Los puntos ciegos de la economía neoclásica en la economía política de la cocaína del siglo XXI

The Blind Spots of Neoclassical Economics in the Political Economy of 21st-Century Cocaine

Álvaro Vélez1

1. Magister en Relaciones Internacionales, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador (UASB-E). alvaro.velez@uasb.edu.ec.

Recibido: 31 de octubre de 2023. Revisado: 13 de septiembre de 2024. Aceptado: 3 de diciembre de 2024

https://doi.org/10.32719/26312549.2023.23.1

Para citar este artículo: Vélez, Álvaro. “Los puntos ciegos de la economía neoclásica en la economía política de la cocaína del siglo XXI”. Comentario Internacional 23 (2024): 11-30.



Resumen

El texto plantea la existencia de limitaciones conceptuales, empíricas y disciplinarias en la economía neoclásica que dificultan la comprensión de las complejidades relacionadas con la economía de la cocaína en los países andinos. Se argumenta que la economía política de la cocaína (EPC), por sí sola, no puede tratar todas las dimensiones y los procesos vinculados a este fenómeno. Para abordar este tema de manera más completa, se sugiere explorar las interconexiones entre la EPC, la ecología política y la economía ecológica, especialmente en lo que respecta a las consecuencias ambientales del cultivo de hoja de coca y el comercio de cocaína. Se plantea la necesidad de considerar diferentes enfoques y disciplinas para una comprensión más integral. Además, se propone el desarrollo de una “nueva economía política” que vaya más allá del marco conceptual tradicional centrado en el narcotráfico. Esto implica la recalibración y reformulación de conceptos existentes para una comprensión más precisa de la EPC y sus implicaciones para los países andinos y América Latina.

Palabras clave: política sobre drogas, crisis ecológica, económicas, cocaína, América Latina

Abstract

The text raises the existence of conceptual, empirical and disciplinary limitations in neoclassical economics that hinder the understanding of the complexities related to the cocaine economy in the Andean countries. It is argued that the Political Economy of Cocaine alone cannot address all the dimensions and processes linked to this phenomenon. To address this issue more fully, it is suggested that the interconnections between the Political Economy of Cocaine, Political Ecology PE and Ecological Economics EE be explored, especially with regard to the environmental consequences of coca leaf cultivation and cocaine trade. The need to consider different approaches and disciplines for a more comprehensive understanding is raised. In addition, it proposes the development of a “New Political Economy” that goes beyond the traditional conceptual framework centered on “drug trafficking”. This implies the recalibration and reformulation of existing concepts for a more precise understanding of the Political Economy of Cocaine and its implications for the Andean countries and Latin America.

Keywords: drug policy, ecological crisis, economics, cocaine, Latin America



Introducción

Superar los puntos ciegos de la economía neoclásica guarda relación con el examen de los diferentes significados y enfoques que se han dado al concepto de economía política a lo largo del tiempo. Adam Smith consideraba la economía política como la ciencia para gestionar los recursos de una nación y generar riqueza, mientras que, para Marx, se refería al modo en que la propiedad de los medios de producción influenciaba los procesos históricos. En todo caso, se parte de la idea de que la economía política no es un enfoque unificado, sino una familia de enfoques con múltiples interpretaciones.

La economía política de la cocaína (EPC), la ecología política (EP) y la economía ecológica (EE) son ámbitos y temas que, a primera vista, parecen no tener relación directa entre sí. Sin embargo, hay una conexión que se puede explorar mediante el planteamiento de que el mercado de la cocaína está insertado en algo mucho más grande: la naturaleza.

En intercambios con el profesor William Sacher, acordamos que el asunto no es describir las relaciones visibles, tampoco demostrar o encontrar los puntos ciegos que impiden ver la relación de estos ámbitos interdisciplinares. Dice el profesor que “más que una contribución teórica que pretenda establecer los enlaces entre economía y ecología políticas, el objetivo debería ser indagar cómo la ecología política puede aportar para echar luz sobre las consecuencias ambientales desiguales del cultivo y la comercialización de la cocaína”.1

El supuesto hipotético es que existen unos puntos ciegos conceptuales, empíricos y disciplinarios que impiden una comprensión de las múltiples problemáticas subyacentes del fenómeno. Nos aproximamos a evidenciar que, aunque sea de manera tentativa, hay dimensiones y procesos que no puede describir y analizar la EPC por sí sola.

Nos adentramos en un análisis que subraya la necesidad imperante de explorar distintos enfoques y dimensiones de la economía política al abordar el tema del narcotráfico, especialmente en relación con la cocaína. Este ámbito de estudio a menudo pasa por alto aspectos cruciales que influyen en su comprensión. Se plantea que la EP y la EE pueden proporcionar marcos teóricos y metodológicos valiosos para entender los desequilibrios en la distribución de recursos y los impactos ambientales asociados.

La conexión entre la EPC, la EP y la EE se destaca particularmente a través de los efectos ambientales y sociales generados por la producción y el consumo de cocaína. Esta relación subraya la importancia de abordar estos problemas de manera integral, con un enfoque de promoción de la salud colectiva global y la protección de áreas ambientales críticas, como los bosques tropicales del piedemonte amazónico.

El enfoque de economía política adoptado en este contexto se presenta como una propuesta epistemológica heterodoxa y crítica del pensamiento económico neoclásico, acogiendo la postura de un cambio necesario en el metabolismo social, esto es, que se deben implementar políticas que controlen el mercado y contribuyan a reestructurar la relación de la sociedad con la naturaleza.

Se discuten los puntos ciegos en el estudio del narcotráfico y se propone una nueva economía política que vaya más allá del marco establecido por la “guerra contra las drogas” impulsada por Estados Unidos. Además, se destaca la importancia de países como Colombia y Ecuador en la EPC. Abordamos también la influencia del neoliberalismo en la mercantilización de bienes públicos, incluyendo la naturaleza.

Economía política: un concepto con múltiples acepciones

Se propone que es necesario preguntarse de qué tipo de economía política estamos hablando y evidenciar, asimismo, cómo la economía política es un marco importante que permite analizar muchos procesos asociados al sector de la cocaína (producción, distribución, consumo), pero que queda “ciega” en el análisis de otros. En ese contexto tienen sentido los aportes de la EE y la EP.

Dice el profesor Sacher que existe un potencial de la EE y la EP para echar luz sobre procesos asociados al sector de la cocaína, si se recurre a sus aparatos conceptuales y metodológicos.2 En particular, nos ayuda a entender mejor todos aquellos procesos vinculados a acaparamientos desiguales de recursos (tierra, agua, energía, entre otros) y a la contaminación del ambiente en general, y cómo estas afectaciones son vividas y padecidas de manera desigual.

Por lo tanto, la definición del tipo de economía política que aquí se asume guarda relación con el lugar que ocupa la naturaleza en el pensamiento económico y con el compromiso académico militante de “acelerar la reconversión mental e institucional necesaria para replantear las metas y las reglas del juego económico que gobiernan el metabolismo de la sociedad actual”.3 Es decir, estamos hablando de una economía política crítica del pensamiento económico neoclásico en su divorcio completo con la naturaleza, y nos ubicamos en una economía como sistema abierto que se entiende subsistema de la naturaleza. Lo anterior es fundamental para romper con la hipótesis de que el mercado es la herramienta adecuada para resolver los impactos y problemas ambientales; considera mejor que el mercado sea controlado por instituciones y políticas para, como diría Naredo, “reconvertir el metabolismo de la sociedad actual”.4

Dice Aguilera que la economía sufre un reduccionismo que se consolida con los autores conocidos como “neoclásicos” y que se afectó la noción y el objeto de la disciplina, de modo que “ya no hablaremos de una economía más o menos relacionada con la naturaleza sino de una economía de sistema cerrado que la va ignorando paulatinamente hasta que se olvida por completo de ella”.5

Hablando sobre una “nueva racionalidad” y la EE, Aguilera cita a Kapp:

[S]olo desterrando las premisas filosóficas de los siglos XVIII y XIX; reformulando y ampliando el significado de los conceptos básicos de riqueza, producción y renta; y complementando el análisis de los precios de mercado con el estudio del valor social, podrá la ciencia económica alcanzar la comprensión crítica e imparcial del proceso económico que le permita ser útil a cualquier forma de organización económica. Incluyendo los costes sociales, los rendimientos sociales y el valor social en el análisis, la ciencia económica llegará a ser “economía política”, profunda y amplia, mas no la de los clásicos.6

The Oxford Handbook of Political Economy considera a la “economía política como una gran (aunque imperfecta) síntesis de estas diversas corrientes. En nuestra opinión, la economía política no es un enfoque único y unificado, sino una familia de enfoques”.7 En este sentido, para la problemática multicrítica y multidimensional convencional y equívocamente llamada “narcotráfico”, la economía política y sus relaciones con la EP y la EE se entienden como explicaciones interdisciplinares y heterodoxas. También se la asume como área de estudio crítica y como enfoque metodológico.

Una “nueva economía política” para el análisis del sector de la cocaína en América Latina

Se pretende una trascendencia y reformulación de conceptos, pues el punto de partida mismo es transgredir el marco epistémico propio del tema por todos conocido como narcotráfico. Así, se establecerá que existe una nueva realidad epistémica, esto es, una “recalibración epistemológica”8 del narcotráfico.

Aquí entendemos transgredir como no respetar, saltando lo que por norma o costumbre se ha entendido como un discurso inquebrantable y que ha pretendido científica y políticamente establecerse hegemónico, como un precepto epistémico. “Ser transgresor o transgresora es romper con las estructuras establecidas y con los intereses creados de quienes dominan la sociedad”.9

Con Estrada, se lee que “‘[n]arcotráfico’ es una expresión ideologizada en función de las políticas de la guerra contra las drogas de los Estados Unidos y no da cuenta de las características esenciales de ese tipo de economía”.10 Ese marco epistémico del narcotráfico se caracteriza por la hipótesis del Homo economicus, que supone que, si hay una reducción de área sembrada, habría también una reducción de la oferta; es decir, la política de erradicación forzada vía fumigaciones con glifosato o incluso la sustitución de cultivos. Otros aspectos característicos son “las categorías de mercado de tránsito, mercado de producción, mercado de consumo, mercado de lavado de dinero y mercado de precursores químicos, asignados a países”.11

El caso de Ecuador consiste en que no se produce hoja de coca como tal, pero sí se procesa pasta base de cocaína (PBC) y clorhidrato de cocaína, transportándola hasta los mercados internacionales. Y esto ya es un asunto diferencial, que va en dirección a desmontar las ideas y visiones que se han impuesto con las mismas políticas dominantes de la lucha mundial antidrogas.12

El reto de la realidad que se impone es que presume que ya no es necesario producir hoja de coca para procesar cocaína en un territorio cualquiera. Como todo indica, esta parece ser la tendencia predominante; así lo dicen, por ejemplo, la intención de la ciudad de Berna (Suiza) de realizar una prueba piloto de venta controlada de cocaína, como ya lo hizo con proyectos piloto de venta de cannabis,13 y de la misma manera que Canadá otorgó licencias a la empresa Sunshine Earth para producir y vender cocaína, con la intención expresa de mejorar las condiciones de seguridad para los consumidores.14

Por eso, desde la economía política seguimos la reflexión sobre “ver y no ver como un economista político” que realizan Jacqueline Best et al., mirando hacia atrás en la historia de la economía política, con la intención de “identificar puntos ciegos clave en el campo y comprender cómo muchos académicos pasaron por alto o interpretaron erróneamente dinámicas importantes que definen la economía política global”.15 Lo hacemos mediante una pregunta fundamental en la construcción de una nueva economía política: ¿cuáles son los puntos ciegos en nuestra comprensión del desarrollo histórico de la economía política global que hoy distorsionan la comprensión del presente?16

Los puntos ciegos identificados por Best et al. son al menos de tres tipos: conceptuales, empíricos y disciplinarios, y nos ayudan a dimensionar las causas por las cuales los estudios en economía política de las drogas hoy pueden ser revitalizados en lo que, primero, identificamos empíricamente como una nueva situación estructural y de coyuntura de la economía política global de las drogas en el contexto de todos los cambios ocurridos en el siglo XXI; y que, segundo, identificamos epistemológicamente como una nueva realidad teórica y conceptual, esto es, una nueva economía política y en específico de la cocaína, para ser rigurosos en cuanto a distinciones que precisan detalles más concretos de la realidad en estudio. Con el tema equivoca e ideológicamente llamado narcotráfico aplica la situación, en la medida en que “ya no está claro que nuestros marcos teóricos, conceptos clave y preocupaciones empíricas estén a la altura de la tarea de comprender —y mucho menos de proponer soluciones a— los desafíos globales de la época en que vivimos”.17

Según los autores, los puntos ciegos conceptuales ocurren cuando nuestras lentes analíticas nos llevan a ver los objetos de nuestros estudios de manera particular en el proceso, oscureciendo otras formas posibles de ver y dar sentido al mundo o a la realidad problemática. Por su parte, los puntos ciegos empíricos implican ignorar o tratar como periféricos problemas y procesos que, de hecho, son centrales. Finalmente, a través de los puntos ciegos disciplinarios llegamos a definir el dominio apropiado de estudio de la economía política y los debates que lo definen.18

En diálogo sobre esta idea, dice el profesor Sacher que “también puede ser una forma de abordar un problema, privilegiando un aspecto y un enfoque en específico para poder profundizarlo mejor”,19 lo cual es cierto metodológicamente. Sin embargo, aquí lo que decimos es que hay procesos que son tratados como periféricos en la EPC, como los impactos ecológicos de ese sistema de producción agroindustrial, y que en una nueva macroeconomía abierta entrarían a ser aspectos centrales.

Es en ese orden de ideas que insistimos en que estamos hablando de una ceguera conceptual, empírica y disciplinaria, que no permite ver más allá de la concepción de la maximización de la utilidad y el beneficio, ni más allá de los modelos de análisis de producción, distribución y consumo. Se necesita, pues, un análisis holístico e integrado que incluya la dimensión de la naturaleza, el ámbito de la ecología y los flujos de la interacción entre economía y ambiente.

Intersecciones críticas entre la economía política de la cocaína, la ecología política y la economía ecológica

La EPC, la EP y la EE están vinculadas a través de los impactos ambientales y sociales de la producción y el consumo, en el marco de la política prohibicionista de la guerra contra las drogas. Nos aproximamos a una versión radical de la EE que “plantea la necesidad de realizar una ruptura con el discurso de la racionalidad económica neoclásica. Su hipótesis central es que la crisis ambiental es resultado de una crisis del proyecto civilizatorio occidental y de su racionalidad económica”.20

Se trata de una propuesta epistemológica heterodoxa y de un diálogo, pues la EP no abarca todo, no subsume a otras áreas, sino que se conecta con ellas. Para nuestro caso de diálogo heterodoxo, no lo desarrollaremos en profundidad pero sí mencionaremos por ejemplo el trabajo de Cáliz, que reconoce que “el uso de las drogas por jóvenes adolescentes es una realidad local, nacional y mundial que responde a determinaciones que superan el plano singular de la persona, de la dimensión privada del consumo y de su psiquis individual, para colocarse en la interacción orgánica de todo el ciclo productivo del capitalismo”.21

La pretensión de recurrir a los marcos de la EP y la EE tiene que ver con la intención (y necesidad, a nuestro parecer) de abordar de manera integral un problema multidimensional que requiere soluciones en ese mismo sentido; es decir, que promuevan la salud colectiva global, no tanto la visión convencional de la “salud pública”, y la protección de áreas naturales especiales, por ejemplo, del piedemonte amazónico del Putumayo y el Caquetá o del litoral pacífico de Nariño y Cauca.

No trabajamos con la noción conceptual de “salud pública” que se encuentra en el ámbito convencional de la epidemiología. Cuando hablamos de “salud colectiva global” nos ubicamos conceptual y analíticamente en la epidemiología crítica de las drogas, que encuentra que —mediante los determinantes sociales de la salud— las enfermedades del consumo de drogas están asociadas también a las realidades de la desigualdad socioeconómica: unos pocos, por su poder adquisitivo, acceden a la pureza de la cocaína, mientras la mayoría de población consume un producto cortado y degradado por otras sustancias químicas, con serias repercusiones. Esto quiere decir, asimismo, que la producción va más allá del cultivo de la hoja de coca, a un ámbito diferente: el procesamiento a escala de la PBC y el clorhidrato de cocaína.

El objetivo guarda relación con esa preocupación analítica. Es decir que, poniendo énfasis en los puntos ciegos del fenómeno, la mirada se vuelve holística y se comprenden también los muchos cambios ocurridos en la realidad concreta, que hacen que las miradas tradicionales y convencionales aquí sean cuestionadas.

Nosotros queremos llegar a una explicación integral de lo que denominamos el “hecho económico de la cocaína”, lo cual se puede lograr desde la EE, que trasciende el campo dominante de la economía neoclásica y su renuencia a considerar al medio ambiente en su papel en la producción de bienes y su circulación. Nosotros buscamos considerar el papel del entorno, de la naturaleza en su conjunto, lo cual significa hacer visibles nuevos elementos propios de la EPC, pero también permitiendo el conocimiento de los cambios en la realidad objeto de estudio.

Esto, en el contexto de la producción de hoja de coca y de cocaína, y recordando el antiguo eslogan que formó parte durante años de la política de la guerra contra las drogas en Colombia, “No cultives la mata que mata”: una concepción de guerra contra la naturaleza. Se trata de un punto ciego para Occidente, pero no para las visiones indígenas, que entienden que la coca es el sustento y equilibrio de la vida, es decir, un punto de vista no solo antagónico sino sobre todo dialéctico.

La guerra contra las drogas tiene una visión ontológica dominante de la naturaleza que es bien descrita por Sacher como “naturalismo bipolar”, por ejemplo:

La naturaleza tiende a ser considerada como un dominio estático ahistórico y universal, determinado y caracterizado por un conjunto de leyes y procesos inmutables. La humanidad, por su parte, está condenada a enfrentar esta naturaleza inmutable (externa, pero también su propia naturaleza interna).22

Aquí se lucha como una guerra contra una planta endémica de los Andes, de usos ancestrales, que se considera la fuente de los problemas sociales, económicos y políticos. Se asume, además, que si se destruye la planta se acaban los problemas: se erradica la planta y se erradican los conflictos; se reducen las hectáreas cultivadas y se reduce el consumo.

Aquí discutimos esa visión y consideramos, desde un naturalismo dialéctico, que “la naturaleza y la sociedad de hoy son resultantes de un continuo proceso histórico de codeterminación mutua […]. Sin embargo, a cada condición histórica y cada modo de producción corresponde una forma metabólica específica de mediación entre sociedad y naturaleza”.23

Estamos hablando del metabolismo sociedad-naturaleza de la cocaína, pues no existen de manera autónoma, aislada, dual, por un lado la naturaleza y por otro la sociedad o la cultura; por el contrario, existe de facto una relación de lógica dialéctica. No hay una separación hermética entre sociedad consumidora y naturaleza proveedora.

Desde otro ámbito interdisciplinario, pero en el mismo sentido aquí propuesto, la EE conduce a categorías imbricadas que no son fáciles de distinguir: ¿dónde está lo natural?, ¿dónde está lo social? Cuán compleja es la definición de naturaleza. Sin embargo, la preocupación en este momento no es ontológica, sino epistémica y metodológica; esto es, desde la cuestión metabólica asociada a los flujos de materia y energía y sin desligarse de la EPC en sí, que ya por sus características tiene que ver con el acaparamiento desigual de recursos, del trabajo humano y de la producción del valor de la mercancía.

Entonces, combatir los puntos ciegos implica diferenciar entre coca y cocaína (economía cocalera/economía de la cocaína), pero también identificar los residuos generados por la producción —que se puede llamar “industrial”— de la cocaína.24 Otro de los puntos ciegos es que los proyectos de sustitución de cultivos de hoja de coca no integran otras formas de considerar el valor económico, es decir, no reubican la EPC dentro de la naturaleza.

Por eso la literatura relevante aporta diversas definiciones conceptuales que será necesario explorar. Por ejemplo, Martínez Alier y Roca explican que “[l]a economía ecológica se enfoca en el metabolismo social, que incluye el seguimiento de los flujos de energía y materiales en la economía humana, la identificación de discrepancias entre el tiempo económico y el biogeoquímico, y la investigación de la coevolución de especies y variedades agrícolas con los humanos”.25

Aguilera, por su parte, nos dice que

la economía ecológica se plantea como un sistema de conocimiento diferente que acepta como punto de partida que la economía es un sistema abierto para estudiar cómo se interrelaciona la actividad económica con los ecosistemas y con los sistemas sociales y cómo se influyen de manera mutua. Es más, se podría decir que la economía ecológica pretende comprender la posición del hombre en un mundo que está siendo simultáneamente creado y destruido por el hombre. Por eso, el objeto de esta economía consiste en el estudio del proceso de la creación social y de la destrucción y la transformación ecológica.26

En concreto,

la economía ecológica ha de preocuparse, en primer lugar, de la naturaleza física de los bienes a gestionar y la lógica de los sistemas que los envuelven, considerando desde la escasez objetiva y la renovabilidad de los recursos empleados, hasta la nocividad y el posible reciclaje de los residuos generados, a fin de orientar con conocimiento de causa el marco institucional para que este arroje ciertas soluciones y no otras en costes, precios y cantidades de recursos utilizados, de productos obtenidos y de residuos emitidos.27

En el tema por todos conocido como narcotráfico existen muchas sombras. Aquí las abordamos académicamente desde los puntos ciegos. Digamos que son dimensiones o ámbitos no del todo trabajados académicamente, o tratados aún de manera insuficiente; por ejemplo, la economía ecológica de la cocaína, que se enfocaría en el metabolismo social, que incluye el seguimiento de los flujos de energía y materiales en la economía humana, sobre todo con un enfoque en conocer y evaluar la (in)sustentabilidad ecológica de la economía del alcaloide. Esto es problematizar el doble papel de la naturaleza como suministradora de recursos y receptora de residuos.28

La guerra contra las drogas ha tenido un impacto devastador en el medio ambiente y la biodiversidad. Este trabajo propone un marco que permita no solo reconocer la urgencia de un cambio, sino también avanzar hacia la restauración y conservación de los ecosistemas. La producción de cocaína genera enormes presiones sobre la naturaleza, lo que resalta la necesidad de abordar este problema desde un enfoque integral y sostenible. La tabla 1 detalla algunas dimensiones de las tendencias de aumento de ese sector productivo.


Tabla 1. Monitoreo y demanda

Indicador

2022

2023

Cambio

Cultivos de hoja de coca en Colombia

230 000 ha

253 000 ha

+ 10 %

Potencial producción de cocaína en Colombia

1740 t

2664 t

+ 53 %

Elaboración propia a partir de Colombia Ministerio de Justicia y ONU Oficina contra la Droga y el Delito (UNODC), Monitoreo de territorios con presencia de cultivos de coca: Resumen ejecutivo (Bogotá: Ministerio de Justicia de Colombia / UNODC, 2023).

La crítica situación ambiental y de impacto a la biodiversidad se agrava debido a que la producción de PBC y clorhidrato de cocaína siempre tiende a superar los niveles necesarios para satisfacer la demanda de los mercados globales y los elevados índices de incautaciones en fronteras y puertos internacionales. La diferencia entre la cantidad de cocaína incautada y la que llega a los mercados globales de consumo tiene profundas implicaciones ambientales y ecológicas, ya que refleja el enorme volumen de producción necesario para abastecer tanto la demanda como las pérdidas asociadas a las interdicciones. Así, la producción de cocaína implica un metabolismo social que demanda recursos naturales y energía a gran escala, deforestación masiva, incineración de la cobertura vegetal, degradación del bosque, contaminación hídrica y del suelo y altos flujos energéticos, por ejemplo en transportes. La tabla 2 trae algunos datos para aproximarse a dimensionar la problemática.


Tabla 2. Algunas dimensiones de la problemática ecológica de la producción de cocaína, 2022

Área sembrada con coca en el mundo

Producción potencial mundial de cocaína

(100 % pura)

Incautaciones de cocaína en el mundo

Cantidad de personas que consumen cocaína en el mundo

355 000 ha

2757 t

2026 t

23 460 000

Elaboración propia a partir de Colombia Ministerio de Justicia y ONU UNODC, Monitoreo de territorios.

La tabla 3 brinda información para entender una guerra que es ecológicamente insustentable.


Tabla 3. Aproximación a los impactos de la guerra contra la cocaína

Deforestación en territorios con coca en Colombia

11 829 ha

Erradicación manual forzosa de cultivos de coca (1994-2023)

2 923 316 ha

Incautación de hoja de coca en Colombia, sumando las vigencias (2022-2023)

1660 t

Incautación de PBC y base de cocaína en Colombia (2023)

99 356 kg

Incautación de clorhidrato de cocaína en Colombia (2023)

746 825 kg

Infraestructura de laboratorios para producción de clorhidrato de cocaína desmantelados en Colombia (1997-2024)

6263

Elaboración propia a partir de Colombia Ministerio de Justicia y ONU UNODC, Monitoreo de territorios.

La economía política de la cocaína y la neoliberalización de la naturaleza

De los países andinos, Colombia resulta ser el más importante en el contexto de la EPC, dado que ostenta la posición de mayor y principal productor mundial de hoja de coca y de clorhidrato de cocaína del mundo. En el año 2022, Gustavo Petro asumió la presidencia de Colombia marcando un posible cambio reformista hacia políticas de izquierda y un distanciamiento del neoliberalismo. En todo caso, el fin de la era neoliberal aún está por verse; las reformas podrían ser limitadas, lo que reforzaría la secuencia de continuidad y conjugaría la resiliencia del sistema, al conseguir una versión o variable colombiana de neoliberalismo. Es en este contexto que debe someterse al análisis la nueva política de drogas, denominada “Sembrando vida desterramos el narcotráfico”, y parafraseada como “Oxígeno y asfixia”.

Después de la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Drogas, convocada por los Gobiernos colombiano y mexicano en septiembre de 2023 en Cali, se propuso como objetivo replantear la política de drogas ante la necesidad de cambiar el paradigma, identificando el fracaso de la guerra contra las drogas impulsada por Estados Unidos. Sin embargo “solamente Chile y Uruguay sentaron una posición contundente sobre la necesidad de legalizar y regular los mercados para garantizar condiciones de seguridad, paz y control de sustancias. El resto de Gobiernos se dedicó a exponer sus esfuerzos por incautar, capturar, perseguir y desmantelar redes de tráfico de sustancias”.29 Estefanía Ciro va más allá:

¿En qué es novedoso? En que narcotiza el tratamiento ambiental de la Amazonia colombiana; el Gobierno nacional con la UNODC parece intentar plantear una estrategia de intervención de control regional insistiendo en la presencia creciente del crimen en esta región. Se les olvida que el crimen en la Amazonia empezó con el etnocidio de las naciones indígenas desde los modelos de acumulación del capital, cuya expresión más viva son los empresarios caucheros esclavizando y asesinando. También lo fue la propia política de drogas de aspersiones y militarización de la Amazonia con el Plan Colombia. No obstante, quieren relanzar una estrategia de intervención internacional.30

La recientemente implementada política de drogas en Colombia se presenta como un enfoque integral, como una “política holística” liderada principalmente por Estados Unidos, pero se encuentra aún arraigada en el discurso del prohibicionismo, como señala Ciro. En este sentido, es fundamental analizar la política de drogas en el contexto de la resiliencia del neoliberalismo en Colombia, ya que ambas cuestiones están estrechamente relacionadas. Como dice Maillet, “el concepto de neoliberalismo es una herramienta analítica imprescindible para dar cuenta del rol del Estado en los mercados en la América Latina contemporánea”.31 Además, “el problema de fondo de la ideología neoliberal al pretender regular la interacción de las sociedades con el mundo biofísico es su tratamiento de la naturaleza como una mercancía ficticia”.32

Siguiendo con Villavicencio:

Usamos […] el término neoliberalismo de una manera específica: una ideología política que apunta a someter los temas sociales, políticos y ecológicos a la dinámica del capitalismo de mercado. En este sentido, el proyecto de conservación neoliberal de la naturaleza consiste en un conjunto de ideologías y prácticas que parten de la premisa de que la naturaleza puede ser “salvada” únicamente a través de la sumisión al capital y su subsecuente revaluación en términos capitalistas.

[…] Es tiempo de empezar a convencernos de que “el capitalismo no es un sistema económico; no es un sistema social; es ante todo una manera de organización de la naturaleza” [Moore]. Peligrosamente el Gobierno y las élites se encuentran empeñados en una reorganización de consecuencias impredecibles para los entornos naturales del país.33

En este caso, el autor se refiere a Ecuador, que desde luego también se encuentra implicado en la mencionada política de drogas, y no solamente en los espacios o zonas de frontera.

Primero, hay que destacar lo que se entiende aquí por neoliberalismo, dado que este es otro punto ciego: a veces se ha utilizado el concepto de manera equívoca, considerando que se trata meramente de una receta económica y no de un proyecto político de clase. “El carácter de clase del proyecto neoliberal es una teoría extendida que considera al capital como el motor de las dinámicas neoliberales”.34 Por otra parte, Villavicencio resalta que “tiene más sentido hablar de neoliberalización en lugar de neoliberalismo en abstracto. Este último se refiere a un fenómeno fijo y homogéneo, mientras el primero a un proceso espacial y temporal”.35

En este orden de ideas, nos recuerda que

[u]na de las contribuciones remarcables del pensamiento de K. Polanyi consiste en recordarnos que el mercado, como el principio básico de organización de las sociedades, tuvo su origen histórico en la transición del feudalismo al capitalismo. Su creación requirió la transformación de la naturaleza en la tierra, la vida en trabajo y el patrimonio en capital. Esto fue para Polanyi La gran transformación, la conversión de los medios de producción (no únicamente sus productos) en mercancías para ser manejadas a través del mercado […].

En el proceso de formación del mercado, la tierra fue abstraída del mundo natural y tratada como una mercancía intercambiable, el trabajo fue abstraído de la vida y tratado como una mercancía para ser valorada e intercambiada de acuerdo a la oferta y la demanda, y el capital fue abstraído de su contexto social, no más tratado como un patrimonio colectivo o individual, sino como una fuente intercambiable de ingreso para los individuos […].

Polanyi detalló las tensiones inherentes entre la naturaleza y la tendencia ilimitada de crecimiento de capital originadas en el tratamiento de insumos no producidos como mercancías (naturaleza, trabajo y capital) como si estos fuesen mercancías.36

Por esto seguimos a Villavicencio cuando propone la expresión “neoliberalización de la naturaleza”. Él menciona que globalización, naturaleza y neoliberalismo son términos complejos, y que abarcan una amplia gama de significados aplicables a diversas realidades del mundo; el último, por ejemplo, abarca compromisos ideológicos, discursos y prácticas institucionales promovidas por alianzas de clases dominantes en diversas escalas geográficas.37

Sin embargo, la corporatización, mercantilización y privatización de bienes públicos gestionados por el Estado son rasgos característicos del enfoque neoliberal. Es un proyecto que busca abrir nuevos espacios para la acumulación de capital en áreas que antes se consideraban ajenas al cálculo de rentabilidad.38

En términos ideales, el neoliberalismo es simultáneamente un proyecto social, ambiental y global. Socialmente, implica una renegociación de los límites entre el mercado, el Estado y la sociedad civil de tal manera que un número creciente de esferas sociales son gobernadas bajo la lógica económica. Ambientalmente, implica la privatización y mercantilización de un número creciente de aspectos de la esfera biofísica bajo el apoyo del Estado y grupos de la sociedad civil, actuando como facilitadores y reguladores.39

Finalmente, cuestionamos los fundamentos del enfoque económico neoclásico, como la idea de preferencias del actor racional, la distribución de la producción según la teoría marginalista y la existencia de información perfecta. Este cuestionamiento conduce a una visión alternativa de las relaciones entre la sociedad y la naturaleza, que considera la interacción de sistemas abiertos en equilibrio dinámico y en constante evolución. Se destaca el proceso continuo de intercambio de información, materia y energía en los ecosistemas, del cual los seres humanos obtienen beneficios, en contraste con la visión neoclásica que ve la naturaleza simplemente como proveedora de servicios.40

La neoliberalización de la naturaleza es la privatización y mercantilización de aspectos de la esfera biofísica que antes se consideraban ajenos a los cálculos de rentabilidad. Esto refleja un cambio en la relación entre mercado, Estado y sociedad civil que afecta a la EPC. Al explorar la interacción entre la EP y la EE y adoptar una perspectiva de naturalismo dialéctico, se revela una comprensión más profunda de los problemas asociados con la cocaína y su impacto en la naturaleza y la sociedad. Esto desafía las visiones tradicionales y convencionales, y permite un análisis más completo de esta compleja realidad.

Conclusiones

Nos aproximamos a presentar las evidencias para plantear que existe de facto la necesidad de explorar diferentes enfoques y dimensiones de la economía política para analizar el sector de la cocaína, ya que esta área de estudio a menudo pasa por alto ciertos aspectos. La EP y la EE podrían proporcionar marcos teóricos y metodológicos útiles para comprender los desequilibrios en la distribución de recursos e impactos ambientales.

En cuanto a la relación entre la EPC, la EP y la EE, se destaca la interconexión a través de los impactos ambientales y sociales de la producción y el consumo de cocaína. Por eso se propone que es necesario abordar estos problemas de manera integral, promoviendo la salud colectiva global y protegiendo áreas específicas de los bosques tropicales del piedemonte amazónico, entre otras áreas ambientales específicas.

Se destaca que la economía política adoptada en este contexto es una propuesta epistemológica heterodoxa y crítica del pensamiento económico neoclásico —que se separa completamente de la naturaleza y del aquí—, y se aboga por una nueva economía como sistema abierto y subordinado a la naturaleza. Se cuestiona la idea de que el mercado sea la solución adecuada para resolver los problemas ambientales y se argumenta que se deben implementar nuevas políticas que, en función de controlar el mercado, coadyuven en la reestructuración del metabolismo de la sociedad.

Se propone entonces una nueva economía política para analizar el sector de la cocaína en América Latina, la cual debe trascender el marco epistémico del narcotráfico establecido por la propuesta estadounidense de la guerra contra las drogas; esto es, se deben recalibrar y reformular los conceptos existentes para comprender mejor la realidad de la EPC y sus implicaciones. Se argumenta que el neoliberalismo busca la mercantilización y privatización de bienes públicos, incluyendo la naturaleza, y que esta visión plantea desafíos a la sostenibilidad ambiental.


1. William Sacher, entrevistado por el autor, mayo de 2023.

2. Ibíd.

3. José Manuel Naredo, La economía en evolución: Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico (Madrid: Siglo XXI, 2003), 115.

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Vélez, A. (2025). Los puntos ciegos de la economía neoclásica en la economía política de la cocaína del siglo XXI.  Revista Comentario Internacional 23. Publicado bajo licencia  CC BY-NC 4.0