor ha venido complementando el concepto del DEL con el concepto de la competitividad sistémica, que es el modelo heurístico de análisis del cambio sistémico que existe en los modelos económicos de las localidades. Divide a la interacción de los factores que afectan la competitividad en cuatro niveles de análisis: meta, macro, meso y micro. Este análisis permite entender cómo las iniciativas del DEL pueden tener interacción en diferentes niveles y crear el bienestar con un enfoque ortodoxo desde diferentes ángulos.
Para apreciar el concepto se utiliza la matriz de la competitividad sistémica de Altenburg et al. (1998) , que resume los cuatro niveles en los que los factores interactúan:
Micro: las empresas compiten en mercados y participan en alianzas.
Meso: se encuentran intervenciones selectivas para apoyar al esfuerzo de las empresas para formar ventajas competitivas.
Macro: corresponde a las instituciones, las políticas económicas y las condiciones generales.
Meta: tiene una orientación hacia el desarrollo y organización de valores generales que conducen a una sociedad determinada.
Las perspectivas teóricas sobre el DEL han evolucionado en paralelo a debates sobre otras corrientes de pensamiento y desarrollo teórico en el ámbito del desarrollo económico. Una destacada aportación proviene de Teitz (1987) , quien sugiere que el DEL puede ser conceptualizado al considerar los diversos desafíos que enfrentan las comunidades locales. Un desafío central es la escasez de recursos, lo que puede desencadenar problemas socioeconómicos con efectos directos o indirectos en los conglomerados locales. Por ejemplo, la baja tasa de empleo en una localidad puede generar incertidumbre entre los residentes, lo que a su vez puede provocar problemas físicos y psicológicos que contribuyen a la disolución de la comunidad.
A partir de esta perspectiva, se discuten tres enfoques para establecer políticas de desarrollo: tradicional, estructural y de desarrollo. En el enfoque tradicional se considera la localización, el acceso a mercados y los efectos de aglomeración como elementos clave para el desarrollo. En el enfoque estructural, que puede generar resistencia en las industrias consolidadas, se enfatiza el dinamismo interno de la localidad y su disposición para el cambio. Mientras tanto, el enfoque de desarrollo se centra en la evolución y transformación, promoviendo la emergencia de nuevos sectores y el declive de aquellos obsoletos.
En este contexto, una ciudad o localidad debe convertirse en un sistema económico propio que interactúa con el entorno externo. El DEL se entiende entonces como un concepto que busca mejorar la competitividad a través de la integración de actividades productivas y el fortalecimiento de las capacidades laborales del talento humano. Este último enfoque contribuye a una nueva teoría del desarrollo económico basada en el desarrollo endógeno. Se ha observado que muchas localidades que han mostrado creatividad y desarrollo de nuevas ideas para enfrentar el desempleo no han dependido necesariamente de inversiones externas o de apoyo industrial. Incluso desde una perspectiva determinista, estos patrones pueden identificarse, como sugiere Englmann (1994) , en un análisis schumpeteriano del desarrollo endógeno, en donde los agentes económicos no buscan maximizar utilidades en todo momento, sino que siguen patrones de comportamiento arraigados en la cultura, la tradición o la experiencia pasada. Esta visión considera la actividad económica como un proceso en constante evolución en lugar de una búsqueda constante de maximización racional.
Es importante destacar que aunque Teizt menciona la integración de actividades productivas y el fortalecimiento de las capacidades laborales como elementos centrales del DEL, no aborda las posibles desigualdades que pueden surgir en el proceso de fortalecimiento de capacidades laborales ni la manera en que estas actividades productivas podrían afectar el medioambiente o las comunidades locales, y tampoco profundiza en las barreras institucionales o estructurales que pueden obstaculizar este proceso.
Por este motivo es que el pensamiento de Santos (1990) adquiere una importancia significativa, pues aborda críticamente la concepción del espacio cuando se hace referencia a las localidades. Su trabajo se enfocó en analizar las interrelaciones entre el espacio geográfico, el poder y la sociedad, centrándose en problemas como la urbanización, la globalización, la desigualdad y el desarrollo. En su obra, Santos establece que el espacio es un conjunto de relaciones expresadas a través de funciones y formas que reflejan la historia escrita por los procesos pasados y presentes. Este enfoque considera al espacio como un conjunto de formas que representan las relaciones sociales a lo largo del tiempo, y una estructura que refleja las relaciones sociales en curso manifestadas a través de procesos y funciones. La importancia del pensamiento de Santos radica en su constante búsqueda de comprender el espacio, no solo desde una perspectiva lógica y permanente, como se considera geográficamente a las localidades, sino también desde una visión más humana, social y evolutiva. Esto permite explicar cómo diversas dinámicas en ciertos conglomerados no se relacionan únicamente con factores económicos evidentes en sistemas económicos, naturales o políticos, tal como hacía referencia Teitz (1993) , sino también con la dinámica del espacio como instancia social; por ende, dicha evolución no se manifiesta de forma idéntica en todos los lugares.
Barbier y Homer-Dixon (1999) pudiesen contraponerse a esta perspectiva en evolución al mencionar que a pesar de que puede existir este enfoque de transformación interna, se puede seguir evidenciando que este no puede aislarse de la incidencia de elementos externos, y esto, según los autores, se visualiza en las bajas tasas de crecimiento en economías basadas en recursos naturales. Esta conyuntura se presenta, no tanto por la incapacidad interna de estos países por generar cambios, sino porque según el modelo de análisis de las economías de bajos ingresos experimentan limitaciones inducidas por la escasez de recursos al generar conflictos internos que afectan a largo plazo en su capacidad para innovar, lo que dificulta alcanzar un crecimiento endógeno sostenido.
Aun así, Carpio Martin (2000, 85) ratifica una narrativa diferente en la cual parte de una primera reflexión en la que cita a North: “la teoría empleada no está a la altura de la tarea” y considera que los pensamientos de Barbier y Homer-Dixon pueden orientarse a economías desarrolladas, pero en los países emergentes, en donde se han establecido políticas e inversiones, iniciativas y programas, muchos espacios rurales han continuado en un proceso de decadencia. Por consiguiente, propone repensar un nuevo desarrollo local para un desarrollo territorial como un reto que obliga a hacer Carpio Martin (86) “una relectura crítica de las teorías, los modelos, de los comportamientos, de las escalas, de la concepción y gestión de las políticas y hasta del convivir en los espacios rurales y en el mundo”.
En este enfoque prima el pensamiento heterodoxo, la búsqueda del potencial colectivo, y a partir de ello el establecimiento de políticas de desarrollo, lo que permite centrar a la cultura como el eje del desarrollo comunitario. Aunque se mencionan las limitaciones de algunos modelos teóricos para aplicarse en economías emergentes y se propone repensar el desarrollo territorial desde una nueva perspectiva, todavía hay limitaciones en el entendimiento exhaustivo de las posibles razones detrás de la continuidad de la decadencia en algunos espacios rurales a pesar de las políticas e inversiones establecidas.
De todas maneras, Carpio Martín (2000) resume cómo su enfoque sustentado en el DEL se fundamenta en los siguientes aspectos:
La formulación compartida de objetivos: esencial previo a identificación de necesidades (diagnóstico y autodiagnóstico).
La microorganización: para establecer soluciones colectivas (plan integrado).
El espacio local como “espacio inteligente”: para garantizar el aprendizaje permanente (enfoque sistémico).
La creatividad social: que permite desarrollar la capacidad de generar respuestas (pensamiento creativo).
Una inteligencia funcional: que hace relación a la construcción compartida -interacción- del conocimiento científico (pensamiento creativo).
Este enfoque permite sintetizar el modelo planteado por Carpio Martin como un modelo que se adapta de manera más interna al modelo del DEL para las economías emergentes. Así, la cultura cuenta con funciones sociales que permiten generar en sus comunidades la estimación de sí mismos, consolidar los mecanismos de selección, encontrar la búsqueda de un sentido al hacer las cosas, y consolidar el dinamismo en lo que respecta a los intereses individuales y colectivos. De esta manera se logra fortalecer un desarrollo endógeno.
El concepto de desarrollo endógeno evoluciona y se conceptualiza en la literatura académica con mayor relevancia bajo una interpretación de transformación integral, y centrada en el desarrollo humano como eje de dicho proceso. Vázquez (2007) logra destacar la evolución como un marco de varios enfoques que han surgido como respuestas a las limitaciones percibidas del modelo de desarrollo externo predominante en las décadas pasadas. Las visiones como el desarrollo autocentrado y el desarrollo participativo han surgido como alternativas en reacción a esta insatisfacción, y la visión de desarrollo humano ha ganado terreno, especialmente con la cooperación internacional que han promovido programas destinados a combatir la pobreza y fomentar el espíritu empresarial mediante iniciativas que aprovechan las capacidades de la población local.
En este punto, autores como Olivares et al. (2008) sostienen la hipótesis de su relevancia al referenciar a la teoría del desarrollo endógeno, en la cual se considera que la acumulación del capital y progreso tecnológico son necesarios para el crecimiento económico, pero que los factores que realmente contribuyen al proceso de generar economías de escala a través de los elementos antes descritos son los elementos que contribuyen a una senda de desarrollo autosostenido, que son precisamente a los que hace referencia Carpio Martin (2000) , es decir, la potenciación del capital social a través de la cultura, lo que significa “fomentar la competencia, la participación, a través del aprovechamiento y la intensificación de valores, habilidades y conductas orientadas hacia el bienestar y el mejoramiento de la calidad de vida de la comunidad local” (Olivares et al. 2008, 114).
En definitiva, se puede destacar cómo se alinea este enfoque, incluso el del capital social, a la corriente de pensamiento de Putnam (Urteaga 2013), tal como lo destaca Cevallos y Mendoza (2019) al mencionar que las redes de compromiso cívico y los niveles de asociatividad, sumados a los niveles de confianza y normas de reciprocidad, son justamente los elementos que facilitan la creación y mantenimiento de la riqueza y a su vez fortalecen el tejido social que se puede crear dentro de una organización.
La perspectiva evolutiva propuesta por Vázquez (2007) representa una reflexión sobre teorías anteriores de desarrollo, que incluso autores como Porter buscan aprovechar para desarrollar nuevos conceptos y críticas que reorienten los sistemas neoclásicos hacia una forma de desarrollo renovada. Destaca especialmente el crecimiento del concepto de creación de valor compartido, el cual implica políticas y prácticas empresariales orientadas a mejorar la competitividad de una empresa y beneficiar las condiciones económicas y sociales de las comunidades donde opera. Sin embargo, a pesar de que las empresas han adoptado esta visión en su gestión, han descuidado los aspectos sociales, generando la percepción de que los beneficios se generan a costa de las comunidades. Esta tendencia se ha intensificado durante la actual recuperación económica, enfatizando la necesidad de un enfoque más equitativo que reconozca los vínculos entre el éxito empresarial y el bienestar comunitario (Porter y Kramer 2011).
Considerar al proceso del DEL como un elemento que ha evolucionado en perspectiva de desarrollo endógeno antes descrito, sobre todo en economías emergentes, es fundamental, y este proceso de transformación mantiene características equivalentes a una perspectiva estratégica de innovación social, un concepto emergente orientado a alinear los enfoques tanto de académicos como de gestores de políticas públicas para encontrar el equilibrio y el bien común en las sociedades. Este proceso implica la cohesión de diferentes elementos que parten desde la consolidación del enfoque cultural y el fortalecimiento del capital social.
Se visualiza el contexto de la innovación social en uno de los cuatro grupos intelectuales, como es el desarrollo local, tal como lo plantea Van der Have y Rubalcaba (2016) al categorizarlo dentro de los cuatro grupos diferenciados en los cuales el concepto se ha difundido de forma relativamente organizada. Según los autores, el interés en la innovación social en los campos de gestión y emprendimiento es reciente con respecto a perspectivas teóricas tradicionales, y se manifiesta actualmente dentro de las comunidades existentes.
La innovación social es un fenómeno que, sin lugar a duda, se analiza de forma aislada a los conceptos tradicionales de innovación. Acorde con Domanski et al. (2019) , los conceptos de innovación encuentran sus inicios sistemáticos y referencias en la publicación de Schumpeter de 1912. En este manifiesto, se entiende que el desarrollo económico ocurre como un proceso permanente de destrucción creativa. La innovación, entendida como ejecución de nuevas combinaciones y/o establecimiento de una nueva función de producción, impulsa esta dinámica y es la labor del emprendedor consolidar innovaciones exitosas en el mercado.
Morales et al. (2012) complementan esta perspectiva puntualizando que estos conceptos iniciales se encuentran concebidos desde las creaciones o modificaciones de productos y su posterior introducción o consolidación en los mercados, hasta los conceptos clásicos vinculados con el Manual de Oslo en donde se hace referencia a la innovación como las incursiones de un nuevo o significativamente mejorado producto, proceso, o métodos de comercialización introducidos en los mercados, o a su vez, métodos organizativos en las prácticas internas empresariales, procesos o innovaciones organizativas introducidos en las operaciones de dichas organizaciones.
Domanski et al. (2019) justamente contraponen también la perspectiva clásica de la innovación resaltando precisamente la evolución del paradigma de la innovación hacia el enfoque social. La apertura de la innovación a la sociedad ha ampliado los participantes en el proceso. Ahora, junto a empresas e institutos, ciudadanos y clientes contribuyen con ideas para desarrollar productos y resolver problemas, abarcando términos como innovación abierta e integración del cliente. La innovación, arraigada en el desarrollo económico, se ha convertido en un fenómeno social que afecta todos los aspectos de la vida.
La innovación social, que desde la perspectiva de desarrollo local tiene sus fundamentaciones en un nuevo desarrollo endógeno, se enfoca en los conceptos relacionados con la innovación desde una lógica diferente, empezando principalmente con lo que se refiere a la lógica de la invención y su transformación en innovación. La investigación internacional señala un cambio fundamental en el paradigma de la innovación caracterizado por tres categorías clave: la apertura del proceso de innovación a la sociedad; su orientación hacia desafíos sociales importantes; y un reconocimiento mayor de las innovaciones no tecnológicas que transforman prácticas sociales.
Para centrar el vínculo del DEL con la innovación social, a pesar de su ambigüedad conceptual, se puede hacer referencia al trabajo de Van der Have y Rubalcaba (2016) , quienes mediante un análisis bibliométrico trazan la historia moderna de la investigación en innovación social en diversas disciplinas y exploran su relevancia en los estudios de innovación. Basándose en datos de 172 publicaciones, identificaron cuatro comunidades intelectuales distintas que han contribuido al campo de la innovación social: psicología comunitaria, investigación en creatividad, desafíos sociales y societales, y desarrollo local.
La comunidad enfocada principalmente en el papel de la innovación social en el desarrollo local hace referencia a la noción de local que abarca comunidades, ciudades y regiones, tanto en entornos urbanos como rurales. Los temas centrales recurrentes en estos estudios son el papel de la gobernanza y las instituciones, así como la participación, inclusión o empoderamiento de los ciudadanos. La cohesión y el cambio sociales son otros temas destacados, por lo que la innovación social se entiende comúnmente como “la satisfacción de las necesidades humanas a través de un cambio empoderador en las relaciones entre las comunidades civiles locales y sus autoridades gubernamentales” (6). Desde una perspectiva empírica, el ámbito local ha sido un terreno fértil para investigar el papel de las instituciones y formas inclusivas de colaboración en los procesos de innovación social. En los principales trabajos en la parte estructural destacan autores como Swyngedouw (2005) , Moulaert et al. (2005) , Membretti (2007) y Edwards-Schachter, Matti y Alcántara (2012) , quienes establecen vínculos sólidos entre este grupo y el grupo de investigación en creatividad.
Moulaert y Mehmood (2020) describen precisamente la evolución del concepto de desarrollo local y el papel de la innovación social a lo largo de más de dos décadas de investigación, centrándose en varios proyectos en esa trayectoria. En su investigación destacan cómo evoluciona el proceso de teorización en la Comisión Europea (CE) mediante la recapitulación de los aportes de cada uno de estos proyectos.
Fue fundamental para construir el enfoque de desarrollo local en el programa Poverty III de la CE. El modelo se centró en analizar factores de pobreza en ciudades y localidades, relacionándolos con procesos de exclusión e inclusión social. Vinculó diversas relaciones sociales, campos existenciales y agencias estratégicas en un análisis dinámico de desarrollo local.
Exploró la relación entre el Estado capitalista y la innovación social en el contexto de la transición económica y política. Se examinaron los roles del Estado como desarrollador inmobiliario y su impacto en los presupuestos públicos y servicios.
Se centró en la política local, la relación entre el Estado y la sociedad civil, y cómo interactúan en iniciativas de innovación social. Se introdujo el modelo ALMOLIN (Alternative Models for Local Innovation), que analiza la evolución histórica y espacial de las iniciativas de innovación social en contextos urbanos.
Se enfocó en una epistemología que guíe la búsqueda de coherencia en la investigación. Se utilizó la economía político-cultural y la geografía relacional para analizar iniciativas de desarrollo local desde una perspectiva multiescalar y multiépoca.
Promovieron la cooperación transdisciplinaria entre científicos y profesionales de diferentes campos. Resaltaron la importancia de la reflexión epistémica y la falta de reflexividad y multiagencia en la práctica de investigación. Según los autores, el modelo IAD marcó el inicio de la trayectoria de la investigación en DEL e innovación social, coincidiendo con la época de auge de la literatura y el enfoque de desarrollo local desde finales de los años 70. Se destaca la atención en la literatura de desarrollo endógeno al dar un lugar más significativo a la cultura en los procesos y agencia de desarrollo. Tal como lo puntualizan Nussbaumer y Moulaert (2004) , el modelo cuestiona a priori la sumisión a limitaciones impuestas en el desarrollo ortodoxo. La alternativa implica estrategias que superen estas limitaciones, promoviendo la conciencia y el empoderamiento. El DEL se enfoca en el cambio estructural para mejorar el potencial colectivo, con hogares desempeñando un papel activo. Esto se logra mediante acciones productivas y capacidades individuales redescubiertas, convirtiendo a los ciudadanos excluidos en pilares de soluciones propias; vale mencionar que esta literatura carecía de una integración efectiva entre el análisis y la acción colectiva.
Por ello, a lo largo de la trayectoria, los cambios en la interpretación teórica del desarrollo local a través de los proyectos del DEL e innovación social reflejan cómo la red de investigación revisó sus perspectivas teóricas para superar estas deficiencias. Hubo un cambio recurrente de enfoque en el análisis de la estructura y las instituciones sociopolíticas en las que tenían lugar las iniciativas de desarrollo socialmente innovadoras, o en el poder proactivo de las agencias y procesos socialmente innovadores.
El ejercicio de integración centrado en la creatividad desde abajo amplió el espectro de visiones y agencias para combatir la exclusión social, y pone a prueba las formas de vida y expresión artísticas y culturales como modos de comunicación y toma de decisiones, contribuyendo así a una mejor comunicación y cooperación entre los tres tipos de agentes involucrados (artistas, agentes comunitarios y científicos) (Moulaert et al. 2013).
Este nuevo paradigma de innovación cambia la perspectiva de los procesos y su integración en las estructuras sociales, así como el objeto de la innovación. Las expectativas hacia las innovaciones sociales son enormes, ya que se esperan soluciones a problemas complejos como desempleo, seguridad social y riesgos ecológicos. En tiempos de crisis económicas, las innovaciones sociales son fundamentales para transformar culturas y prácticas en economía y consumo, impactando en el futuro de las próximas generaciones.
Según Rodríguez y Alvarado (2008) , la invención en la perspectiva de innovación social no solamente se puede concebir como el resultado de una genialidad o inspiración de un equipo, sino como el resultado de un proceso social producto de pequeños cambios progresivos. A partir de esta invención, da la posibilidad de la innovación, que de igual manera se podría concebir posteriormente como un proceso histórico de transformación social identificable una vez que se perciba un cambio de tendencia o la dirección de un proceso en la comunidad. En este sentido, los autores plantean que la clave de la replicabilidad se encuentra principalmente en la concepción de la innovación como un proceso en sí más que como un hecho.
Se puede incluso enfocar esta perspectiva desde un punto de vista antropológico. Engel (1997) puntualiza que la innovación transgrede la visión de un enfoque creativo individual, y, por el contrario, implica un esfuerzo social que necesita de la competencia conjunta de actores interrelacionados o lo que a su vez también se puede entender como un pensamiento sistémico en el cual existe un proceso de aprendizaje interactivo entre los participantes del proceso. Por consiguiente, la capacidad de innovar se considera una competencia social compartida entre actores sociales capaces de realizar en conjunto diferentes prácticas relevantes.
La naturaleza de este proceso se vincula con los principios del pensamiento ecologizado de Morin. En este sentido, lo que se plantea es que los agentes involucrados en un proceso de innovacion social partirían de un elemento propio de los seres vivos denominado auto-eco-organización, en el cual los seres humanos integran concientemente todos los elementos de su cultura y de la naturaleza, y comparten el aprendizaje.
Este proceso de interacción comunitaria culminará en una invención en el ámbito social. En otra palabras, bajo este principio la innovación social se concibe como un proceso de reorganización que estará caracterizado por iniciar con un proceso endógeno que podrá integrarse posteriormente con un proceso exógeno (Morin 1996).
Justamente, esta transformación en la dirección endógena → exógena tiene una connotación adversa, ya que usualmente las comunidades que realizan este tipo de procesos enfrentan frustraciones y privaciones, falta de oportunidades, exclusión estructural, entre otras dificultades, que exigen que prácticamente los individuos pertenecientes a esta comunidades tengan que ser sujetos activos de su propia transformación (Rodríguez y Alvarado 2008), pero al tener este contexto necesitan por consiguiente consolidar modelos para poder consolidarse como un proceso de transformación social.
La innovación social requiere acción y empoderamiento local, pero también conexiones más allá de la zona local, hacia nuevos mercados o fuentes de conocimiento. Tal como lo puntualizan Cejudo y Navarro (2020) en el contexto de la innovación rural, los emprendedores rurales, incluyendo los sociales y animadores de la comunidad, desempeñan un papel crucial. Es importante reconocer también la influencia de las redes sociales y los sesgos cognitivos en el éxito de los emprendedores, ya que rara vez operan de manera aislada.
Yunus, Moingeon y Lehman-Ortega (2010) puntualizaron que los emprendedores sociales pueden lograr este cambio al desarrollar modelos de negocios sociales innovadores para abordar integralmente los tres conjuntos de restricciones: económicas, sociales y ambientales, especialmente en países en desarrollo o países afectados por catástrofes. Así, la creación y constelación de valor de estos modelos está enmarcada en abordar elementos económicos, ambientales y sociales, al promover relaciones equitativas entre los actores clave y al adoptar un modelo de ingresos justo (Boons y Lüdeke- Freund 2013). Esta integración ratifica el vínculo del DEL con la innovación social, donde la implementación de soluciones innovadoras y socialmente orientadas puede generar impactos positivos en el crecimiento económico, la competitividad, la inclusión social y la atracción de inversiones, y ser un catalizador clave para el desarrollo y la mejora de las condiciones socioeconómicas en una comunidad.
El trabajo aborda el concepto del DEL desde una perspectiva nueva, centrándose en el desarrollo endógeno y su relación con la cultura y el desarrollo comunitario. Se destaca la evolución de las perspectivas teóricas sobre el DEL, que han surgido en paralelo a otras corrientes de pensamiento en el ámbito del desarrollo económico. Esto principalmente porque los enfoques tradicionales no son suficientes para abordar las necesidades de las economías emergentes, especialmente en lo que respecta al desarrollo territorial.
La importancia del pensamiento crítico de autores como Santos es un elemento clave en la comprensión del espacio y su relación con el desarrollo. Se deben considerar no solo aspectos económicos, sino también sociales y culturales, y promover el potencial colectivo de las comunidades locales.
Un elemento esencial ha sido entender por qué esta comprensión del espacio y su instancia social está relacionada al desarrollo endógeno, lo que permite impulsar el crecimiento económico sostenible al potenciar el capital social y humano a través de la cultura. Se sugiere repensar el DEL desde una nueva perspectiva que priorice la participación comunitaria y el desarrollo humano y la creación de valor compartido, pero sobre todo un enfoque más equitativo que reconozca los impactos sociales de las políticas empresariales.
En conclusión, el artículo ofrece una visión crítica del concepto del DEL y propone nuevas perspectivas para abordar los desafíos del desarrollo económico local, destacando la importancia de integrar aspectos sociales, culturales y humanos en las estrategias de desarrollo.
Es así como se genera el vínculo entre el desarrollo económico local y la innovación social para generar una perspectiva beneficiosa a distintos niveles y una reflexión sobre lo que significa la innovación. Por un lado, estimula a la actividad emprendedora, ya que la innovación social puede fomentar el surgimiento de emprendimientos que generan empleo, impulsan el crecimiento económico y contribuyen al desarrollo local. Por otro lado, mejora la competitividad sistémica, ya que la implementación de soluciones innovadoras y socialmente orientadas puede incluir la adopción de prácticas sostenibles, el desarrollo de productos y servicios innovadores, y la diferenciación en el mercado a través de enfoques socialmente responsables.
Este vínculo termina destacando su relevancia en la gestión social y el desarrollo, ya que también potencia la inclusión social, debido a que la innovación social puede abordar desigualdades y brechas sociales, promoviendo la inclusión de grupos marginados o desfavorecidos. A través de este vínculo se puede visualizar la atracción de inversiones y recursos considerando que el DEL puede generarse de la implementación de soluciones innovadoras y socialmente relevantes para impulsar el crecimiento económico y la mejora de la calidad de vida.
Es importante destacar que este enfoque reflexivo en la investigación de la innovación social implica que los investigadores busquen trabajar de acuerdo con los sistemas de valores y principios de relaciones sociales inherentes a la innovación social, pero esto es objeto de mediación continua entre los socios en la arena de la investigación-acción. Aunque ha habido avances en la investigación de la innovación social y el desarrollo local, sigue siendo un desafío abrir el debate epistémico a otras disciplinas y comunidades de práctica en busca de un marco de investigación-acción de innovación social estructurado de manera interactiva y de largo alcance.
[1] Lucero Mora, G. F. (2024). El desarrollo económico local y su vínculo con la innovación social: su competitividad hacia un espacio de desarrollo endógeno. Estudios De La Gestión: Revista Internacional De Administración, (17), 89-110. https://doi.org/10.32719/25506641.2025.17.5