EUTOPÍA. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 14, diciembre de 2018

DOI: http://dx.doi.org/10.17141/eutopia.14.2018.3592

ISSN 1390 5708/e-ISSN 26028239

 

 

El territorio como campo de transformaciones socio-productivas. La posición de los agentes

The territory as a field of socio-productive transformations. The position of agents

O território como um campo de transformações sócio-produtivas. A posição dos agentes

 


Graciela María Preda

Fecha de envío: 7 de septiembre de 2018

Fecha de aceptación: 20 de noviembre de 2018


Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar - Región Patagonia (INTA),  Argentina, preda.graciela@inta.gob.ar


Resumen

La expansión del capitalismo, a fines del siglo pasado, ha provocado profundas transformaciones en las estructuras sociales y en las relaciones de producción en el agro. En el norte de Córdoba, Argentina, lugar donde se realizó este estudio de caso, la ampliación de la frontera agraria con centralidad en la soja propició la inclusión de nuevos agentes productivos y la exclusión de otros. Así, coexistían diferentes formas de ocupación y modalidades de apropiación y puesta en producción de la tierra. Asimismo, la selección de lugares aptos para que el capital desplegara sus estrategias de reproducción generó la fragmentación del espacio geográfico. Este artículo se propone identificar a los productores que configuran la estructura social agraria y comprender cómo estos agentes –definidos por el volumen y la estructura de capital que poseen– generan el campo productivo y las relaciones de fuerza que lo caracterizan. La estrategia metodológica combina el análisis de datos secundarios y primarios provenientes de entrevistas en profundidad realizadas a productores, referentes técnicos y agentes institucionales de la región.

Palabras clave: agentes sociales; frontera agraria; territorio

Abstract

The expansion of capitalism at the end of the last century has led to profound changes in social structures and in the relations of production in agriculture. In the north of Córdoba, Argentina, where this case study was carried out, the expansion of the agricultural frontier with centrality in soy allowed the inclusion of new productive agents and the exclusion of others. Thus, different forms of occupation and modalities of appropriation and putting into production of the land coexisted. Likewise, the selection of suitable places for capital to display its reproduction strategies generated the fragmentation of the geographical space. This article aims to identify the producers that shape the agrarian social structure, and understand how these agents, defined by the volume and structure of capital they possess,  generate the productive field and the relations of force that characterize it. The methodological strategy combines the analysis of secondary and primary data from in-depth interviews with producers, technical referents and institutional agents in the region.

Keywords: agrarian frontier; social agents; territory

Resumo

A expansão do capitalismo no final do século passado levou a mudanças profundas nas estruturas sociais e nas relações de produção na agricultura. No norte de Córdoba, Argentina, onde este estudo de caso foi realizado, a expansão da fronteira agrícola com centralidade na soja levou à inclusão de novos agentes produtivos e a exclusão de outros, coexistindo diferentes formas de ocupação e modalidades de apropriação e colocar em produção da terra. Da mesma forma, a seleção de lugares adequados para o capital exibir suas estratégias de reprodução gerou a fragmentação do espaço geográfico. O trabalho tem como objetivo identificar os produtores que compõem a estrutura social agrária, e entender como esses agentes -definidos pelo volume e estrutura do capital que possuem- geram o campo produtivo e as relações de poder que o caracterizam. A estratégia metodológica combina a análise de dados secundários e primários de entrevistas em profundidade com produtores, referentes técnicos e agentes institucionais da região.

Palavras chave: expansão da fronteira agrária/ território/ agentes sociais


Introducción

La característica distintiva de la economía capitalista, a lo largo de la historia, es su dinamismo, manifestado en las diferentes formas de acumulación y expansión. En las últimas décadas, el desarrollo del capitalismo agrario –específicamente en su fase financiera– tuvo su expresión en los complejos agroindustriales transnacionales, que tendieron a la concentración del sistema agropecuario y agroindustrial (Teubal y Rodríguez 2002; Harvey 2004).

En ese contexto, la agricultura acrecentó su inserción en el complejo agroalimentario mundial, cuya dinámica de alcance global la fue integrando, a la vez que subordinando de manera progresiva, especialmente en los países menos desarrollados. No sería posible entender este proceso de transformación de la agricultura aisladamente de los cambios estructurales que ocurrieron en la economía mundial en las últimas décadas, como parte integral del proceso de globalización de la producción (Mc Michael 1999; Teubal y Rodríguez 2002).

El departamento de Río Seco, el caso de estudio, se considera emergente de la transformación territorial mediada por la agricultura. Ingresan a este espacio geográfico diversos agentes que, portando capital acumulado en otros territorios, se insertan en la producción agrícola. A la vez que valorizan el lugar, se apropian de un plusvalor a través de un producto de interés global favorecido en el mercado internacional, como es la soja. Pero no todo el departamento reúne las condiciones naturales requeridas para el desarrollo del cultivo, lo cual genera una segmentación de los lugares y una clara diferenciación entre el espacio local, vivido por los pobladores tradicionales, y el espacio global, ganado por un proceso racionalizado y un producto de origen distante que llega al lugar con los objetos y las normas ya establecidas (Santos 2005).

El notable incremento en el valor de la tierra, asociado con la irregularidad en su tenencia por parte de los sectores más vulnerables, fue (y es) motivo de una profunda conflictividad. Las familias campesinas, que carecen de títulos sobre los predios que poseen desde hace décadas, son las mayores perjudicadas en esta disputa. Un trabajo de Mariana Romano en el norte de Córdoba da cuenta de los conflictos judiciales en torno a la tierra, producidos por su falta de regularización dominial. La autora menciona: “La omisión de políticas públicas –que es una política pública– sobre el saneamiento de los títulos de las tierras, conduce a relacionar cómo el avance del capital es promocionado por las políticas provinciales, siendo el estado absolutamente funcional a la imposición del modelo productivo hegemónico” (Romano 2010, 13).

Es por ello que, en el intento por profundizar el conocimiento sobre la dinámica de la estructura agraria1 presente en este territorio en transformación, al igual que en las relaciones de producción establecidas y en las pujas en torno al poder (Galeski 1977),  apelamos al concepto de campo desarrollado por Bourdieu. Lo entendemos como “todo aquello que está en juego y los intereses específicos del mismo, que son irreductibles a lo que se encuentra en juego en otros campos o a sus intereses propios” (Bourdieu 1990, 136).

En este campo, el interés manifiesto por el control de la tierra es la rentabilidad que produce la soja, en comparación con la ganadería y otras actividades agrícolas, lo que incentiva la puesta en producción de territorios que anteriormente no eran agrícolas. Lo que está en juego es la captación del ingreso proveniente de este cultivo, bajo la forma de renta y/o ganancia capitalista. Los cambios mencionados favorecen la construcción de un espacio social heterogéneo, donde coexisten nuevas y tradicionales formas de ocupación, con sus diferentes modalidades de apropiación y puesta en producción de la tierra. Es así que la fuerza vinculada a cada uno de esos agentes depende de la disposición de capital (económico, cultural, social o simbólico) que detentan. Precisamente, la estructura de la distribución del capital es la que determina la estructura del campo (Bourdieu 1990).

Este trabajo, que es parte de una investigación mayor, se propone comprender cómo los agentes (en este caso, productores agropecuarios en actividad), definidos por el volumen y la estructura de capital que poseen, generan el campo productivo y las relaciones de fuerza que lo caracterizan. Se profundiza, además, en el entramado de relaciones históricas entre las posiciones ancladas en ciertas formas de poder (Bourdieu y Wacquant 1995, 23).

Para ilustrar estos procesos, el desarrollo empírico se focaliza en la descripción de las transformaciones territoriales como consecuencia del proceso de expansión agrícola en áreas marginales y en la identificación de los agentes sociales a cargo de la producción. La concentración de la tierra y la consecuente fragmentación social son parte relevante de ese contexto de cambio.

En este sentido, se abordan –para cada tipo social identificado–, las condiciones y el uso de la tierra, la procedencia y el lugar de residencia, la organización del trabajo y el nivel de escolaridad alcanzado, intentando interpretar y comprender las fuerzas sociales en pugna en este espacio geográfico.

La base empírica está constituida por datos secundarios (Censos Nacionales Agropecuarios, estadísticas provinciales y otras fuentes documentales), y primarios (observación y entrevistas semiestructuradas y en profundidad realizadas a productores e informantes calificados de la región). Para construir los tipos sociales, se realizaron 50 entrevistas, asignadas proporcionalmente en función de la población presente en cada uno. La selección se realizó al azar (sorteo) y se basó en el listado de productores del departamento de Río Seco correspondiente al Censo Nacional Agropecuario (CNA) de 2002.  

El proceso de expansión agrícola en Río Seco

El departamento de Río Seco históricamente se caracterizó por el desarrollo de la actividad ganadera: bovinos en establecimientos medianos y grandes, cabras y ovejas en pequeñas unidades de producción. La agricultura fue secundaria; el cultivo más relevante por su funcionalidad como alimento del ganado era el maíz.

En la década de los noventa comenzó a manifestarse un proceso de expansión de la superficie agrícola, con centralidad en el cultivo de soja. Mientras que en 1988 habían solamente 700 ha implantadas con soja y trigo, en 2002 ambos cultivos pasaron a ocupar 60 000 ha (Instituto Nacional de Estadística y Censos 1992; 20022). Según estadísticas provinciales,3 dicha superficie se amplió, y superó las 80 000 ha a fines de 2010.

Los datos censales muestran que la ampliación de la agricultura se realizó en suelos ganados al monte y a pastizales naturales, ya que en el mismo período (1988 a 2002), se perdieron en el departamento 37 000 ha de pastizales y 42 000 ha de bosques y montes.

El proceso de agriculturización se explica, entre otras cosas, por la disminución del déficit hídrico en dicho período, el desarrollo de nuevos paquetes tecnológicos (siembra directa y semillas genéticamente modificadas), el alza de precios en los productos agrícolas exportables y la existencia de suelos aptos para la siembra de soja. Factores que hicieron competente a este espacio geográfico para la incursión de la oleaginosa, en desmedro de las producciones existentes.

Asimismo, y asociada con el incremento del 30% en el plantel ganadero bovino, aumentó la superficie implantada con forrajeras perennes. La bovinización4 se dio en perjuicio de la ganadería caprina, que realizan principalmente los campesinos, haciendo uso libre del monte. Por tal motivo estos sujetos se encuentran cada vez más relegados a las márgenes este y noroeste del departamento (Preda 2015b). Los mapas 1 y 2, que se presentan a continuación, muestran en dos momentos históricos5 los cambios en el uso del suelo referenciados en los párrafos precedentes.

Mapa 1. Cobertura vegetal del departamento de Río Seco (año 1987)

Fuente: Preda 2015a.

Mapa 2. Cobertura vegetal del departamento de Río Seco (año 2010)

Fuente: Preda 2015a.

En las imágenes comparadas se observa que la mayor disminución de superficie boscosa se da en la planicie central, precisamente porque es donde se encuentran los suelos con mejores condiciones para la producción agrícola. Son áreas con buenas condiciones físicas y químicas, pero que resultan frágiles una vez desprovistas de la cobertura de vegetación bajo la cual se desarrollaron (Agencia Córdoba Ambiente 2004 en Salguero 2007).

Según Brondo (citado en Salguero 2007), el proceso de “pampeanización”6 en Río Seco ocurrió de manera precipitada y sus efectos han sido, en muchos casos, irreversibles. El autor denuncia que en el período que va desde 1994/1995 a 2004/2005 se desmontaron de manera total más de 100 000 ha, lo cual produjo una modificación drástica en la diversidad biológica y expuso el suelo a los agentes erosivos, que en esta región semiárida pueden llevar a la desertificación. El sistema boscoso de esta región, parte del ecosistema denominado Gran Chaco (mapa 2), pasó de ser uno de los mejores conservados del mundo a padecer intensos procesos de conversión y degradación (Zak et al. 2008). 

Si bien en diciembre de 2007 se sancionó la Ley Nº 26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos, que tiene entre sus objetivos la conservación y el manejo sostenible de estos, los desmontes continuaron (Ortega 2017).

“P. ¿Actualmente se sigue desmontando?
R. Sí, se sigue desmontando.
P. ¿El incendio es una de las formas de encubrir el desmonte?
R. Exacto. El incendio, que nadie sabe quién lo prendió, y bueno… ¡se quemó!” (poblador de la región y exfuncionario político, 2012, entrevista).

La organización de un sistema productivo que combina agricultura de altos insumos con ganadería en pasturas implantadas fue conformando un modelo de alta rentabilidad, que permite costear los desmontes masivos, sin tener en cuenta las consecuencias de su aplicación. En este sentido, Altieri y Pengue (2006) sostienen que el proceso de importación del modelo de agricultura pampeana hacia otras ecorregiones pone en riesgo su estabilidad ecológica y social, porque los cambios en el uso del territorio –deforestación, pastoreo, agricultura…– “modifican la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas, afectando así a los servicios ecosistémicos y, con ello, la capacidad de los sistemas biológicos de satisfacer las necesidades humanas” (Zak et al. 2008, 1).

Pero el espacio no está formado únicamente por los elementos brindados por la naturaleza; cada fracción de ella contiene una fracción de la sociedad, que es la que, en definitiva, genera los cambios que se producen en la naturaleza. Al decir de Santos (1996), el espacio cambia de significado en la medida que los diferentes fragmentos de la sociedad generan movimientos en el tiempo.

Es por ello que este artículo se propone comprender las relaciones de fuerza entre los agentes productivos presentes en el territorio. A este lo concibe no solo como un lugar físico donde se asientan los procesos productivos, sino como un espacio en construcción permanente donde se dirime una multiplicidad de representaciones de los sujetos que en él interactúan y donde el capital agrario, en su búsqueda permanente de formas que acorten los tiempos de reproducción, encontró un lugar para desplegarse. La delimitación geográfica es simplemente para enmarcar un espacio territorial que posibilite indagar acerca de las estructuras que subyacen en ese universo social y llegar hasta donde se “definen acercamientos y distancias sociales” (Gutiérrez 2004, 257).

Las posiciones de los agentes productivos que estructuran el campo

Archetti y Stölen (1975) consideran que la estructura de clases presente en el campo depende básicamente de los sistemas económicos y de las relaciones que dentro de cada una de ellas establecen los sujetos sociales. En el estudio que los autores realizaron en el norte de la provincia de Santa Fe identificaron tres tipos sociales: campesino, farmer y capitalista. Para este estudio adoptamos esa tipología, con la intención de que la interpretación de las posiciones que cada uno ocupa en el campo posibilite comprender este nuevo espacio social resultante del proceso de expansión de la frontera agraria.

A continuación se presenta una breve caracterización de cada tipo social, basada en Preda (2015b).

1) Campesino: la base de la organización productiva es familiar, con ausencia de acumulación sistemática de capital. Se dedica en lo fundamental a la cría de ganado menor –en especial caprino– en contextos de recursos naturales escasos. Los predios campesinos no superan las 200 ha de extensión y representan el 50% de las explotaciones agropecuarias del departamento, mientras que controlan solamente el 7% de la superficie total (INDEC 2002). Su presencia va decreciendo a lo largo de la historia (entre los CNA de 1988 y 2002 desapareció el 35%), lo que revela la profundización del proceso de concentración manifiesto en el territorio.
2) Familiar capitalizado: operan superficies de tierra que oscilan entre 250 y 3000 ha. La amplitud en la extensión se relaciona con la diversidad del suelo en el departamento. Quienes se ubican en áreas salinas (que además son inundables) requieren grandes superficies para desarrollar la ganadería bovina de cría sobre pastos naturales. Este tipo social representa el 35% de las explotaciones. La mayoría son propietarios de la tierra que trabajan, solo unos pocos arriendan. Invierten capital y explotan su propia fuerza de trabajo. Aquellos que disponen de fracciones de tierra con aptitud agrícola la ceden en arrendamiento para la implantación de soja, estrategia que les permite captar una renta. Poseen un grado de capitalización muy superior al campesino.
3) Capitalista: provienen de otras regiones de la provincia y portan el conocimiento y el manejo del paquete tecnológico asociado con la soja. Llegaron al lugar para conducir el proceso de expansión agraria, que fue experimentado y validado en sus lugares de origen. Son pocos en cantidad, pero controlan gran parte de la superficie del departamento, en especial aquella con aptitud agrícola. Operan extensiones, mayoritariamente en propiedad, que oscilan entre 3500 y 12 000 ha. Gran parte de ellos posee tierra en otras regiones del país o en el exterior. Se guían por la racionalidad propia de la organización capitalista: utilización de fuerza de trabajo asalariada y acumulación de capital.

La distribución geográfica de los productores (mapa 3) está vinculada al relieve particular del departamento, con presencia de sierras, planicie y bañados del río Dulce. Esta diversidad ecológica propicia que se concentren mayoritariamente en la planicie central, sobre todo los capitalistas, porque allí se encuentran los suelos con mayor aptitud para la producción agrícola. Para ello, se valen de estudios de viabilidad previos a su instalación, con el objeto de conocer las oportunidades que ofrece cada lugar, en función de optimizar recursos y obtener mayores ganancias.

Mapa 3. Ubicación de los productores entrevistados, por tipo social

Fuente: Preda (2012).7

La ocupación de los espacios productivos se relaciona con las posibilidades que ofrece el medio natural. Son las áreas que mejores condiciones reúnen, desde el punto de vista de la inversión capitalista, las que en primer lugar forman parte de la selección para el desarrollo del proceso productivo tendiente a la especialización agrícola. Mientras que aquellas que no son propicias, no entran en el juego de fuerzas de ese proceso. Así, el espacio naturalmente heterogéneo va generando patrones de especialización productiva que establecen una jerarquía de lugares, en la cual los agentes con mayor volumen y estructura de capital controlan los mejores, y los más vulnerables quedan habitando las tierras de inferior calidad o marginales (gráfico 1).


Fuente: Preda 2012.

Los capitalistas representan el conocimiento de la actividad agrícola que es ajena al lugar. Son los precursores de un sistema productivo en expansión, que incorpora nuevas tierras como condición necesaria para su reproducción. El saber que portan los posiciona en el rol de conductores de ese proceso que consiste en incluir un nuevo territorio a la producción de commodities, un nuevo espacio para la agricultura de exportación (Preda 2015a).

Los familiares capitalizados que disponen de porciones de tierra con aptitud agrícola también son beneficiados, porque las ceden en arrendamiento para la implantación de soja. Se convierten así en receptores de una renta, a la vez que conservan su condición de productores en el desarrollo de la actividad ganadera extensiva.

Por su parte, los campesinos, asentados en sus tierras pobres, adaptan la producción caprina extensiva que siempre desarrollaron a las limitaciones que la implantación de cultivos les impone. Cáceres et al. (2009, 7), en un estudio realizado en el departamento de Río Seco, dan cuenta de que la masificación del uso del alambrado, para proteger los predios agrícolas del ingreso de animales, constituye “el hecho tecnológico puntual que más fuertemente ha impactado en las estrategias productivas campesinas”. Esto se debe a que significa un achicamiento de su espacio productivo y, por lo tanto, de sus rodeos o majadas, lo que condiciona su persistencia en el lugar.

Otra de las ventajas que les reportaba la práctica de manejo a campo abierto era el mejoramiento genético de sus rodeos, a través del cruzamiento de vacas criollas con toros cebú. Un veterinario de la región (entrevista) nos cuenta que los pequeños productores “como tienen sus cabras a la vuelta de los campos grandes, se agenciaban esos terneros, los criaban con la leche de las cabras y se iban haciendo de esa genética que para ellos era imposible adquirir”.

En este sentido, Cloquell (1999, 131) plantea que la diferencia entre la producción de pequeña escala y la moderna agricultura industrializada capitalista consiste en que la primera es “labor-intensiva, policultural, de subsistencia, en tanto la segunda es capital-energía-intensiva, mecanizada y monocultural”. La gran agricultura es la que se relaciona con el desarrollo industrial a través de los agroquímicos y demás aportes de la tecnología industrial, que convierte varios aspectos de la naturaleza en esos procesos.

La producción campesina, por su parte, se sostuvo históricamente con base en una territorialidad absoluta: todas las manifestaciones de su existencia se realizan en el territorio al que pertenecen (gráfico 2). Este sentido de identidad entre las personas y el espacio geográfico les otorga una noción particular de límites sobre el espacio disponible, en función de la producción necesaria para la supervivencia.


Fuente: Preda 2012.

Como se mencionó antes, quienes conducen la producción agrícola en Río Seco son actores ajenos al territorio, que provienen de la región pampeana y portan conocimientos y tecnologías creadas para otras condiciones territoriales. Los resultados de las entrevistas dan cuenta de que los productores capitalistas, además de que no provienen del departamento de Río Seco, tampoco residen en él. Proceden del centro y sudeste de la provincia y habitan actualmente en las ciudades de Jesús María y Córdoba.

En todos los casos, desarrollan una estrategia de expansión de su propia frontera productiva, incursionando en nuevos territorios. A donde van, tratan de reproducir los mismos sistemas de relaciones de sus lugares de origen. Lo característico de estos productores es que invierten en tierra y en maquinaria, diferenciándose de esta forma de los pools de siembra, quienes responden a la separación total de la propiedad territorial (Barsky y Dávila 2008).

Los familiares capitalizados, por su parte, tienen trayectoria y sentido de pertenencia al lugar. Casi el 70% accedió a la tierra por herencia, lo que habla de la presencia de generaciones anteriores en el departamento. La mayoría  de quienes viven en centros urbanos (gráfico 3) no solo están vinculados directamente a la actividad productiva, sino que habitan en las localidades de Villa de María y Sebastián Elcano (las únicas con más de 2000 habitantes), o en alguna población rural agrupada, que no excede en ningún caso los 400 habitantes. Ello muestra que Río Seco es un territorio con una fuerte fisonomía rural.

Fuente: Preda (2012).

En cuanto a los predios campesinos, si bien son los que más han disminuido a lo largo del tiempo, la experiencia acumulada de los agentes que los conducen y las diferentes prácticas que han generado, y generan para vivir a partir de los recursos que tienen, hacen que persistan en el universo agrario, independientemente de la posición que ocupen. En coherencia con el fuerte sentido de pertenencia a la región, el 92% de los entrevistados nació en el departamento de Río Seco y la mayoría dice residir en este lugar “desde siempre” (Preda 2013). Casi la totalidad de los campesinos vive en el campo, característica que los define como actores sociales profundamente enraizados en su territorio, que hacen de la tierra un espacio de vida y de trabajo (Wanderley 2010). Esa pertenencia a un lugar, y fundamentalmente a un grupo en el que están unidos por vínculos precisos y útiles, dotados de propiedades comunes, les posibilita sostener relaciones de intercambio y colaboración que hacen a su persistencia (Preda 2013).

Por lo tanto, el fenómeno de agriculturización que se implementa en este campo, impulsa, al igual que en otras regiones extrapampeanas, estructuras agrarias muy polarizadas. En ellas coexisten grandes latifundios y pequeños minifundios campesinos (Reboratti 2005), y los sectores menos favorecidos despliegan estrategias de integración o de resistencia a un modelo que responde a intereses específicos de los actores hegemónicos. De ese modo, se constata una vez más que la modernización no penetra en todo el espacio geográfico, aunque tanto los productores que acceden a ella como los que la rechazan se encuentren inmersos en los mismos macroprocesos (Bengoa 2003).

En cuanto a la organización del trabajo que implementan los distintos tipos sociales,  en la producción campesina, la fuerza de trabajo familiar se distribuye en ocupaciones diversas, que van desde las tareas del hogar y la reproducción familiar hasta la cría de animales y otras actividades productivas, el mantenimiento de las instalaciones y el trabajo fuera del predio (gráfico 4).

Fuente: Preda 2012.

El perfil de estos sujetos es el de quienes han trabajado en el campo desde pequeños. Sus vivencias se vinculan al mundo rural, a sus tradiciones y al aprendizaje del trabajo de campo junto a sus padres o abuelos, en el que el oficio de capricultor, transmitido generalmente a los varones desde pequeños, puede ser visto como un legado (Preda 2013). Anteriormente se insertaban como mano de obra asalariada en las estancias de la región que realizaban ganadería bovina a gran escala, los que les posibilitaba incorporar al ingreso familiar el salario de peón. El hombre se empleaba como asalariado, mientras los demás miembros de la familia se hacían cargo de la producción dentro del predio. Pero el paso de la ganadería bovina a la agricultura, en esas grandes explotaciones, les generó un doble perjuicio, porque no solo se reduce la demanda de trabajo asalariado, sino que las exigencias de la agricultura moderna los excluyen de toda posible ocupación.

Un estudio sobre la demanda de trabajo en el agro argentino determina que el ciclo completo de cultivo de una hectárea de soja demanda aproximadamente un tercio de jornal al año, mientras que la ganadería bovina, 92 jornales por hectárea por año (Neiman 2010, 316).8

En el caso de los familiares capitalizados, la articulación interna de la reproducción del ciclo doméstico con la unidad de producción vinculada a los mercados, y la singular flexibilidad manifestada explícitamente en el trabajo de la familia, son las que posibilitan su persistencia y la adecuación a las transformaciones del contexto. De acuerdo con las capacidades existentes, van definiendo estrategias conciliadoras, con las modificaciones en el dominio externo. Es así que en los períodos de mayores exigencias acuden al aporte de trabajo de los miembros de la familia, incluso de aquellos que no están vinculados de manera directa a la explotación. Así, se establece una coordinación entre el dominio de la producción y el dominio de la unidad doméstica (Van der Ploeg 1993).

Si bien la ganadería bovina es la principal actividad productiva que desarrollan, la familia implementa estrategias de diversificación que combinan el ámbito rural y urbano. Los productores entrevistados dicen percibir ingresos provenientes de la actividad comercial desarrollada en el pueblo, y también de salarios por empleo en la docencia o en el Municipio, de parte de sus esposas o de algún otro miembro de la familia. Estas formas de pluriactividad se ven favorecidas por el acceso a determinados niveles de formación (gráfico 5).

Fuente: Preda 2012.

Por su parte, en la producción capitalista, la fuerza de trabajo asalariada permanente es relevante (gráfico 4) y proviene por lo general del mismo lugar de origen de los productores. Hay una distribución del trabajo en la cual las tareas que requieren esfuerzo físico quedan a cargo de la mano de obra asalariada, mientras que los productores o sus familiares se ocupan de la supervisión y administración de la empresa, contando con asesoramiento técnico y contable en todos los casos.

Las características de las formas productivas asociadas con el capital científico-técnico llevan prácticamente a la exclusión de los residentes del lugar como mano de obra posible a contratar. En cambio, propician la llegada de mano de obra procedente de las áreas donde se tiene conocimiento sobre el paquete tecnológico importado. En la medida que las exigencias son diferentes de las de la producción tradicional, y teniendo en cuenta que el capitalista que invierte en el proceso productivo necesita tener control directo sobre este y sobre el trabajo necesario, se prefiere trasladar mano de obra idónea procedente de fuera del lugar (Santos 1996).

La adopción de nuevas tecnologías, el asesoramiento profesional, el acceso a información sobre mercados y la capacidad de organización, por mencionar algunas, son estrategias diferenciales que aseguran ciertas ventajas comparativas. En este aspecto, la educación desempeña un papel fundamental, en el sentido de considerar el saber como portador de cambios.

Bengoa (2003) sostiene que los asuntos culturales son los que articulan y los que mejor explican los diferentes procesos generados en los ámbitos rurales. Las distintas formas de gestionar los recursos, el capital y la articulación con el dominio externo tienden a viabilizar la reproducción de las condiciones que les permiten a los distintos agentes sociales agrarios continuar la actividad.

Del análisis se desprende que las acciones de los agentes se orientan de acuerdo con las posibilidades impuestas por el campo donde actúan, siguiendo las relaciones de fuerza que lo estructuran. En definitiva, la estructura del campo es la que determina las condiciones para tomar decisiones, que no son más que opciones entre posibilidades delimitadas por dicha estructura. Si bien los agentes tienen libertad para actuar, la eficacia de sus acciones va a depender de la estructura de las relaciones entre quienes introducen las transformaciones y quienes las padecen (Bourdieu 2001).

En el gráfico 5 se observa la débil formación educativa de los productores campesinos, en relación con los demás tipos sociales. Las familias campesinas no cuentan con las condiciones objetivas para que sus hijos permanezcan en la escuela, debido a los requerimientos de trabajo en el predio. Los productores relatan que lo habitual cuando ellos eran niños era asistir a la escuela solamente algunos años, hasta “aprender a escribir y hacer algunas cuentas” (Preda 2013).

Estudios realizados en el norte de la provincia, que analizan la problemática de la educación como estrategia de reproducción social, comprueban que en las últimas dos o tres décadas esa situación ha cambiado.

Las modificaciones del contexto, las dificultades para seguir reproduciéndose como campesinos y la implementación de estrategias migratorias implicaron, con el correr de los años, la redefinición de las estrategias educativas y un nuevo lugar asignado a la escolarización como mecanismo de habilitación para el trabajo y la vida social. La asistencia de los hijos a la escuela se transformó progresivamente en una exigencia de la reproducción, en una necesidad casi naturalizada y en un problema que la familia tenía que resolver (Cragnolino 2001, 8).

La familia comprende que el colectivo social demanda mayores niveles educativos para acceder al mercado laboral. Por lo tanto, la escolaridad tiene en la actualidad otra valoración. Es por eso que, a diferencia de sus padres, la totalidad de los hijos en edad escolar de las familias campesinas entrevistadas hoy asiste a la escuela (Preda 2013).

En los productores familiares capitalizados hay una diversidad de situaciones de escolaridad: casi la mitad accedió al nivel secundario y un 12% al nivel terciario. Por su parte, el 45% de los empresarios capitalistas accedió al grado universitario. Si bien no todos lo completaron, en más de la mitad de las explotaciones pertenecientes a este tipo social, al menos uno de los familiares que las conducen son Ingenieros Agrónomos. En los demás casos, poseen mayoritariamente estudios terciarios y secundarios.

Si bien no se trata de una cuestión determinante, porque es necesario reconocer la importancia de otras habilidades, las performances escolares suponen incorporar conocimientos que acrecientan el capital cultural. Asociadas con la acumulación de capital social por la pertenencia “a un círculo de relaciones estables” (Gutiérrez 2006, 37), van dotando de recursos distintivos a los agentes que dirigen las empresas. Son trayectorias que hablan de la relevancia del volumen de capital social que los agentes detentan, por sobre los demás capitales. Estas conforman el posicionamiento que cada uno de ellos ha conseguido en el campo productivo agrícola de la región (Preda 2015b).

Reflexiones finales

En el departamento de Río Seco, al noreste de Córdoba, la incorporación de una fracción de su territorio al mercado de exportación agrícola intensificó el fraccionamiento de las clases sociales existentes en él. El lucro y la competencia fueron conduciendo al proceso de cambio, caracterizado por horizontes de tiempo cada vez menores y por una falta de compromiso con las consecuencias sociales y ecológicas generadas por el abandono de la producción local. Las razones de la economía estándar fueron el instrumento ordenador del lugar, que se convirtió en foco de atracción de los capitales y productos, como también en áreas de apropiación. Ello originó una notoria polarización social (Naredo 2001) que acentúa los ya existentes desequilibrios entre los agentes productivos tradicionales del territorio.

Una vez seleccionados los lugares proclives para el desarrollo agrícola, inició la dinámica de ocupación del suelo, a través de la tenencia, bajo diferentes formas de arrendamiento o de compra, valiéndose de los precios diferenciales con respecto a la región pampeana. De esa manera, se va desmantelando la organización anterior del espacio, a la vez que se concentra el capital en algunos puntos específicos: aquellos aptos para el ingreso de la soja. Es allí cuando el espacio geográfico se convierte en un campo de disputa por el control de la tierra. Los productores tradicionales tienen que competir con nuevos agentes portadores de capitales diferenciados, provenientes de la región pampeana, que irrumpen trayendo consigo los conocimientos y la tecnología creada para otras condiciones territoriales.

En un contexto de ausencia de políticas agropecuarias y de espacios de discusión en torno a las problemáticas de los productores más vulnerables, ello hace que sea la agricultura como negocio la que defina el perfil productivo de la región. Quienes conducen este proceso de especialización agrícola lo hacen porque conocen la estructura del campo y los mecanismos precisos que requiere su funcionamiento. Son productores que cuentan con las disposiciones necesarias para realizarlo, adquiridas por medio del aprendizaje y la experiencia en la práctica, y que saben adaptarlas a las exigencias y urgencias que la acción demanda (Bourdieu 2006).

Sin embargo, aunque la penetración del capital trata de imponer su propia lógica, no arrasa con las otras lógicas productivas existentes. Es un campo donde el capital determina la estructura, pero no impide que otros tipos de producción actúen como subcampos, con sus particularidades, conforme a la historia de su surgimiento. Los caracterizan sus propios modos de funcionamiento, sus tradiciones específicas y sus formas particulares de desarrollo (Bourdieu 2001). Aunque el dominio lo ejerce el capital económico, los otros tipos no operan solo de manera indirecta, sino que ejercen también un efecto estructural, que puede modificar las posiciones relativas del resto.

Como se puede observar, la problemática es compleja, no solo por la heterogeneidad productiva y social involucrada en este proceso de transformaciones, sino por la situación de los agentes. De acuerdo con las diferentes posiciones de poder que detentan en el campo, ellos se convierten en perjudicados, beneficiados o ausentes.

Los resultados de esta investigación, así como las interpretaciones plasmadas en el análisis, no son extensibles ni generalizables a otros contextos donde se desarrollen procesos similares. Simplemente se pretendió conocer, para luego poder explicar, los mecanismos a través de los cuales el capital se instala en el departamento de Río Seco y el tipo de relaciones que establece.

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Notas al pie

1 Basco (1993, 101) define a la estructura agraria como “una configuración de variables agroeconómicas y sociales (recursos productivos y forma social de trabajo). Los agentes de dicha estructura son los tipos sociales agrarios que se caracterizan y diferencian por la disponibilidad y magnitud de su dotación de recursos y por la forma social del trabajo”.

2 No se considera el CNA de 2008 por deficiencias en la captación y el procesamiento de datos.

3 Dirección de Planificación Estratégica y Desarrollo del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentos de la provincia de Córdoba.

4 Se trata del corrimiento de la frontera ganadera bovina sobre áreas destinadas a otro tipo de uso.

5 La selección de los años 1987 y 2010 se vincula al período de mayor transformación del uso del suelo en el departamento Río Seco.

6 Incorporación de la agricultura de commodities, propia de la región pampeana, en otras regiones del país. 

7 La zonificación agroecológica fue tomada de Zak et al. 2008.

8 El análisis en ganadería bovina se realizó en el área centro-oeste de la provincia de Buenos Aires. En el estudio se determinaron tres perfiles tecnológicos: 92 jornales correspondieron al perfil bajo, 242 al medio y 421 al alto. De acuerdo con la caracterización de cada perfil, se considera que el bajo es el que más se asemeja al tipo de producción realizada en el norte de Córdoba.