EUTOPÍA. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 14, diciembre de 2018

DOI: http://dx.doi.org/10.17141/eutopia.14.2018.3771

ISSN 1390 5708/e-ISSN 26028239

 

Geografía, economía y territorios rurales en América Latina: presentación del dossier

Geography, economy and rural territories in Latin America: an introduction to the dossier

Geografia, economia e territórios rurais na América Latina: apresentação do dossiê

 


María Fernanda López Sandoval (A) y Andrea Carrión (B)

Fecha de recepción: 10 de octubre de 2018

Fecha de aceptación: 20 de noviembre de 2018


(A) Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO-Ecuador, maflopez@flacso.edu.ec

(B) Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), Ecuador, andrea.carrion@iaen.edu.ec


Resumen

El artículo introduce una perspectiva geográfica para el estudio de la relación entre economía y territorios rurales latinoamericanos, a través de los conceptos de Milton Santos de horizontalidades y verticalidades. Se discuten dos aristas de esa relación: las dinámicas económicas que se materializan en los territorios, en el contexto de los impulsos espacio-temporales globales y la producción de escalas geográficas que resulta de esa materialización, a través de la relación entre actores y economías de base territorial. El análisis se organiza en cuatro líneas: 1) las políticas estatales y la reconfiguración económico-productiva territorial, 2) el extractivismo y las inequidades territoriales, 3) las nuevas formas espaciales de la fuerza de trabajo rural y 4) la espacialidad de la agricultura familiar. Se argumenta que las dinámicas económicas en los territorios rurales no están limitadas exclusivamente a la esfera de la producción, sino que abarcan procesos de reproducción y cuidado de la vida, en su sentido más amplio. Adicionalmente, en un contexto donde la movilidad, los ensambles y las redes son elementos distintivos de la nueva geografía rural, aparecen escalas híbridas con mayor flexibilidad, maleabilidad y vínculos amorfos entre espacios y lugares diversos.

Palabras clave: configuración económico-territorial; extractivismo territorial; formas espaciales de la economía;  horizontalidades; verticalidades

Abstract

Through Milton Santos' concepts of horizontalities and verticalities, this article introduces a geographical perspective for studying the relationship between economy and rural territories in Latin America. Two dimensions of that relationship are approached: the spatio-temporal global impulses that take a material grounding at particular locations, and the production of scales of that grounding through the relationship between agents and localized economies. The analysis is organized into four themes: 1) state policies and economic-productive territorial restructuring, 2) extractivism and territorial inequities, 3) new spatial dynamics of the rural labor force, 4) spatiality of family farming. We argue that rural dynamics are not limited exclusively to the sphere of production, but encompass processes of reproduction and care of life, in its broadest sense. In addition, mobility, assemblages and networks are distinctive elements of current territorial dynamics, creating hybrid scales with greater flexibility, malleability and amorphous linkages between spaces and places.

Key words: economic-territorial configurations; horizontalities; spatial forms of economy; territorial extractivism; verticalities

Resumo

O artigo introduz uma perspectiva geográfica no estudo da relação entre economia e territórios rurais latinoamericanos, através dos conceitos de horizontalidades e verticalidades, de Milton Santos. No contexto dos artigos que a Revista Eutopía apresenta neste dossiê discutem-se duas arestas dessa relação: as dinâmicas econômicas que se materializam nos territórios no contexto dos impulsos espaço-temporais globais e a produção de escalas geográficas que resultam nessa materialização entre atores e economia de base territorial. A análise se organiza em quatro linhas: 1) las políticas estatais e a reconfiguração econômico produtiva territorial, 2) o extrativismo e a desigualdades territoriais, 3) as novas formas espaciais da força de trabalho rural, 4) a espacialidade da agricultura familiar. Argumenta-se que as dinâmicas econômicas nos territórios rurais não se limitam exclusivamente à esfera da produção, mas também dos processos de reprodução e cuidado da vida em seu sentido mais amplo. Além disso, num contexto em que a mobilidade, os conjuntos e as redes são elementos distintivos da nova geografia rural aparecem escalas híbridas com maior flexibilidade, maleabilidade e vínculos amorfos entre espaços e lugares diversos.

Palavras chaves: configuração econômico-territorial; extractivismo territorial; formas espaciais da economía; verticalidades e horizontalidades


Introducción

El debate alrededor de las transformaciones territoriales localizadas, que resultan de la vinculación entre procesos económicos globales y condiciones espaciales específicas, constituye uno de los retos temáticos y epistemológicos que dinamiza el debate en la geografía moderna (Santos 1996; Massey 2005; Silveira 2011). Los procesos económicos globales relacionados con flujos financieros, de información-tecnología y, ahora, con fuerza laboral desplazada por diversos motivos, condicionan una permanente reorganización material, social e institucional de los territorios. Milton Santos (1993) introduce la noción de horizontalidades y verticalidades como conceptos analíticos para explicar dinámicas y trayectorias espacio-temporales de los territorios globalizados.

Las horizontalidades sostienen lo cotidiano de un territorio, a los individuos, a los grupos e instituciones. Están atravesadas por la similitud de acciones que caracterizan, por ejemplo, las formas localizadas de producción agrícola en relaciones campo–ciudad; como espacios geográficos que mantienen asociación y complementariedad. Las verticalidades, en cambio, reagrupan estas actividades en favor de actores de carácter global, espacialmente más alejados de esas realidades cotidianas. Son vectores de integración (jerarquizada y regulada) al sistema mundo, necesarios en los lugares de producción globalizados, los que se controlan a distancia (Santos 1993).

Si bien existen procesos de transformación territorial cuyos motores constituyen intereses particulares de la economía global, es evidente que las preferencias de cada sector económico o los intereses geopolíticos influyen en la forma como esta se ancla regionalmente y se localiza y materializa de manera concreta. Así, los territorios rurales en América Latina concentran un sinnúmero de dinámicas e intereses extraterritoriales, dada la riqueza del capital natural y la creciente demanda de commodities. No obstante, también existen otras dinámicas socioeconómicas enraizadas en los territorios. Están asociadas con las economías campesinas e indígenas, la transición demográfica y las ideologías políticas que, entre otros elementos, abren la posibilidad de nuevas formas de apropiación territorial.

Frente a estos retos, el dossier explora dos preguntas complementarias: ¿qué dinámicas económicas se concretan en los territorios rurales de América Latina, en el contexto de los impulsos espacio-temporales globales?, y ¿cómo se producen las escalas geográficas a través de la relación entre actores y economías de base territorial? Estas reflexiones también constituyen un eje central de las discusiones del XVII Encuentro de Geógrafos, “Hacia geografías de la integración y la diversidad”, que se realizará en Quito en el año 2019. Este dossier de la revista Eutopía –a partir de su objetivo de contribuir a la reflexión sobre lo que sucede en nuestra sociedad, tomando como eje de análisis el territorio– indaga desde la geografía en la relación entre economía y ruralidad, en el contexto de la diversidad latinoamericana.

El debate sobre economía y territorios rurales en América Latina se centra en las racionalidades productivas localizadas, así como también sobre escenarios de dominación, que resultan en asimetrías, segregaciones y fragmentaciones espaciales, en contextos de actores y grupos sociales que distan de estar en condiciones de negociación homogéneas. El territorio, como concepto analítico, es altamente político pues se vislumbra como escenario de intervención para el desarrollo (Schejtman y Berdegué 2004) y como objeto de reivindicaciones políticas y derechos colectivos, que ha adquirido una fuerza notable en las últimas tres décadas en la región (Haesbaert 2013; López Sandoval, Robertsdotter y Paredes 2017; Beuf 2017). Adicionalmente, el enfoque territorial (Abramovay 2006) propone una mirada multidimensional y multiescalar, la cual, por un lado, complejiza el entendimiento y el análisis, y por otro, abre la posibilidad de profundizar en interrelaciones, dinámicas económicas, actores, instituciones y materialidad del espacio, para un entendimiento sólido y emancipador de los territorios.

Este número de Eutopía presenta ocho artículos, de los cuales seis corresponden al tema central, un artículo de contrapunto y otro como estudio de caso. Todos los trabajos ilustran las condiciones de reorganización de los territorios rurales latinoamericanos, como confluencia de esas verticalidades y horizontalidades, de la dialéctica entre un orden global y un orden local (Santos 1993). En los artículos destacan tres elementos para el análisis. En primer lugar, en el ámbito de los temas, abordan debates centrales que giran alrededor de contrastes e inequidades que resultan en recortes en los territorios (Silveira 1997) y en una fragmentación del desarrollo (Scholz 2005). Los varios dilemas sobre el uso de la tierra, que se contraponen en los territorios, como usos para conservar la biodiversidad o la producción agropecuaria (Perfecto y Vandermeer 2012; Ortega-Álvarez et al. 2018), entre la producción agrícola para energía o para alimentación (Janssen y Rutz 2011) evidencian la vigencia del debate agrario. Aunque gira alrededor de matices distintos a los planteados hace varias décadas, mantiene relevancia la preocupación por la esfera productiva y el acceso a medios de producción agrícola, tales como tierra, agua y ahora también, fuerza laboral (Martínez Valle 2017). Por otro lado, las inequidades provenientes del acceso asimétrico a recursos naturales y al soporte espacial, para ser masivamente explotados o construidos, incorporan con vigor en los territorios rurales las temáticas alrededor del extractivismo de la naturaleza (Burchardt y Diez 2014) y del extractivismo inmobiliario (Hidalgo et al. 2016). Este enfoque, predominantemente economicista, se fundamenta en un sistema paternalista, colonialista y jerárquico que trasciende el ámbito productivo y se traslada a las esferas de reproducción de la vida, a las relaciones de género y a la cotidianidad.

En segundo lugar, en cuanto a los actores, los artículos incorporan el análisis de las mutaciones de la economía territorial a grupos que provienen de las esferas del Estado, el mercado y la sociedad civil. Estos roles cambian de acuerdo con la participación política de los actores, su escala de reproducción y, como ilustran de manera fehaciente los estudios de caso, de acuerdo con lo que María Laura Silveira (1997) denomina la historia territorial del presente. Los análisis contribuyen a entender las asimetrías de negociación de la economía sobre los territorios, pero también ofrecen la oportunidad de identificar opciones de agencia de los diversos grupos para el cambio.

En tercer lugar, en cuanto a las escalas, se torna imprescindible entender las esferas de producción y reproducción social, con énfasis en las connotaciones espaciales, las redes, los niveles de gobernanza socio-territorial y los ámbitos de operación de los actores. Ello trasciende una visión dicotómica y antagónica entre dimensiones opuestas, local-global, sino que, por el contrario, asume la posibilidad de una diversidad de escalas, en la cual la variación en el enfoque analítico transforma la interpretación sobre los procesos territoriales (Smith 1987). En particular, el entendimiento de la espacialidad de las unidades domésticas de producción constituye el ámbito geográfico más evidente de las transformaciones del territorio. Así, podemos afirmar que verticalidades de la economía global están generando territorios diversos, con actores heterogéneos, que demandan cierta autonomía institucional para adaptar, negociar o resistir esas trasformaciones y su vinculación con los flujos globales. Hablamos, entonces, de lo que Mabel Manzanal (2007) denomina territorios de la globalización, la modernidad y la descentralización.

Los artículos de este volumen abordan la relación entre geografía y economía a partir de una lectura que problematiza los paradigmas de desarrollo –económico– que catalogan a los territorios como ganadores o perdedores, dentro del proceso de reestructuración capitalista. En este sentido, el análisis de los territorios rurales se contextualiza dentro del funcionamiento de la economía regional y/o nacional, del marcado proceso de urbanización y de una economía campesina en su diversidad productiva y de movilidad. Se considera el impacto diferencial de acuerdos comerciales y políticas nacionales, que modifican el posicionamiento relativo de los territorios rurales, frente a las dinámicas del mercado doméstico y transnacional (ej. extracción de recursos naturales, mercantilización del paisaje, urbanización). Analizar las heterogeneidades territoriales (estructurales y recientes) resultantes o causantes de los procesos económicos y productivos es fundamental para entender la espacialidad económica de los territorios. Del mismo modo, la vinculación con mercados locales, la multilocalización de actores, incluidos los trabajadores agrícolas, el uso del espacio en redes y la defensa del territorio constituyen mecanismos esenciales de subsistencia y resistencia frente a procesos del capitalismo planetario. De manera específica, los contenidos de este dossier pueden revisarse en las siguientes líneas de análisis, las cuales incorporan de forma diversas los tres elementos planteados: temáticas, actores y escalas.

Políticas estatales y reconfiguración económico-productiva territorial

El Estado, facilitador de los procesos de anclaje de las verticalidades, que se manifiestan en fijaciones territoriales de los flujos y actores globales, es un elemento fundamental de la reconfiguración de la economía territorial actual. Tanto en países donde mantiene o ha asumido roles de coordinación muy centralizada (ej. Bolivia y Ecuador) como en otros donde actúa como vigilante del libre comercio (ej. Chile, Colombia, México), las normativas y políticas estatales son claves para direccionar radicalmente las economías localizadas. Si bien la espacialización de las políticas públicas podría marcar trayectorias diferenciadas de desarrollo económico para los territorios, percibimos que tanto políticas sectoriales como territoriales está incentivado abiertamente la inserción de capitales globales. Una forma de hacerlo es fomentar la competitividad a través de incentivos fiscales, facilidades aduaneras, construcción de infraestructura productiva y subvenciones gubernamentales (Ávila y Ávila Romero 2017).

El artículo de M. Placencia de la Torre y L. Peralta Gordon, “Análisis histórico de los mezcales y su situación actual desde una perspectiva ecomarxista”, presenta otra forma de intermediación legal entre los territorios y las empresas transnacionales, promovida por el Estado: la mercantilización de los paisajes culturales y productivos (Pastor et al. 2017), a través de las regulaciones de la denominación de origen (DO). Si bien en ciertos contextos regionales la DO ha sido promovida como una manera de fomentar el desarrollo territorial rural, en este caso de estudio es lo contrario. Los autores explican cómo, en el caso de los mezcales y tequilas en México, la DO ha generado conflictividad y la marginalización de pequeños productores que no logran alcanzar los estándares de certificación. Esto ha dado paso a que empresas transnacionales tengan mayores ganancias, a través de la mercantilización de una imagen nacional, al amparo de las políticas estatales. De esa manera se ha motivado, por un lado, una fuerte inclusión de compañías multinacionales en territorios tequileros y por otro, una paulatina desvalorización de la producción tradicional que, sin embargo, resiste en un contexto de informalidad, para satisfacer las demandas de los mercados locales.

Le economía del extractivismo y las inequidades territoriales

El debate académico sobre la relación entre el extractivismo y las inequidades territoriales está anclado, principalmente, en la crítica eco-marxista, la ecología política, la sociología rural y los estudios decoloniales. Pese a la diversidad de enfoques, podemos resaltar aspectos comunes, que cuestionan la relación asimétrica entre las comunidades locales y los actores transnacionales, para el establecimiento de actividades económicas con criterios globalizados de producción. El énfasis analítico se encuentra asociado con una realidad concreta: el boom de los commodities, a inicios del siglo XXI, favoreció la inversión extranjera directa, la reprimarización de las economías latinoamericanas y transformó los paisajes rurales a través inversiones intensivas en capital y tecnología (CEPAL 2015; Gudynas 2009; 2010; Svampa 2013). Ello se expresa en la incorporación de áreas para exploración y extracción de petróleo, gas y minerales, así como en la expansión de monocultivos y agricultura de exportación. Más aún, la financiarización neoliberal intensificó la volatilidad y la especulación bursátil de las materias primas, desterritorializando la relación entre factores de producción y creación de valor. Si bien la cuestión extractivista es uno de los temas más polémicos de la economía de los territorios rurales en toda América Latina, los ejemplos de Argentina que presenta este dossier dan cuenta de la multiplicidad de facetas de este proyecto económico, por demás, controversial.

En ese contexto, estudiar las inequidades territoriales del extractivismo permite adoptar enfoques complementarios para comprender múltiples temas: los procesos de acaparamiento de tierras y recursos hídricos, que generan acumulación por desposesión en comunidades y territorios ancestrales; la desigualdad en la distribución de costos y beneficios de la transformación de los paisajes rurales; la mutación, reducción o ampliación de brechas socio-económicas en distintas escalas; los conflictos socio-territoriales y las asimetrías en las relaciones de poder para decidir sobre el uso y la gestión del espacio.

Desde una perspectiva geográfica, M. Guibert, M. Forget y S. Carrizo, en el artículo “Hidrocarburos y agricultura en el Comahue (Patagonia argentina): relaciones de poder y transformaciones territoriales”, interrogan al modelo de desarrollo que resulta del posicionamiento y de la territorialización de actores globalizados para explotar los recursos naturales en el sur del continente. El trabajo explora la trayectoria histórica de hibridación y co-construcción del espacio regional, a partir de estructuras de tenencia de la tierra que adoptan la forma de mosaico para el sector agropecuario y de archipiélago para el sector hidrocarburífero. La connotación espacial de las economías extractivas reposiciona demandas territoriales de las poblaciones locales, y condiciona las estrategias de los actores para negociar o resistir frente a intereses extraterritoriales.

Además del extractivismo minero, podemos hablar de un extractivismo agrario y forestal, sustentado en la implementación de regulaciones, incentivos y subsidios que favorecen la concentración de la tierra y la introducción de paquetes tecnológicos intensivos en maquinarias, herbicidas y variedades transgénicas de cultivos como la soja, el maíz y la palma, lo que fortalece un esquema de producción de monocultivos. En referencia a la expansión del cultivo de soja en el departamento de Río Seco, en Argentina, G. Preda, en “El territorio como campo de transformaciones socio-productivas. La posición de los agentes”, indaga cómo la transformación de la estructura social agraria genera una polarización, fragmentación y coexistencia en las formas de ocupación y modalidades de apropiación y puesta en producción de la tierra. Frente a los intereses específicos de actores hegemónicos, la autora destaca la necesidad de comprender las relaciones de fuerza entre los agentes productivos y las estrategias diferenciales que adoptan las familias campesinas para la reproducción de la vida.

En las áreas periurbanas, en el interfaz urbano-rural, el extractivismo experimenta un efecto de tenaza, en una puja por el acceso y uso de la tierra a partir de lógicas de territorialización contrapuestas. Por un lado, el extractivismo inmobiliario –asociado con la instrumentalización y promoción mercantil de actividades, entornos naturales y paisajes rurales– incrementa la renta de la tierra con fines urbanísticos (Hidalgo et al. 2016). Por otro, la agricultura moderna de alta productividad busca el acceso a tierras, mercados y servicios que mejoren su rentabilidad, en la proximidad de las grandes aglomeraciones. Este fenómeno desplaza a pobladores, campesinos y pequeños propietarios rurales, un hecho que resulta particularmente sensible para quienes habitan en ejidos, comunas o dehesas.

Las tensiones entre las horizontalidades de los territorios rurales y las verticalidades del capital son aún más evidentes en las áreas rurales alrededor de núcleos urbanos. En el caso del ciudades metropolitanas, F. González Maraschio, en “Factores económicos y extraeconómicos de la renta de la tierra en la interfase urbana rural del Gran Buenos Aires (1994-2014)”, problematiza los factores económicos que condicionan la renta diferencial del suelo –en función de la fertilidad, la accesibilidad y la intensidad de uso– y los contrapone con factores extraeconómicos –vinculados a la valorización del paisaje agrario, las relaciones sociales y el marco político-regulatorio–. Esta conjunción de factores conlleva la creación de un territorio heterogéneo y conflictivo, donde el capital inmobiliario y el agroindustrial compiten por el acceso al suelo. En el caso de ciudades medias como Córdoba, S. Boccolini y B. Giobellina, en “Reconstrucción histórica del territorio periurbano de producción hortícola de Córdoba”, demuestran que la ocupación histórica del territorio periurbano sigue un modelo especulativo, disperso y fragmentado. Este deja bolsones de reserva o minifundios improductivos, lo que obliga a los productores fruti-hortícolas a reinstalarse cada vez más lejos del centro urbano.

En la sección de contrapunto, es problematizada otra novedosa y polémica faceta del extractivismo: la mercantilización de los servicios ecosistémicos, los paisajes naturales y los espacios colectivos, con fines de valorización capitalista. Ello incluye la escenificación de ciertas localidades rurales, territorios ancestrales o zonas de alta biodiversidad, para el turismo especializado o de masas. En esta línea de análisis, L. Saldi y R. Scherboskyecuentan el caso de la expansión de emprendimientos turístico-vitivinícolas de élite hacia predios considerados improductivos, ociosos o vacantes en la cordillera de Los Andes. Se discute una faceta del modo en que las economías de base territorial desarrollan tácticas de resistencia frente al avance de las lógicas que promueven la apropiación de plusvalor paisajístico. Este fenómeno es particularmente sensible en tanto el Estado burgués se adhiere a los intereses capitalistas, desconoce el aporte de la economía agraria y legitima la exclusión y despojo de los pequeños productores o propietarios de la tierra. Los autores exploran la reconstrucción de relaciones de proximidad para recuperar la importancia simbólica de inmuebles de propiedad estatal que se encuentran expuestos a relaciones mercantiles. Frente a propuestas hegemónicas, los actores locales son capaces de interponer acciones de protección de bienes colectivos y, a tal efecto, existe un sinnúmero de instrumentos. Estos incluyen la movilización social, pero también mecanismos legales como el recurso de amparo constitucional, que traslada al ámbito de la justicia las disputas sobre la distribución equitativa de los bienes comunes.

Nuevas formas espaciales de la fuerza de trabajo rural

Reflexionar sobre las nuevas estrategias migratorias, adaptadas a las condiciones laborales, espaciales transitorias y reticulares contribuye a entender cómo estas estrategias –a la par de ser ventajosas para el agronegocio– favorecen la permanencia de población residente en áreas rurales. El paradigma de la movilidad (Sheller y Ully 2006) se ve reflejado en el análisis de J. Venturini y H. Castro, “La espacio-temporalidad de los trabajadores agrarios transitorios. Notas para un abordaje teórico-conceptual y metodológico”. La movilidad es en la actualidad uno de los retos estructurales de abordaje disciplinario más novedosos, pues demanda formas innovadoras de concebir las relaciones espacio-tiempo, para redimensionar el fundamento social y económico de diversas actividades. Si bien los autores parten en su análisis de las demandas del agronegocio, resaltan también aspectos que permiten comprender cómo estas formas de movilidad también sostienen la permanencia –aunque transitoria y movible– de población en territorios rurales, pues también generan procesos de re-creación y apropiación de espacios.

Desde una perspectiva del análisis geográfico, los autores resaltan la importancia de entender la manera en que estos procesos generan nuevas espacialidades para los trabajadores, al relacionarse con sus (varios) territorios y grupos sociales. Explican nuevas formas de espacio socialmente producido alrededor de las migraciones cíclicas o temporales; superan la noción de la migración temporal pendular, hacia la noción de circuitos multipolares y de itinerancia permanente, e incorporan el análisis de territorios migratorios. Proponen un marco de análisis de esta vinculación entre territorios, movilidad y economía, basado en el concepto de arreglos espacio-temporales del capital y del trabajo, con tres ejes de aproximación: las redes, los significados y el itinerario laboral migratorio.

La espacialidad de la agricultura familiar

La economía campesina y la agricultura familiar tienen un espacio central en el análisis de los territorios rurales en América Latina. El debate alrededor de la primera, enmarcado en la economía política, se ha concentrado en entenderla como una forma de resistencia a la economía capitalista (Mançano Fernandes 2014). Sin embargo, muchos estudios vinculan esta forma de economía con la persistencia de la agricultura familiar (Salcedo, de la O y Guzmán 2014). Se estima que en 2014 alrededor 16,5 millones de explotaciones agrícolas en América Latina pertenecían a agricultores familiares, relacionadas con una población de alrededor de 60 millones de personas. Las explotaciones agrícolas familiares representaban en ese año el 81,3% del total de fincas de la región (Leporati et al. 2014). La importancia de la agricultura familiar, aparte de ser el soporte de la economía campesina, radica en tres aspectos fundamentales para el sostenimiento de la economía de los territorios rurales. El primero es su notable contribución a la producción mundial de alimentos, al fomentar la soberanía y la seguridad alimentaria. El segundo es su impulso a la generación de empleo agrícola y con ello, a la mitigación de la pobreza y la promoción de la permanencia de población rural. El tercero es su contribución a la sostenibilidad ambiental, climática y cultural rural (Van der Ploeg 2015). Así lo ilustra Jan Douwe van der Ploeg en su libro, El campesinado y el arte de la agricultura. Un manifiesto chayanoviano, cuya reseña es presentada en este dossier por D. González.

Dada la importancia de la agricultura familiar para la economía de los territorios rurales, el análisis de formas como la política pública puede fomentar o crear condiciones favorables para esa persistencia. El estudio de caso “Divergencias y convergencias para asegurar la actividad agrícola en Ecuador: análisis de la parroquia Chuquiribamba (Loja)”, de V. Iñiguez Gallardo, J. Serrano Barbecho y F. Reyes Bueno contribuye a operativizar la dimensión espacial de variables que podrían fomentar la persistencia de la agricultura familiar en Ecuador. De manera específica, los autores definen las variables a estudiar en función de la percepción de los propios agricultores (ej. superficie predial, distancia a carretera, a canales de riego y a mercados). Indican que la cuantificación de estas variables puede brindar orientaciones para identificar parámetros de localización, distancia y superficie de factores de producción o comercialización que favorezcan la producción agrícola. Los resultados del análisis, basado en modelos predictivos de distribución espacial, proponen y discuten lineamientos para la gestión del suelo agrícola y el ordenamiento territorial, para el fomento de la actividad agrícola en una localidad de la provincia de Loja.

Discusión y conclusiones

La configuración de los territorios rurales en América Latina es heterogénea. Ese mosaico de diversidad es, sin duda, un producto de la división territorial del trabajo en sus distintas escalas. Ciertamente, la relación entre lo local y lo global condiciona la formación socio-espacial, en tanto confronta las relaciones de cotidianidad y proximidad con procesos de centralización de las funciones de comando y control para la economía capitalista. Este dossier contribuye al estudio de la “geografía de las territorialidades” (Saquet 2015), la cual busca recuperar las prácticas y reconocer las relaciones económicas, políticas, simbólicas e identitarias –producidas históricamente– para la apropiación y el uso de los territorios rurales, en una relación dialéctica entre la sociedad y la realidad material.

Los casos presentados ilustran cómo las economías de base territorial, ancladas en pequeños productores rurales –los productores tradicionales de destilados de agave en México, los trabajadores agrícolas migratorios de Argentina y Brasil, los agricultores familiares del sur de Ecuador y las familias campesinas en territorios de producción sojera en Argentina– son reposicionadas, reagrupadas y modificadas a través de dinámicas de carácter global, que actúan como vectores de nuevas conexiones supra-locales. Estas integraciones confrontan tanto a los actores como a la materialidad que los soporta. En ese proceso producción-modificación de los territorios rurales en América Latina, destacan tres aspectos asociados con el marco analítico presentado para este artículo.

Primero, la yuxtaposición entre verticalidades y horizontalidades socio-espaciales no implica la desintegración de los actores territoriales. Por el contrario, se evidencia una copresencia y un tejido de interacciones materiales y organizacionales que configuran las opciones de desarrollo rural. En su conjunto, los artículos permiten evidenciar las presiones para la integración a los procesos de globalización. También, opciones para revalorizar la capacidad colectiva para emprender iniciativas locales con articulaciones regionales, problematizando así los discursos sobre la inserción subordinada del campesinado. Ilustran además cómo comprender las estrategias y las tácticas de los actores para resistir al avance del capitalismo en los territorios rurales.

En el caso de los mezcales, por ejemplo, la presencia de transnacionales tequileras ha reintegrado a los pequeños productores alrededor de la producción informal y de la vinculación a mercados locales. La movilidad de la fuerza de trabajo agroindustrial, otra forma de reintegración vertical, también ha promovido una apropiación diferencial de los territorios por parte de esos trabajadores multilocalizados, con circuitos y redes, como nuevas formas de organización espacial de una población rural movible. En otras ocasiones, las relaciones de contigüidad y cohesión territorial se ven radicalmente fragmentadas o escindidas por lógicas verticales, bien sea la fuerza con que incurren en los territorios o las limitaciones impuestas por las políticas y normativas nacionales. En estos casos ocurren otras reintegraciones a partir de acciones de resistencia, movilización social o litigio estratégico para, por ejemplo, evitar la venta de predios o la concesión de recursos naturales a dinámicas extractivistas, como lo demuestran los artículos sobre Campo los Andes y la región de Comahue, en Argentina. En estos casos se evidencia una diferenciación escalar en la reagrupación de actores y sus vinculaciones a los mercados y los territorios que habitan o usan.

Segundo, en el ámbito de los actores, el Estado constituye un intermediador fundamental para reorganizar y jerarquizar las relaciones funcionales en el sector rural. La imposición de normativas y políticas públicas facilita la preeminencia de lógicas globales y refuncionaliza los territorios para la acumulación de plusvalía. Adicionalmente, la apropiación de plusvalor por parte de actores extraterritoriales, así como los procesos emergentes de desarrollo territorial rural, requieren intermediarios locales que coordinen y gestionen las fuerzas de producción. A tal efecto, entran en operación actores corporativos o élites nacionales, que crean mecanismos de conectividad, sinergia o sinapsis entre actores (Boisier 2003).

Los estudios de caso presentados confirman, por ejemplo, que el extractivismo tiene varias aristas que convergen en la exacerbada valorización capitalista del espacio, del paisaje, de la naturaleza, y por lo mismo, de los territorios. Hablamos entonces de un extractivismo territorial, pues puede ser minero, petrolero, agropecuario, forestal e inmobiliario. Este fomenta la polarización y la fragmentación del espacio y utiliza recursos también poblacionales e institucionales del territorio para su concreción. Sin embargo, adopta formas espaciales de acción, diferenciadas, por ejemplo, en formas de implantación espacial tipo archipiélagos, mosaicos, circuitos o redes. En este mismo sentido, en el caso de la Patagonia, se habla de una trayectoria territorial de hibridación y co-construcción a partir de las estructuras de tenencia de la tierra, que se modifican por la extracción de hidrocarburos y el agronegocio. La coexistencia espacial de formas de apropiación y ocupación de la tierra, de estas múltiples formas del extractivismo en los territorios, asume también como commodities las características intangibles del paisaje o los servicios ecosistémicos. Esto se analiza, por ejemplo, en la invención de paisajes vinícolas para élites turísticas globales y en la marginalización del beneficio de las denominaciones de origen a los pequeños productores.

Tercero, en el ámbito de las escalas, evidenciamos que la dimensión espacial de la relación entre economía y territorios rurales debe abordarse con un rango amplio, que incluye tanto lo micro-local como lo supra-nacional. Mientras que las escalas espaciales de la reproducción social ampliada están fuertemente vinculadas a las estructuras de poder de los actores involucrados en los procesos económicos, se evidencian otras aproximaciones a la construcción de las escalas de reproducción de la esfera doméstica y a la concreción de las relaciones multiescalares, las cuales adquieren una corporalidad concreta en la vida de los individuos. Así, la espacialidad de lo doméstico e intrafamiliar se transforma a causa de la movilidad y de la creación de redes, por ejemplo, de los trabajadores migratorios en Brasil y Argentina. Ellos viven lo local y lo global en su vida cotidiana, en sus propios cuerpos, a través de las relaciones sociales y laborales que condicionan su existencia como ciudadanos y obreros territorializados de procesos transnacionales que adscriben a la revolución verde, los agronegocios y la acumulación de capital (Dunn 2010).

La revisión de esta dinámica aboga a la necesidad de estudios más exhaustivos desde la geografía de la movilidad (Cresswell 2011). Estudios que permitan entender cómo las formas de reproducción de la vida trascienden el plano netamente económico, para abordar las formas de solidaridad y los mecanismos de interacción que re-territorializan los paisajes para la reproducción y sobrevivencia social de la clase trabajadora en contextos espaciales discontinuos, móviles y transitorios.

Por otra parte, las escalas nacionales permiten observar la heterogeneidad territorial y comprender las formas de mediación entre verticalidades y horizontalidades, como expusimos anteriormente. Si bien los artículos presentados no focalizan en las escalas globales, todos contextualizan las dinámicas económicas en lógicas e impulsos que salen de estas. Aquí, como una notable excepción, tenemos a la agricultura familiar. Los productores a pequeña escala constituyen actores que sostienen todavía los vínculos, también económicos, con sus territorios y con lógicas más localizadas de consumo y producción. Las propuestas de políticas públicas para sostener esta agricultura son pertinentes y fundamentales, como en el caso de la localidad en Loja, Ecuador. La revisión de los contenidos del tema central del dossier, así como los puntos de discusión sobre dinámicas económicas, actores y escalas permiten avanzar hacia reflexiones que trascienden este volumen y que aluden a las preguntas iniciales de nuestro artículo introductorio.

En primera instancia, las dinámicas económicas que se concretan en los territorios rurales no están limitadas a la esfera de la producción; deben analizarse en el marco de otras problemáticas tales como la reproducción y el cuidado de la vida, en su sentido más amplio. Sin embargo, es importante reconocer que persisten relaciones estructurales que ratifican la dinámica centro-periferia, en la que América Latina es una región que provee de materias primas a las economías metropolitanas. Los procesos de industrialización o transformación de la matriz productiva hacia una economía de servicios aún son incipientes y, por tanto, se agudiza la presión hacia los recursos naturales disponibles en las zonas rurales. A ello sumamos el crecimiento y la diversificación del consumo doméstico, a partir de los cuales los sistemas agroproductivos experimentan nuevas presiones para atender la demanda creciente de productos especializados o quedan marginados frente a dinámicas agroindustriales, creando una vulnerabilidad de la soberanía alimentaria local (Altieri y Toledo 2011).

Adicionalmente, destaca el aparecimiento de escalas híbridas, con una mayor flexibilidad y maleabilidad en cuanto a las interacciones espaciales. Mientras tanto, la ampliación de infraestructuras, las tecnologías de la comunicación y el acceso a servicios generan vínculos amorfos entre distintos territorios. Entre ellos destacan las zonas urbano-rurales o aquellas en las cuales se ancla el extractivismo. En esos casos, el enfoque analítico basado en escalas dicotómicas local-global resulta insuficiente para entender la persistencia, las estrategias y las opciones de las economías de base territorial. En una crítica constructiva a la propuesta de M. Santos, es necesario superar el análisis cartesiano para avanzar en la comprensión de los ensambles de interacciones que configuran la producción del espacio y las formaciones socio-espaciales.

Por último, es importante concluir sobre las posibilidades analíticas que presenta la geografía para profundizar en la relación entre economía y territorios. Estas radican en el enfoque sobre el espacio geográfico que va más allá de constituirse en un elemento de análisis para la econometría espacial, para entender distancias y localización como elementos de optimización de la renta. El espacio es un elemento de análisis de formas de integración, resistencia o adaptación de lógicas productivas de diversas escalas, así como un criterio fundamental para entender formas de implantación o anclaje a espacios concretos (Santos 1996). Por ello, es fundamental su inclusión en toda discusión sobre territorialización (Haesbaert 2013). Así, el espacio también adquiere importancia para la economía política territorial. Los paradigmas de análisis fundamentales a través de los cuales la geografía aborda el espacio como contenedor o como producto (Blanco 2007) se reflejan también en la forma como estos se concretan en la economía de los territorios rurales. Esta perspectiva rechaza una visión lineal y estática del territorio, para comprender la multiplicidad de redes, la superposición de escalas y las dinámicas espacio-temporales que configuran la ruralidad en América Latina. Ello conlleva reconocer el territorio, en sí mismo, como un agente de desarrollo y transformación socio-política.

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