Eutopia. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 19, junio 2021, pp. 97-118

ISSN 13905708/e-ISSN 26028239

DOI: 10.17141/eutopia.19.2021.4966

 

 

 

Jóvenes de familias migrantes y transición agroecológica en el Cinturón Hortícola de La Plata, Argentina

Youth from migrant families and agroecological transition in the Horticultural Belt of La Plata, Argentina

 

 

Susana Shoaie Baker. Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, Argentina. susanashoaie@hotmail.com http://orcid.org/0000-0003-2296-5260

 

Matías García. Universidad Nacional de La Plata, Universidad Nacional Arturo Jauretche, Buenos Aires, Argentina. garciamatias@agro.unlp.edu.ar http://orcid.org/0000-0002-8554-5805

 

 

Recibido: 31/03/2021 - Aceptado: 26/05/2021

Publicado: 30/06/2021

 

 

 

 

Cómo citar este artículo: Susana Shoaie Baker y Matías García. 2021. “Jóvenes de familias migrantes y transición agroecológica en el Cinturón Hortícola de La Plata, Argentina”. Eutopía. Revista de Desarrollo Territorial 19. DOI 10.17141/eutopia.19.2021.4966

 

 

 

Resumen: El Cinturón Hortícola Platense es la zona productora de hortalizas frescas más importante de Argentina. En las últimas décadas, la actividad en el sector ha sido encarada por inmigrantes bolivianos, quienes, aunque eran campesinos en su país, al llegar aprenden un modelo de horticultura comercial basado en la intensificación de la producción, mayormente bajo invernáculo y con un alto uso de agroquímicos, el cual resulta ambiental y socialmente insustentable. Organizaciones de productores e instituciones públicas vienen impulsando procesos de transición agroecológica enfrentando una serie de limitaciones de orden técnico, económico, político y cultural para su adopción generalizada. Existe además un ciclo de reproducción intergeneracional del modelo productivo. Los hijos de los productores tienden a replicar el modelo aprendido con sus padres y patrones. El presente trabajo propone considerar a la etapa de juventud de los/as productores/as como una ventana de oportunidad para revertir dicho proceso de reproducción y busca evidenciar _a través de un estudio de caso_ la necesidad de explorar el rol que podrían desempeñar los productores más jóvenes como potenciales agentes dinamizadores de los procesos de transición en marcha.

 

Palabras clave: agricultura familiar; agroecología; juventud; migración; sustentabilidad.

 

 

Abstract:The horticultural belt of La Plata is the most important fresh vegetable producing area in Argentina. In recent decades, the sector's activity has been undertaken by Bolivian immigrants who, although they were farmers in their country, upon arrival learned a commercial horticulture model based on production intensification, mostly using greenhouses and with a high application of agrochemicals, which is environmentally and socially unsustainable. Producers' organizations and public institutions have been promoting agroecological transition processes, facing a series of technical, economic, political, and cultural limitations for their widespread adoption. There is also an intergenerational reproduction cycle of the model. Young producers tend to replicate the model learned from their parents and employers. This paper proposes to consider the youth stage of producers as a window of opportunity to reverse this reproduction process and seeks to demonstrate _through a case study_ the need to explore the role that young producers could play as potential dynamizing agents of the transition processes currently underway.

 

Keywords: family agriculture; agroecology; youth; sustainability; migration.

 

 

Introducción

 

Con el objetivo de incrementar la productividad de los cultivos de alimentos básicos, se inicia a mediados del siglo pasado un proceso de modernización de la agricultura que se denominó revolución verde. Basado en la incorporación de nuevas variedades de alto rendimiento y unido a tecnologías que requieren de la utilización de grandes cantidades de insumos de síntesis química y de energía fósil (Autor 2012; Sarandón y Flores 2014), implicó que el conocimiento tecnológico moderno suplantase el conocimiento empírico determinado por la experiencia práctica del agricultor (Ceccon 2008). En Argentina, una consecuencia de dicho modelo fue la difusión de la soja, que pasó de ser un cultivo con algo más de dos millones de hectáreas a comienzos de la década de 1980, a ocupar un área de más de 12 millones de hectáreas en 2003 (Strada y Vila 2015), y en 2020 representar el 49% de la superficie cultivada del país (Daza 2020). En el sector hortícola de La Plata, principal zona productora de hortalizas frescas de Argentina (Barsky 2013), también sucedieron una serie de adelantos técnicos vinculados con la tecnología del invernáculo y un alto uso de agroquímicos (Autor 2012), cuya utilización se sigue expandiendo de forma desenfrenada (Baldini 2020).

Cuantiosos estudios a nivel mundial, regional y local han demostrado la insustentabilidad del modelo de revolución verde, debido a los efectos de los procesos desencadenados la erosión de los suelos, pérdida de biodiversidad, el aumento de plagas resistentes, contaminación del aire, recursos hídricos y suelos, desplazamiento de comunidades y pueblos originarios, entre otros. Surge así la necesidad de impulsar alternativas, entre las que adquiere relevancia la agroecología como un enfoque “más amplio, que reemplaza la concepción exclusivamente técnica por una que incorpora la relación entre la agricultura y el ambiente global y las dimensiones sociales, económicas, políticas, éticas y culturales” (Sarandón y Flores 2014, 56).

Existen, sin embargo, una serie de limitaciones para la adopción generalizada de la agroecología, de orden técnico, económico, político y hasta cultural (Altieri y Nicholls 2012). Más específicamente, en el caso de la actividad hortícola de La Plata, los esfuerzos que se vienen realizando para transitar hacia una producción agroecológica enfrentan barreras relacionadas a la falta de información y asesoría técnica, el temor al riesgo por parte de los productores, un mercado irregular y abusivo de arriendo de la tierra y la dificultad para acceder a la propiedad de la misma, condiciones precarias de infraestructura, la demanda insuficiente por alimentos saludables, el lugar marginal que hasta hace poco ocupaba la agroecología en las políticas públicas, y las relaciones de género y subordinación de la mujer (Autores 2020). Existe _y se destaca_ además un ciclo de reproducción intergeneracional del modelo productivo heredado y aprendido de los patrones y padres. Es decir, se puede delimitar una etapa, la juventud de los hijos de productores, en donde el modelo de producción se aprende y se replica. Si bien los jóvenes, motivados también por sus familias, aspiran salir de la actividad hortícola y acceder a nuevas oportunidades, muchos enfrentan una serie de desafíos que los llevan a regresar o permanecer en el sector (Garatte 2016, Larrañaga 2017).

En este sentido, en el marco de los principales obstáculos identificados, la etapa de juventud de los productores representa una ventana no explorada aun, y que podría ser pensada como una oportunidad de reversión de la reproducción del modelo convencional y transformación por alternativas más sustentables.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO 2014) en su documento “Los jóvenes y agricultura”, identifica los desafíos clave y soluciones en torno a la “reincorporación” de jóvenes a la agricultura. Señala cómo a través de programas educativos creados a medida, que proporcionen a los jóvenes las habilidades y la percepción que se requieren para dedicarse a la agricultura y para adoptar métodos de producción respetuosos con el medio ambiente, un esfuerzo adicional por parte de las organizaciones de agricultores y con una infraestructura mejorada, los jóvenes pueden encontrar en las áreas rurales la posibilidad de ganarse la vida.  Es necesario un entorno de apoyo, un contexto que valore las características propias de la juventud y brinde oportunidades para que los jóvenes desarrollen su capacidad de agencia y puedan optar por formas alternativas de producción y crear un futuro para ellos mismos y también contribuir a las sociedades y a las comunidades en las cuales viven (Autor et al. 2011, FAO 2014).

El presente artículo busca evidenciar _a través de un estudio de caso_, por un lado, la necesidad de explorar el rol que desempeñan los productores más jóvenes en la reproducción del modelo de revolución verde y, por otro, su potencial para convertirse en agentes dinamizadores de los procesos de transición en marcha, especialmente entre los agricultores familiares menos capitalizados, quienes son los que más sufren los efectos del modelo predominante. El mismo se sitúa en el Cinturón Hortícola Platense (CHP), donde la actividad viene siendo encarada desde hace ya varias décadas por familias inmigrantes de origen boliviano, organizadas en asociaciones y cooperativas (Ambort 2017), y a su vez nucleadas en movimientos sociales que, junto con organismos públicos, promueven un enfoque agroecológico de producción como alternativa al modelo hegemónico en el sector.

Considerando que la pandemia Global provocada por el COVID-19 ha expuesto las fragilidades de los sistemas agroalimentarios, cabe preguntarse entonces cómo acelerar los cambios que se requieren. Este trabajo busca ser un aporte a dicha reflexión, en tanto pretende identificar los mecanismos de la reproducción del modelo y el rol de los jóvenes como potenciales transformadores del mismo, agregando una contribución especial al abordarse desde un contexto migratorio, considerando las expectativas y tensiones que éste genera en las relaciones generacionales (Diez y Novaro 2020). Para ello, el presente artículo se estructura de la siguiente manera. Tras esta introducción, se plantea brevemente la metodología empleada. Seguidamente, se caracteriza la horticultura de La Plata y su modelo de producción insustentable. A continuación, se identifica a la juventud del sector, sus expectativas y realidad, paso previo para describir y analizar las acciones que llevan a cabo las organizaciones de productores, la juventud organizada y las políticas públicas tendientes a transitar hacia modelos alternativos de producción. Finalmente, se exponen una serie de reflexiones sobre el caso.

La investigación sigue una estrategia cualitativa y combina relevamientos de información secundaria y primaria mediante observación participante, entrevistas en profundidad, grupos focales y estudios de caso. Se toma como unidad de análisis a la rama rural del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE),[i] la cual aglutina a más de 20 mil familias pertenecientes a la agricultura familiar, campesina e indígena de Argentina (Lazarte et al. 2020) y más de cuatro mil en el CHP.[ii] El MTE Rama Rural a su vez se organiza por áreas de trabajo, entre las cuales las áreas de juventud y agroecología adquieren especial relevancia para el presente artículo. Durante más de un año se ha participado de las actividades de las Áreas de Juventud y Agroecología del MTE Rama Rural de La Plata llevando a cabo actividades de observación participante en reuniones de asamblea del Área de Agroecología, organización del armado de los bolsones de verduras a ser comercializados por canales alternativos, taller de armado de precios, organización de visitas de consumidores, visita de consumidores a las quintas hortícolas, seminarios  sobre agricultura familiar, juventud y medio ambiente en la Facultad de Humanidades y de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata con participación de productores agroecológicos y técnicos referentes del MTE Rama Rural, curso de cinco semanas sobre agroecología realizado por el MTE Rama Rural y Jóvenes por el Clima-Argentina; además de encuentros con referentes del Área de Juventud. También se reunieron documentos y bibliografía relacionada a la evolución de ambas áreas, y finalmente se realizaron entrevistas en profundidad y semi estructuradas a dos referentes de cada una, a quienes se los indagó acerca de la metodología de trabajo llevada a cabo, las limitaciones y potencialidades encontradas, como así también los objetivos y resultados de la participación en dicho espacio. Paralelamente se entrevistó a referentes de instituciones públicas, un técnico del Ministerio de Desarrollo Agrario de la Provincia de Buenos Aires, una referente de la Cátedra de Agroecología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de La Plata, y a dos extensionistas de la misma facultad, en relación con el trabajo de promoción, extensión y acompañamiento de los procesos de transición agroecológica en el sector bajo estudio.

Cabe mencionar que los autores participan de grupos interdisciplinarios de investigación con más de 15 años de trabajo en el CHP, ampliamente familiarizados con el territorio y sus organizaciones, permitiéndoles el acceso a un acervo de entrevistas, conocimientos e información que permiten sostener los contenidos del artículo.

 

 

Un modelo insustentable resistente al cambio

 

 

 

 

 

Figura 1. Ubicación de La Plata

Fuente: https://mundomapa.com/mapa-de-america-del-sur/

Se recortó y se agregó el círculo rojo para destacar La Plata.

 

En el periurbano de la ciudad capital de la provincia de Buenos Aires se encuentra el Cinturón Hortícola Platense (figuras 1 y 2), la zona productora de hortalizas frescas más importante de Argentina (Barsky 2013; Autor 2012). Provee más del 70% de las hortalizas consumidas por cerca de 16 millones de habitantes de la Ciudad de Buenos Aires y del Conurbano Bonaerense (Baldini 2020; Barsky 2013).

 

En las últimas décadas, la actividad hortícola ha sido encarada por inmigrantes bolivianos (Benencia y Quaranta 2009), quienes llegan al sector a través de redes de parentesco y comunidad de origen, buscando dejar atrás las condiciones de extremo sacrificio y bajos ingresos del trabajo campesino en Bolivia (Autor 2014b).

 

Figura 2. Presencia de productores bolivianos en zonas hortícolas bonaerenses

Fuente: Le Gall y García (2010).

Se agregó el círculo rojo para destacar zona Sur, donde se sitúa el CHP.

 

Una parte importante de los trabajadores migrantes que arriban al sector hortícola en Argentina se involucran en un proceso de movilidad social ascendente al cual se ha llegado a denominar escalera boliviana (Benencia 1997) que consiste en un que un trabajador migrante que se inicia en la actividad como peón puede convertirse en mediero, luego en productor arrendatario y, eventualmente, en propietario de la tierra (Benencia 2012). Sin embargo, en el caso de La Plata la escalera parece truncarse al llegar a ser productores arrendatarios. Sucede que muy pocos acceden a ser propietarios de la tierra que trabajan (Benencia y Quaranta 2005, Hang et al. 2013), debiéndose a que esta se valoriza por encima de la escala de ahorro o acumulación de una gran mayoría de los/as productores/as (Merchán 2016), la cual a su vez es condicionada por el alto costo de los insumos, la figura de los intermediarios de la producción, quienes se quedan con una porción importante del valor generado (Lazarte et al. 2020) y un mercado irregular y abusivo de alquileres (Autor 2014a).

Cuando una familia llega al CHP se instala en una vivienda muy precaria, generalmente de madera, plástico o chapas (imagen 1), sin una buena instalación de luz. Al ser las tierras alquiladas, los dueños no dejan que se construyan casas de ladrillos.[iii] Carecen de servicios de agua potable y de afluentes cloacales (Autor, Rozadilla y Cano 2020).

Generalmente, una familia alquila un predio que suele tener entre 4 y 7 hectáreas y luego lo subdivide (lo subarrienda) entre varias familias, cada una produciendo en una superficie que varía entre 1 y 3 hectáreas (Cieza et al. 2015). La mano de obra de una familia tipo llega a cubrir el trabajo que requiere hasta 1 hectárea. Cuando la superficie es mayor, o en los momentos del año de mayor demanda, se cubre con una mayor explotación de la mano de obra familiar, incluyendo jornadas de más de 15 horas diarias y la colaboración activa de los hijos, adolescentes y aun niños (Autor 2014a). Eventualmente, se complementa con mano de obra contratada, generalmente también de origen boliviano (Benencia 2007; Cieza et al. 2015).

Estas familias horticultoras producen de la manera que aquí aprendieron a hacerlo: bajo el modelo prevaleciente en el sector que responde a los preceptos de la Revolución Verde, el cual se basa en la intensificación de la producción, mayormente bajo invernáculo y con un alto uso de agroquímicos (Autor 2015).

 

 

Imagen 1. Vivienda de familia horticultora de origen boliviano en el CHP

Fuente: Le Gall y García (2010).

 

 

El empresario hace una producción totalmente convencional y cuando [los migrantes bolivianos] acceden a la mediería, o a arrendar un pedazo de tierra, reproducen ese modelo. Cuando vos hablas con ellos tienen otras miradas, conocen técnicas de una producción distinta pero no las aplican porque al llegar acá en la primera inserción el empresario en el cinturón hortícola trabaja de este modo y punto, todo lo que traigo desde mi tierra queda sepultado.[iv]

 

Cuando ellos se mudan acá no van directo a alquilar la tierra, se ponen a trabajar para un patrón y ese patrón dispone cómo se trabaja la tierra, y después queda establecido como método efectivo.[v]

 

Esto se condice con lo afirmado por Autor (2010, 59) “ya que si bien la mayoría de estos migrantes eran campesinos que trabajaron la tierra desde su nacimiento, la horticultura comercial la aprendieron aquí…”. Es decir, la forma de producción es replicada por estos productores según lo que aprendieron siendo peones y luego medieros, o bien ayudando desde muy pequeños a sus padres y madres productores.

 

Imagen 2. Producción bajo invernáculo en el CHP

Fuente: investigación propia.

 

 

Todo ello da como resultado un modelo productivo hegemónico con una serie de efectos nocivos de tipo ambiental y social que lo hacen insustentable (Blandi et al. 2015). La tecnología del invernáculo (imagen 2) y el excesivo e incorrecto uso de agroquímicos han provocado daños a los suelos y la contaminación del agua y los alimentos, riesgos para la salud de los trabajadores y consumidores, así como también una simplificación del agroecosistema y consecuentemente la pérdida de biodiversidad (Baldini 2020).

Ante esta situación, organismos públicos como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y organizaciones de trabajadores y productores vienen promoviendo e implementando formas alternativas de producción en el CHP, entre las cuales está la transición hacia la agroecología. Sin embargo, los resultados evidencian que no resulta fácil que productores que ya se encuentran inmersos en el modelo hegemónico se abran a la posibilidad de un cambio (Marasas et al. 2012).

 

La transición agroecológica es un proceso complejo en el que se articulan distintas escalas (finca, comunidad local, territorio) y que se ve afectada por factores sociales, económicos, tecnológicos, culturales, políticos y ecológicos. Para analizar un proceso de transición se requiere inicialmente de la comprensión de cómo funcionan los agroecosistemas (la estructura y procesos que ocurren en él) y los diferentes modos de intervención de los seres humanos, quienes toman la decisión de intervenir un ecosistema para transformarlo con fines productivos en un agroecosistema.  Para ello, es necesario considerar, simultáneamente, al menos 3 criterios claves de la compleja realidad con la que nos enfrentamos: 1. Las características estructurales internas del agroecosistema que emprende el proceso; 2. Las singularidades del productor o familia productora que toma las decisiones y gestiona el funcionamiento del sistema; 3. Los factores externos que condicionan las posibilidades de desarrollo de un proceso de transición (Marasas et al. 2015).

 

Altieri y Nicholls (2012) indican una serie de restricciones que desalientan la adopción y difusión de las prácticas agroecológicas. Entre otras, mencionan barreras técnicas como la falta de información por parte de los agricultores y agentes de extensión, distorsiones de política pública, falta de mercados, deficiente tenencia de la tierra y problemas de infraestructura. Todas estas limitantes son evidentes en el CHP, como se detalla a continuación.

El sistema convencional, al ser lo conocido, brinda seguridad al productor familiar; contrariamente genera incertidumbre cuando se plantean otras alternativas:

 

Muchos quieren producir de otra forma, no ven que sea posible en este contexto. Tienen gastos fijos, el alquiler, riegan por bomba y pagan la luz sin ningún tipo de descuento por estar produciendo, esos gastos [a los cuales se suman gastos para la reproducción familiar] hacen que les dé temor arriesgarse a producir de otra forma.[vi]

 

Aún en el caso de los productores que deciden iniciar prácticas de producción agroecológica, el temor al riesgo hace que durante la etapa de prueba le dediquen recursos marginales en cuanto a tiempo, tierra, dinero, etc. En general, existe la idea de que la producción agroecológica contribuye a cuidar el medio ambiente pero no a la economía.

Por otro lado, la oferta de formación en agroecología y consecuentemente la actual disponibilidad de técnicos formados no son suficientes como para satisfacer la demanda que implica una transición masiva hacia una producción agroecológica en el sector. El lugar marginal que hasta hace poco ocupaba la agroecología en las políticas públicas requería de quienes la promueven un alto grado esfuerzo y trabajo voluntario (Autores 2020).

La preferencia de los consumidores en las ciudades por productos estéticamente atractivos también presiona a los productores a optar por el modelo productivo que satisfaga esta demanda. La demanda por alimentos saludables, entre ellos los agroecológicos, si bien creciente, aún es incipiente. La comercialización por canales alternativos, asociados a la producción agroecológica, que evitan o reducen intermediarios, y que permiten al productor apropiarse de un mayor valor, aún no son lo suficientemente relevantes (Autores 2020).

El arriendo de la tierra, y todo lo que representan los abusos e irregularidad en los contratos (Autor 2014a), se ha convertido en una de las preocupaciones primordiales de las familias. El no poder acceder a la propiedad de la tierra se ha convertido en la principal limitante para que los productores familiares menos capitalizados puedan abrirse a la posibilidad de un cambio en la forma de producir, lo ven posible para los que son propietarios pero para ellos no.[vii] No están dispuestos a invertir en el mejoramiento del suelo y de la infraestructura ya que su situación allí es temporal, se sienten inseguros ante el tiempo que puede implicar la transición, no se sienten en condiciones de proyectarse a largo plazo (Autores 2020).  

Aún queda mucho por aprender en torno a cómo promover e implementar procesos de transición en contextos con problemáticas tan diversas como el CHP, y donde el modelo prevaleciente resulta muy difícil de doblegar. Por y para ello, en los siguientes apartados nos concentraremos en el rol que potencialmente pueden desempeñar los jóvenes para morigerar las limitaciones enumeradas e impulsar modelos alternativos.

 

 

Los jóvenes en el cinturón hortícola platense, atrapados entre las expectativas y la realidad

 

Como ya mencionamos, el proyecto migratorio de las familias de origen boliviano acarrea el deseo de un futuro mejor para las generaciones más jóvenes. Los adultos anhelan que sus hijos/as accedan a una vida distinta y mejor a la de ellos, pero también ven necesario el aprendizaje de la responsabilidad y disciplina que resulta de la colaboración en la unidad productiva familiar (Lemmi, Morzilli y Castro 2020).

Tanto la familia como los mismos jóvenes manifiestan el deseo de salir del sector como forma de lograr una mejor vida. Señalan como principales causas el alto grado de sacrificio físico, las precarias condiciones laborales y de vida, la inestabilidad económica, la dificultad de acceder a la propiedad de la tierra, y el deficiente acceso a servicios y a infraestructura, entre los cuales toma una importancia nueva el acceso a internet (Garatte 2016, Larrañaga 2017, Autores 2020).

Sin embargo, cuando los jóvenes hacen el intento, muchos de ellos no logran acceder a nuevas oportunidades y/o continuar en estas, viéndose obligados o motivados a permanecer en la unidad productiva familiar y proyectar su futuro en lo que les resulta conocido: la actividad hortícola (Garatte 2016, Larrañaga 2017). No resulta fácil continuar con estudios superiores en la ciudad o acceder a un trabajo que no esté condicionado por las particularidades que representa ser joven, de familia horticultora y migrante boliviana. Los principales problemas que manifiestan estos jóvenes se relacionan al racismo y a la discriminación que sienten.[viii] Mientras que poder acceder a continuar sus estudios en la universidad presenta una serie de dificultades desde el momento mismo de la inscripción, la cual, además de implicar muchos pasos en un espacio que no consideran propio, presupone el acceso y conocimiento sobre el uso de internet, no siempre disponible. Si logran inscribirse, la intensidad, tiempo requerido y las distancias de desplazamiento desaniman a muchos de los jóvenes y sus familias, quienes, aunque desean que sus hijos puedan avanzar en sus estudios superiores, esperan que en alguna medida puedan seguir contribuyendo al trabajo en la unidad productiva.[ix]

Larrañaga (2017, 62) comenta que la forma en que los jóvenes del periurbano platense

 

se constituyen como trabajadores hortícolas desde edades muy tempranas, los lleva a construir una subjetividad en relación a su oficio en la que ellos se autoperciben como buenos en lo que hacen de manera casi natural. Cuando esto lo contraponen con la autopercepción de sus capacidades para el estudio, genera una tensión en cómo conciben sus aptitudes para una y otra actividad, llegando así a sentirse frustrados con la dificultad que les presentan los estudios, por resultarles más ajeno a su vida cotidiana.

 

Además, Larrañaga señala que el factor económico cumple un rol fundamental en este proceso. Especialmente cuando los jóvenes dejan los estudios, tienen la necesidad de asegurar su futuro inmediato, y terminan realizando lo que desde su subjetividad saben que hacen bien, es decir el trabajo en la horticultura, y que al mismo tiempo saben que tienen el capital social (en este caso los padres o familiares), que les garantiza un lugar para comenzar su camino en la producción.

Así, muchos de los jóvenes, al no lograr continuar sus estudios o insertarse laboralmente en alguna actividad por fuera de la horticultura, siguen viviendo con sus padres y trabajan junto a ellos. Con el tiempo, se espera que se casen y formen su familia, y se independicen inaugurando una nueva unidad productiva.

Cuando se forma una pareja joven, su vivienda/habitación suele estar ubicada junto a la casa de la familia, pero mantienen independencia económica y en la toma de decisiones. En esta etapa, el trabajo hortícola pasa a ser prioritario como forma de abastecerse, pudiendo trabajar un tiempo como peones de sus propios padres, o como medieros de otros productores parientes o amigos, para luego arrendar su propia tierra (Lemmi, Morzilli y Castro 2020).

Naturalmente, cuando estos jóvenes horticultores llegan a ser arrendatarios suelen continuar con la forma de producir aprendida ya sea de sus padres o de sus patrones, tendiendo a reproducir el modelo productivo, el cual _como ya se mencionó_ tiene efectos negativos de tipo ambiental y social que lo hacen insustentable, y quedando así atrapados en un ciclo donde las aspiraciones familiares e individuales de mejores condiciones de vida parecieran no encontrar vías de realización.

Es por todo esto que resulta relevante que las organizaciones e instituciones públicas que trabajan en el sector promoviendo e implementando alternativas más sustentables, tengan en cuenta el rol que desempeñan los jóvenes en la reproducción del modelo prevaleciente, a fin de poder idear estrategias acordes a la interrupción o reducción de tal sucesión de una generación a otra.  Más aun, el protagonismo de los jóvenes podría paralelamente dinamizar los procesos de transición, como veremos a continuación.

 

 

Juventud, organizaciones y políticas públicas: una triada estratégica para dinamizar los procesos de transición

 

Se entiende que los jóvenes, independientemente del rango de edad que se utilice para definir la etapa de juventud,[x] se caracterizan por su dinamismo, actitud cuestionadora, apertura y predisposición al cambio. Estas características hacen de ellos “el segmento poblacional con mayor potencial para enfrentar con flexibilidad las innovaciones tecnológicas, las transformaciones productivas, los cambios sociales y existenciales. Sin embargo, son también los que enfrentan condiciones insuficientes para efectuar con éxito las transiciones propias de sus trayectorias” (Krauskopf 2015, 127). Se requiere para ello de un contexto que valore estas cualidades, que reconozca en los/as jóvenes su capacidad de agencia y brinde las condiciones y oportunidades necesarias (Autor et al. 2011).

Durston (1996, 3) menciona que, para la mayoría de la población rural de la región latinoamericana, “la juventud es una etapa de transiciones bloqueadas, obstaculizadas, no adecuadamente apoyadas por la sociedad” y que, si bien se requieren de políticas para mejorar sus oportunidades futuras, también las requieren “para enfrentar sus problemas actuales y para dar sentido de utilidad a sus vidas como jóvenes, en el presente”.

Desarrollar su capacidad de agencia en la transición hacia formas más sustentables de producción implica dejar de ver a los/as jóvenes como una generación de relevo con escasa participación en la toma de decisiones, y verlos como sujetos sociales (Krauskopf 2015).

 

si la variable juventud sigue simplemente ausente del marco conceptual que da origen a las estrategias y objetivos de los proyectos, y si el personal de éstos no está capacitado en el tema, evidentemente sería difícil que surgieran actividades diseñadas para incorporar explícitamente a los jóvenes en el desarrollo rural (Durston 1996, 3).

 

Durston, por otro lado, señala que los programas de instituciones que trabajan exclusivamente para jóvenes generalmente carecen de una estrategia amplia y clara que relacione el mundo juvenil con los procesos económicos y sociales, y con los principales desafíos que plantea el desarrollo rural en general.

 

Es necesario transformar la opción del o de la joven de quedarse en el medio rural, desde una condena a la cual se resigna, a un componente central de un proyecto de vida atractivo que ofrece esperanzas fundadas de un nivel de vida que está más allá de la mera sobrevivencia (Durston 1996, 7).

 

La visibilización de los jóvenes, sus características y rol que pueden llegar a desempeñar resultan importantes para orientar su inclusión en las acciones de organizaciones de productores y trabajadores y de instituciones públicas que trabajan en el CHP impulsando procesos de transición y de mejoras tendientes a la sustentabilidad en la horticultura familiar.

Una de las organizaciones más representativa en el sector hortícola en la Argentina es el Movimiento de Trabajadores Excluidos Rama Rural. El MTE se fundó en 2002, con el objetivo de agrupar a la clase trabajadora que quedó fuera del mercado (la denominada economía popular) tras la crisis de 2001 en Argentina (Dávila 2019). La rama rural se conforma a fines de 2015, a partir de un proceso de organización de pequeños productores/as hortícolas en el CHP, integrando a otros grupos, cooperativas y asociaciones rurales preexistentes en el interior del país, y con una vocación de convidar el proyecto a nuevos colectivos con intención de organizarse (Lazarte et al. 2020). Actualmente aglutina a más de 20 000 familias pertenecientes a la agricultura familiar, campesina e indígena en el país, de las cuales una gran mayoría se dedica a la producción de hortalizas en los cinturones verdes de los principales centros urbanos (Lazarte et al. 2020). En La Plata, el MTE Rama Rural reúne a más de 4000 productores familiares,[xi] organizados en 13 asambleas de base.[xii] Cada asamblea se reúne mensualmente y cuenta con delegados de diferentes áreas de trabajo, que se encargan de proponer y realizar distintos proyectos productivos o comunitarios. Estas áreas (Comercialización, Administración, Tesorería, Proyectos y gestiones, Género, Agroecología, Juventud y Salud) tienen una representación y planificación a nivel nacional, pero su agenda y prioridades se van definiendo en función de la realidad local (Lazarte et al. 2020).

Algunas de las consignas que orientan el trabajo del MTE Rama Rural giran en torno a la lucha por el acceso a la tierra, a créditos accesibles para pequeños productores/as, subsidios para enfrentar las emergencias climáticas, tarifas diferenciadas de servicios como la luz, precios sostén para las hortalizas, entre otros (Lazarte et al. 2020). Buscan visibilizar formas alternativas y más justas de producción, distribución y comercialización y poner en discusión el proceso productivo, mostrando cómo el modelo hegemónico obliga a un tipo de producción ambiental y socialmente insustentable, proponiendo como alternativa la agroecología.

El Área de Juventud del MTE Rama Rural surgió de la idea de los propios jóvenes de generar un espacio “donde se pudieran expresar, decir lo que piensan, lo que sienten, generar nuevas ideas, cuestionarse su lugar dentro o fuera de la organización” (Dávila 2019, 4). Si bien sostienen un trabajo regular desde finales de 2018, enfrentan una serie de desafíos para lograr una participación constante y creciente. La concepción de la edad joven resulta ser un condicionante a la hora de pensar en el trabajo a desarrollar en esta área. Lemmi, Morzilli y Castro (2020) señalan que en las diferentes asambleas de base es común encontrar productores/as que tienen entre 20 y 30 años que no se autoperciben como jóvenes, y que a su vez dentro de las familias se encuentran jóvenes entre 12 y 25 años que no se ven a sí mismos como horticultores, aunque sí “horticultean”, es decir, colaboran en la unidad productiva familiar. El MTE ha delimitado la participación de los/as jóvenes a las edades entre los 12 y 30 años (Dávila 2019). A las convocatorias del Área de Juventud suelen asistir los jóvenes de menor edad, o aquellos horticultores jóvenes que aún no se han independizado de su hogar. No tienden a asistir aquellos/as jóvenes productores que, aunque están dentro de la edad visualizada como joven por la organización, ya tienen una familia y trabajan para sostenerla. Sin embargo, estos últimos sí se sienten interpelados por las convocatorias del movimiento que les permiten agruparse y realizar acciones relacionadas a mejorar su situación económica y productiva, u obtener derechos políticos y sociales vinculados a su condición de productores rurales, migrantes o de género (Lemmi, Morzilli y Castro 2020).

Las temáticas que se abordan en el Área de Juventud principalmente tienen que ver con el racismo y discriminación que los jóvenes sienten en la sociedad, ejes que son abordados mediante talleres, películas y debates. El tema del cuidado del medio ambiente también está presente en las actividades del área, así como el interés por actividades artísticas, principalmente danzas y música boliviana, cuestiones que se relacionan con su identidad.[xiii]

 

Pueden participar más cuándo no están tan tensionados económicamente en su familia, o cuando sus padres forman parte activa del movimiento, entonces hay como un aval desde la casa, o una muestra de que está bueno comprometerse.[xiv]

 

Un ejemplo de un área que convoca a productores jóvenes independientes, es decir, que no viven con sus padres y/o tienen un hogar propio, es el Área de Agroecología, la cual se inició en 2015 a partir de experiencias concretas de transición hacia una producción agroecológica en algunas unidades productivas de la organización. A este grupo inicial comenzaron a sumarse otros técnicos y militantes del MTE y de organizaciones de estudiantes universitarios de la UNLP, permitiendo un trabajo más sistemático de acompañamiento con un grupo creciente de productores. La relación con distintas instituciones, como el INTA, la UNLP, y la implementación de una estrategia campesino a campesino (Gómez et al. 2015) permitieron dar un impulso al crecimiento del área.

Cabe mencionar que entre los aspectos que llevan a una familia productora a optar por transitar hacia una producción agroecológica, se encuentran aquellos que tienen que ver con lo insostenible que representa para los productores familiares continuar con el modelo convencional. El incremento en el costo de los insumos, cuyo precio está dolarizado, el ser tomadores de precios, el no poder acceder a créditos necesarios para continuar con la espiral tecnológica, la destrucción de los invernaderos y de la producción cuando existen temporales, son factores que inducen a la búsqueda de formas alternativas y menos costosas de producción. También, el haber sufrido problemas de salud a consecuencia del modelo lleva a abrirse a la idea de un cambio, ya que no desean que sus hijos sigan exponiéndose a los agroquímicos. Existen, por supuesto, también otros factores favorecedores, como el acceso a información sobre los costos y beneficios de producir agroecológicamente, o acceder a capacitación y acompañamiento a través de otros productores y participar de espacios colectivos, o la aún incipiente pero creciente demanda de los consumidores/as por verduras sanas (Autores 2020).

 

En el caso de quienes ya están produciendo [lo que les motiva a continuar], es volver a conectar con lo que es producir, porque producir con el paquete que les venden es nada, es una cosa muy mecánica, que los aísla de los procesos naturales que tienen los cultivos. Al empezar a producir agroecológico vuelven a conectar con lo que es la tierra, conocer los ciclos de las plantas… es volver a disfrutar del trabajo.[xv]

 

Dentro del Área de Agroecología buscan involucrar a los hijos jóvenes de los productores en roles de gestión, comercialización y representación política, y les brindan oportunidades para tales fines. Los productores de entre 25 y 30 años de edad (imagen 3) que aún no están casados ni tienen hijos son vistos como potenciales promotores/as del involucramiento y acompañamiento a jóvenes de menor edad. [xvi]

 

 

Imagen 3. Productoras agroecológicas del MTE Rama Rural La Plata

https://www.infoblancosobrenegro.com/familias-agricultoras-reparten-bolsones-de-verduras-sin-intermediarios-parasitarios-y-a-bajo-precio/

 

 

 

Viajamos hace poco [2019] con una compañera del área de agroecología que es productora a una escuela de formación en Ecuador, del Movimiento Nacional Campesino. Ella allí comentó que antes su idea no era estar en la quinta. Formar parte del movimiento e ir a esta escuela de formación la conectó de nuevo con sus raíces y le hizo volver a tener ese sentimiento de pertenencia, de saber que es campesina, que es lo que a ella le gusta, y que quiere vivir de esa actividad. Entonces eso es lo que ella quiere transmitir a los jóvenes, que los productores y productoras son libres, pero en la tierra, no estando en las ciudades cumpliendo otras funciones. Desde que volvió está en miles de cosas en el movimiento, tratando de llevar esa experiencia, ese sentimiento, a todas partes.[xvii]

 

 

Las áreas de Juventud y de Agroecología del MTE generalmente se encuentran en el ámbito de las asambleas de base, donde los delegados de cada área comparten las actividades que se realizan. “En estas asambleas participan todos, grandes, chicos, siempre hablamos de la agroecología, siempre invitamos a que participen del área”.[xviii] El MTE Rama Rural también cuenta con una escuela en el CHP para que los productores y jóvenes puedan culminar la primaria y secundaria. En esta escuela los profesores toman la agroecología como un contenido transversal, y se realizan talleres impartidos por los productores agroecológicos.

Existe por parte del MTE el interés e impulso de articulación tanto interno como externo para fortalecer la opción agroecológica. Se han realizado actividades de capacitación y formación con otras organizaciones. Un ejemplo relevante de esto fue el curso virtual llevado a cabo por el MTE Rama Rural y Jóvenes por el Clima-Argentina,[xix] de cinco encuentros, abierto y con amplia participación (más de 500 personas) denominado La agroecología como herramienta, la soberanía alimentaria como horizonte. Otro ejemplo es un proyecto a ser financiado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible para crear una huerta escuela agroecológica para la capacitación de jóvenes, con miras a que la gestión de la misma pueda ser asumida de forma compartida entre el Área de Agroecología y el Área de Juventud.[xx] 

En cuanto a las políticas públicas que favorecen la participación de jóvenes en los procesos de transición hacia formas más sustentables de producción, cabe mencionar la reciente creación del Programa de Involucramiento de Jóvenes y Adolescentes al Desarrollo Sostenible “Haciendo lío por nuestra tierra”, el cual entre sus objetivos plantea: Capacitar jóvenes de entre 18 y 24 años, con un concepto holístico de Desarrollo Sostenible, como promotores ambientales, para que adquieran las herramientas que les permita llevar adelante prácticas específicas de cuidado ambiental en sus comunidades; Sensibilizar y capacitar jóvenes sobre diversos temas ambientales para impulsar su inserción laboral en el campo del empleo verde, específicamente en la promoción ambiental de programas de entidades gubernamentales, organizaciones civiles y cooperativas. Este programa forma parte del Plan Casa Común, creado en junio 2020,[xxi] del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Asimismo, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires anunció la creación en el ámbito del Ministerio de Desarrollo Agrario, del programa Promoción de la Agroecología,[xxii] con el fin de fomentar el desarrollo de la producción agroecológica en la provincia de Buenos Aires como estrategia para estimular las economías locales, la repoblación de espacios rurales, asegurar la producción local de alimentos de alta calidad nutricional, la generación de empleo rural dignificante, la demanda de tecnologías endógenas y la reducción del impacto ambiental de los sistemas productivos.

Desde el Área de Juventud del MTE Rama Rural La Plata se percibe que “con la nueva gestión [de gobierno en Argentina, desde diciembre de 2019] se están abriendo nuevas oportunidades para la agroecología y esa es una posible salida laboral para nuestros compañeros.”[xxiii]

Tanto por parte de las organizaciones de productores como de las instituciones públicas intervinientes, se coincide en que los jóvenes podrían resultar actores clave para sostener los procesos productivos y sociales centrales a la propuesta agroecológica. Para ello, existen ciertas condiciones que resultan necesarias para que estos puedan encontrar en la agroecología un espacio de realización de sus aspiraciones de mejores condiciones de vida. Además de las ya mencionadas (el acceso a la propiedad de la tierra, el desarrollo de mercados, mejores condiciones de infraestructura y servicios) se entiende necesario i) la vinculación de los jóvenes a procesos de investigación-acción e innovación no solo en relación al proceso productivo, sino también a los servicios relacionados a la actividad (comercialización, adaptación y reparación de equipos y maquinaria, empaquetado y generación de valor agregado, preparación de insumos, etc.); ii) la capacitación y acompañamiento, preferentemente por parte de técnicos jóvenes y productores/as jóvenes con experiencia; iii) el replanteamiento de las relaciones de género y visibilización del liderazgo que las mujeres suelen desempeñar en estos procesos de transición (Larrañaga 2020) y iv) la posibilidad de continuar con estudios superiores en modalidades que reconozcan su necesidades particulares (por ejemplo, tecnicaturas y carreras de grado en modalidad semipresencial o en el territorio) (Autor et al. 2011; Autores 2020). Generar estas condiciones propicias sin duda requiere de la articulación de esfuerzos, que se entiende tendrán mayores posibilidades de impacto al dar lugar a la emergencia de un sujeto (jóvenes horticultores) cuyo rol potenciaría los procesos de transición agroecológica.

 

 

Algunas reflexiones finales

 

La presión ejercida por las fuerzas de la modernización ha llevado a la hegemonía de un modelo de producción agropecuario, cuya insustentabilidad resulta cada vez más evidente. La pandemia global por el Covid-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de intensificar los esfuerzos y acelerar los procesos de transición hacia sistemas agroalimentarios más resilientes y sustentables. Se requiere ampliar la mirada y buscar estrategias nuevas para reducir la reproducción del modelo hegemónico y a su vez remover las limitaciones que no permiten una adopción generalizada de alternativas como la agroecología.

El dinamismo y predisposición al cambio propios de la juventud hacen de los jóvenes potenciales agentes para catalizar los procesos de transición, además de tener un rol importante en la posibilidad de interrumpir la reproducción intergeneracional del modelo. Desarrollar ese potencial supone un enfoque hacia los/as jóvenes como sujetos sociales que deberían poder decidir e incidir sobre su vida presente y futura, y sobre su entorno, y no solamente como una generación de relevo.

El CHP, un territorio percibido por las familias migrantes como un puente para que las nuevas generaciones puedan acceder a mejores oportunidades, no resulta ser tal para la gran mayoría. Los jóvenes no logran el ascenso social esperado y quedan atrapados en un sector donde prevalece un modelo productivo insustentable, responsable a su vez de condiciones de vida y trabajo precarias, y en un ciclo donde las aspiraciones familiares e individuales parecieran no poder abrirse camino.

Existe entonces allí, en aquellos productores jóvenes, una cantera de energía para emprender procesos de cambio que está comenzando a ser explorada por las organizaciones de productores, a través de la creación de áreas específicas de trabajo, como lo son el Área de Juventud y el Área de Agroecología en el caso del MTE Rama Rural.

Este trabajo se propuso analizar el potencial de la juventud para transitar en forma más eficaz hacia un modelo agroecológico en el sector hortícola platense. Así como también evidenciar la oportunidad que puede representar la agroecología para generar una mirada esperanzada hacia la horticultura, tanto por parte de las familias, pero en especial por parte de los jóvenes, a fin de permanecer en el sector por opción más que por obligación.

Por supuesto, se requiere remover las principales barreras que existen, para lo cual resultan indispensables políticas públicas con una mirada de largo plazo y organizaciones de productores como elementos que posibilitan los procesos de transición. Si estas políticas y organizaciones logran una mirada estratégica hacia los/as jóvenes, podrían incrementar su eficacia y así aportar al escalamiento de modelos productivos más sustentables para estos sujetos de la producción y para la sociedad toda.

 

 

Referencias

 

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Notas



[i] https://mteargentina.org.ar/ https://www.facebook.com/MTERural/

[ii] https://notasperiodismopopular.com.ar/2019/12/02/consumidores-visitaron-quintas-mte-rural-la-plata/

[iii] Entrevista, referente 1 Área de Agroecología MTE Rama Rural La Plata, 17 de octubre de 2019.

[iv] Entrevista, referente de la Cátedra de Agroecología de la UNLP, 15 de octubre de 2019.

[v] Entrevista, referente 1 del Área de Juventud, MTE Rama Rural La Plata, 19 de febrero de 2021.

[vi] Entrevista, referente 2 del Área de Agroecología del MTE Rama Rural La Plata, 25 de octubre de 2019.

[vii] Entrevista, referentes 1 y 2 del Área de Agroecología del MTE Rama Rural La Plata, 17 y 25 de octubre de 2019.

[viii] Entrevista, referente 1 del Área de Juventud, MTE Rama Rural La Plata, 19 de febrero de 2021.

  Entrevista, referente 2 del Área de Agroecología, MTE Rama Rural La Plata, 25 de octubre de 2019.

[ix] Entrevistas y notas observación participante, octubre de 2019.

[x] La definición estándar de población joven utilizada por la mayoría de los países en Latinoamérica y el Caribe, es de 15 a 24 años

https://www.oitcinterfor.org/sites/default/files/file_publicacion/jov_edad.pdf

[xi] https://notasperiodismopopular.com.ar/2019/12/02/consumidores-visitaron-quintas-mte-rural-la-plata/

[xii] Entrevista, referente 2 del Área de Agroecología del MTE Rama Rural La Plata, 25 de octubre de 2019.

[xiii] Entrevista, referente 1 del Área de Juventud, MTE Rama Rural La Plata, 19 de febrero de 2021.

[xiv] Entrevista, referente 1 del Área de Juventud, MTE Rama Rural La Plata, 19 de febrero de 2021.

[xv] Entrevista, referente 2 del Área de Agroecología del MTE Rama Rural La Plata, 25 de octubre de 2019.

[xvi] Entrevista, referente 1 del Área de Agroecología del MTE Rama Rural La Plata, 17 de octubre de 2019.

[xvii] Entrevista, referente 1 del Área de Agroecología del MTE Rama Rural La Plata, 17 de octubre de 2019.

[xviii] Entrevista, referente 1 del Área de Juventud, MTE Rama Rural La Plata, 19 de febrero de 2021.

[xix] Jóvenes por el Clima-Argentina nació en febrero de 2019, inspirado en el movimiento juvenil contra el cambio climático en Europa liderado por Greta Thunberg https://twitter.com/jovenesclimarg

[xx] Notas de observación participante, agosto de 2020.

[xxi] RESOL-2020-200-APN-MAD https://www.boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/230596/20200612

[xxii] RESO-2020-78-GDEBA-MDAGP, Nº EX-2020-11791120-GDEBA-DSTAMDAGP 

[xxiii] Entrevista, referente 1 del Área de Juventud, MTE Rama Rural La Plata, 19 de febrero, 2021.