EUTOPÍA. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 13, junio de 2018, pp. 89-113

DOI: http://dx.doi.org/10.17141/eutopia.13.2018.3301

ISSN 1390 5708/e-ISSN 26028239

 

Territorialidades campesinas en Loja, Ecuador: análisis de sus dinámicas organizativas a partir de tres casos

Peasant territorialities in Loja, Ecuador: analysis of its organizational dynamics from three cases

Marco Alvarado Torres

Fecha de recepción: 6 de marzo de 2018

Fecha de aceptación: 22 de mayo de 2018


Ecuador. Ingeniero agrónomo por la Universidad Nacional de Loja y maestro en Desarrollo Territorial Rural de FLACSO-Ecuador. Estudiante de Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina (CLACSO, FLACSO-Brasil). Correo: maalvaradofl@flacso.edu.ec


Resumen

En la provincia de Loja, al sur de Ecuador, desde de los años 90 del siglo pasado, varias familias campesinas han creado organizaciones locales que impulsan territorialidades alternativas como la producción ecológica, finanzas solidarias, gestión comunitaria del agua, defensa de territorios ancestrales, empoderamiento de mujeres, entre otras. Este trabajo se pregunta de qué manera se estructuran estas experiencias, y a partir de la construcción participativa de sociogramas, analiza las dinámicas internas de tres organizaciones, y sus interacciones con otros actores. Se encuentra que estas territorialidades, más que simples prácticas de producción o gestión, son complejas trayectorias de subjetivación política.

Palabras clave: agricultura campesina; autonomía; contra-hegemonía; Loja; modernización, organización; territorialidad

Abstract

In the province of Loja, located south of Ecuador, since the 90s of the last century, several peasant families have created local organizations through which promote alternative territorialities, how ecological production, solidarity finance, community management of water, defense of ancestral lands, empowerment of rural women, amongst other activities. This paper asks how these experiences are structured, and from participatory elaboration of sociograms, analyzes the internal dynamics of three organizations, and its interactions with other actors. These territorialities are more than simple practices of production, or management, these are also complex phats of political subjectivation.

Key words: peasant agriculture; autonomy; counter-hegemony; Loja; modernization; organization; territoriality

 

Introducción

En la provincia de Loja, ubicada al sur de Ecuador, fronteriza con Perú, desde los años 90 del siglo pasado, cientos de familias campesinas han creado varias organizaciones que impulsan diversas iniciativas relacionadas con la producción ecológica, finanzas solidarias, gestión comunitaria del agua, defensa de territorios ancestrales, apoyo al liderazgo de las mujeres, entre otras. Los resultados de estas experiencias son diversos: algunas son exitosas, mientras que otras se encuentran en reflujo. Sin embargo, se conoce muy poco acerca de sus dinámicas. Por esto, el presente trabajo parte de las siguientes interrogantes: ¿de qué manera se estructuran estas territorialidades?, ¿qué actores intervienen? y ¿qué interacciones las dinamizan y prescriben su curso?

Para responder, presentamos un análisis comparativo de los procesos de tres organizaciones de segundo grado, que atraviesan por momentos distintos en sus dinámicas internas.1 Por medio de sociogramas, elaborados mediante investigación-acción participativa, se exploran sus relaciones de poder y conflictos internos, y con los demás actores que coexisten en sus territorios. Se trata de un ejercicio inductivo, cuyo propósito es dilucidar los patrones de interacción que son comunes en la estructuración de estos procesos. El artículo se organiza en seis partes: luego de la presente introducción, se repasa el marco teórico que subyace el análisis; en la tercera parte se presenta la metodología; luego se explican los resultados más relevantes; en quinto lugar se discuten los hallazgos y; en la sexta parte se exponen las reflexiones finales.

Marco teórico

Contexto general

Latinoamérica es escenario de encuentros y desencuentros entre varias visiones sobre el desarrollo rural, entre ellos, los de organizaciones campesinas e indígenas que articulan diversas demandas agrarias, étnicas, ecológicas y culturales (Hidalgo 2014). En consecuencia, cuestiones como el acceso a la tierra, control de los recursos naturales, soberanía alimentaria, derechos colectivos, derechos y condiciones de vida de la gente en el campo, entre otras, (re)cobran importancia e imponen a los estudios rurales nuevos desafíos teóricos, políticos y de interpretación (Hidalgo 2014; De la Tejera et al. 2010). Frente a esto, varios autores proponen un abordaje que sitúa el conflicto como objeto de indagación (Rubio 2006; Schneider y Peyré 2006; Favareto y Schroder 2007; Baudel 2010; Mançano 2012). En esta línea, se sostiene que la raíz de los diversos conflictos agrarios que ocurren en América Latina, está en los procesos de expansión del capital sobre la agricultura y sus secuelas socio-ambientales, como consecuencia de la consolidación de un régimen agroalimentario corporativo, de escala global (Elizalde y Thayer 2013; Yumbla 2011).

Esta contradicción se establece desde mediados del siglo XX, con la imposición de la modernización capitalista de la agricultura, como narrativa hegemónica de desarrollo rural. El discurso modernizante, que subyace a todos los modelos de desarrollo rural aplicados en Latinoamérica desde entonces, apuesta por consolidar el carácter capitalista del régimen de producción agrícola, difundiendo un modelo de producción utilitarista, con itinerarios técnicos promovidos desde el norte (Gómez y Pérez 1979), bajo la promesa de acabar por esta vía, con el hambre y pobreza rurales, mejorando la competitividad campesina (Guerrero 1992). Empero, contrariamente a sus promesas, la modernización ha configurado un régimen agroalimentario caracterizado por una creciente diferenciación social y tecnológica, entre las agro-empresas capitalistas que ostentan una creciente concentración de poder (Rodríguez 2010), la pequeña agricultura campesina, que pierde autonomía productiva y entra en riesgo de quedar fuera de la producción (Chiriboga 2010), y la población en general que acusa persistentes problemas de hambre, malnutrición y asume las externalidades ambientales. En síntesis, un régimen agroalimentario desconectado de la agrobiodiversidad, los ecosistemas y la cultura (De Schutter 2010).
Frente a este escenario, los campesinos latinoamericanos plantean diversas territorialidades contrahegemónicas, que cuestionan la narrativa modernizante y reivindican sus itinerarios, producciones y culturas; resistiendo así, las estrategias del capital que buscan a imponer la heteronomía y homogeneización de sus territorios, para subsumirlos a sus procesos de acumulación (Santos 1993):

Iniciativas algunas que buscan crear una economía rural basada en el respeto a los campesinos y a la tierra, sobre la base de la soberanía alimentaria, y de un comercio justo […] que buscan asegurar un desarrollo rural incluyente, que reconozca la importancia de la contribución de las mujeres en la producción de alimentos [,] que demandan una reforma agraria auténtica que devuelva sus territorios a los pueblos indígenas, y que les otorgue a los campesinos sin tierra y a los agricultores pequeños la propiedad y el control de la tierra que trabajan. Iniciativas, por último, de revalorización de los territorios, de agregación de valor a la producción en pequeña escala, de agroecología, de valorización de las culturas endógenas y de la vida rural (Elizalde y Thayes 2013, 3).

Territorio, territorialidad y organización campesina en una perspectiva relacional

Abordaremos los territorios rurales, como sistemas dinámicos, conflictivos y estructurados jerárquicamente (Favareto y Schroder 2007), donde los agentes asumen posiciones y disposiciones diferenciadas alrededor de la disputa por la apropiación y utilización del medio socio-ecológico (Díaz 2012). Las posiciones de los actores, es decir, sus niveles de poder, están dados el control de recursos económicos, políticos y/o simbólicos que ostentan (dinero, acceso a tierra, autoridad, fuerza, información, reconocimiento, etc.), y la habilidad de utilizarlos para influir en otros. Por otra parte, la disposición a actuar de un agente frente a una situación concreta, se explica por los intereses y/o valores que defienden (Chevalier y Buckles 2009).

En la perspectiva de alcanzar las mejores posiciones posibles dentro del territorio, los actores movilizan recursos, gestionan alianzas y conflictos; es decir, despliegan territorialidades. Las territorialidadesde las organizaciones campesinas son tan diversas como son sus proyectos sociales; pero pueden definirse como comportamientos colectivos orientados a influir sobre los recursos y personas de la comunidad, a fin de procurar su reproducción socio-cultural (Alvarado 2016). Las territorialidades campesinas se concretan por medio de una red compuesta por dos tipos de interacciones: la interioridad, es decir, las relaciones entre y dentro de las organizaciones rurales locales, y; la exterioridad, “que vincula la organización local con espacios y actores externos, entre los que destacan el mercado, los movimientos sociales, destinos migratorios, centros educativos, el Estado y las instituciones de desarrollo” (Laguna 2011, 1).

A su vez, la interioridad de las comunidades campesinas andinas, está constituida por dos tipos de interacciones: la reciprocidad, como estrategia contingente de las familias ante posibles eventualidades adversas, o ante actividades que rebasen sus propios esfuerzos; y el conflicto o tensión permanente entre las familias, los dirigentes y las directivas (cabildos, consejos de gobierno, etc.), que busca limitar el poder de los líderes, para asegurar la cohesión sociocultural del grupo, a través de la redistribución del poder (Sánchez-Parga 1984). En esta línea, un factor de salud de las organizaciones, es la creación de redes horizontales de comunicación y reflexión en su interioridad, que permitan gestionar la reciprocidad y el conflicto. La horizontalidad se entiende entonces, como un patrón de interacción, que reproduce espacios de socialización favorables a la redistribución del poder, apuntalando la cohesión sociocultural (Max-Neef 1986).

Subalternidad, contrahegemonía y autonomización: subjetivación política campesina

Por hegemonía, entendemos el proceso de dominación intersubjetiva de un grupo sobre el conjunto de la sociedad (Gramsci 1999). La contraparte de la hegemonía, es la subalternidad, que es el proceso de subjetivación política que resulta de experimentar la subordinación. Los grupos subalternos son aquellos sobre los que se ejerce hegemonía. La subalternidad constituye el punto de partida de todos los procesos de conflicto y emancipación (Modonessi 2010).

Los grupos subalternos se mueven entre la aceptación y el cuestionamiento de la dominación, pues la subalternidad es un proceso movido por la correlación de fuerzas “entre la colonización hegemónica impulsada desde las clases dominantes y la autonomización sostenida por las clases subalternas” (Modonessi 2010, 39). Esta tensión, contribuye a configurar las disposiciones a actuar de los sujetos subalternos, construyéndolos como sujetos políticos (Modonessi 2010).

Cuando las disposiciones de los sujetos subalternos se mueven hacia la autonomía, entran en conflicto con la hegemonía y construyen contrahegemonía. Entonces, por contrahegemonía se entiende el conjunto de estrategias subalternas que desafían la hegemonía. O, desde otra mirada, una estrategia contrahegemónica es aquella con la que los grupos subalternos, en procura de su autonomía, disputan el control (económico, político y/o cultural) a los actores hegemónicos. El éxito de la contrahegemonía, da lugar a la autonomización, es decir, al proceso de subjetivación que resulta de experimentar la emancipación (Modonessi 2010). En síntesis, basados en el contexto general –esbozado en líneas anteriores-, se puede afirmar que una estrategia territorial campesina, adquiere el status de territorialidad contrahegemónica, cuando las disposiciones a actuar que le subyacen, implican un cuestionamiento al discurso dominante de la modernización capitalista; lo cual, los construye como sujetos políticos antagonistas, que disputan la influencia sobre el territorio a los agentes que la promueven.

Metodología

Contexto territorial de la agricultura campesina en Loja

La provincia de Loja tiene una orografía predominantemente montañosa, en medio de la cual apenas destacan pocos valles aluviales, pequeños y profundos (Ospina et al. 2011). Por su ubicación geográfica en los Andes Bajos, es climáticamente inestable y propensa a sequías o excesos de lluvias. Además, acusa importantes problemas ambientales: escasez de agua, desertificación, fuertes niveles de erosión, pérdida de agrobiodiversidad, entre otros (Ramón 2014). A estas condiciones se suma una estructura socio-económica muy desigual: es la quinta provincia más desigual en Ecuador en cuanto al acceso a tierras, con un Gini de 0,769 (Alvarado y Vandecandelaere 2011), que es herencia del sistema de haciendas anterior a la Reforma Agraria, que no logró revertir la concentración, y no resolvió las necesidades de tierra de los pequeños campesinos.

Loja además, es la segunda provincia más desigual en distribución del ingreso, con un Gini de 0,534 (Wong 2013). Sus niveles de pobreza rural alcanzan el 65,4% (Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca 2016), en parte, debido a que por su situación fronteriza, la crisis económica de fin de siglo XX y la posterior dolarización degradaron la situación de miles de familias productoras, afectando su poder de compra y su competitividad frente a los productores peruanos (Pastre y Waroquiers 2003).

Los intentos de modernizar la agricultura local luego de la Reforma Agraria chocaron con los límites ecológicos y geográficos locales: tuvieron efectos moderados solo en los pequeños valles aluviales con riego, y unas pocas zonas de piedemonte con buenos suelos (Hollenstein et al, 2011), en los que se concentraron la mayor parte de los recursos hasta convertirlo en enclaves de monocultivos comerciales (maíz, maní, caña de azúcar, arroz y hortalizas.). Mientras tanto, las zonas de montaña –la inmensa mayoría-, quedaron relegadas, desvalorizadas y los campesinos obligados a optar “entre la migración o la riesgosa producción estacional de café, maíz, maní, fréjol, caprinos y vacunos” (Ospina et al. 2011, 4).

Este contexto, alienta un proceso crónico de emigración de la población rural, que pone en riesgo la reproducción de las agriculturas campesinas locales (Gondard 2004), en contraste con la creciente tendencia de la población a asentarse en zonas urbanas2 (Alvarado y Bustillos 2013). Bajo estas condiciones, el campesinado lojano adolece de una fuerte debilidad en su tejido social. Los factores estructurales y los desajustados intentos de modernización agraria, hacen parte de una trayectoria de desarrollo caracterizada por la fractura continua y sistemática de los recursos sociales y culturales de los campesinos/as, que han acelerado su transición –iniciada con la conquista española-, desde un modo de producción comunitario, hacia un modelo de organización más de tipo familiar disperso, subordinado a estrategias de desarrollo exógenas (Alvarado 2016). En síntesis, las organizaciones campesinas objeto de este trabajo, agrupan fundamentalmente familias que practican agricultura de montaña, que deben lidiar con un contexto territorial donde la crisis ambiental, la desigualdad estructural y el desajuste de socio-ecológico de la modernización agraria, amenazan permanentemente su capacidad de reproducción.

Proceso metodológico

Los resultados de este trabajo se obtuvieron mediante Investigación-Acción Participativa. Se elaboraron sociogramas en talleres con dirigentes y socios/as de las tres organizaciones. Los resultados y la reflexión desarrollada por los/las participantes, se triangularon con entrevistas semi-estructuradas, observación no participante y revisión de fuentes secundarias. El sociograma permite representar un espacio social de forma gráfica. Por su intermedio, podemos referir un territorio como un esquema reticular, representando en un plano cartesiano a los actores y sus redes de relaciones de poder (Alberich 2008).

La elaboración de los sociogramas consistió en identificar los actores territoriales y ubicarlos en el plano cartesiano, según sus niveles de poder (posiciones) y afinidad (disposiciones a actuar en referencia a la territorialidad de cada organización); para luego representar el tipo de relaciones que mantienen entre sí (débiles, estables, fuertes/de colaboración o conflicto). Con estos insumos, se identificaron los conjuntos de acción; es decir, los grupos de actores que convergen, ya sea por la similitud de sus posiciones, de sus disposiciones, y/o por las relaciones que mantienen.

Este trabajo sintetiza parte de la investigación desarrollada por Alvarado (2016), que estudia los casos del Comité de Gestión y FEPROCOL (Federación Provincial de Comunas del Pueblo Palta de Loja), y la complementa con el ejercicio desarrollado durante una escuela de formación campesina coorganizada por OCMECUC (Organización Cantonal de Mujeres Emprendedoras Campesinas y Urbanas de Calvas) y la ONG Ayuda en Acción, con la facilitación del mismo autor, en 2017.

Los casos de estudio

El Ex-Comité Cantonal de Gestión para la Administración de las Cuencas de los Ríos Catamayo- Playas (Comité de Gestión)

El Comité de Gestión fue una organización del cantón Paltas, creada en el año 2005 como resultado de la movilización campesina que promovió el proyecto “Sembrando Agua”, iniciativa liderada por la ONG Comunidades y Desarrollo Local (COMUNIDEC) y apoyada por una amplia coalición de actores locales y organismos de desarrollo, con el propósito de afrontar el problema crónico de escasez de agua que sufre el cantón, a través de recuperar el sistema ancestral de manejo de la humedad, potenciándolo con técnicas y conocimientos modernos (Ramón 2014). La territorialidad del Comité de Gestión se relaciona con la gestión comunitaria del agua, mediante una estrategia que combinaba la recuperación del discurso mítico ancestral sobre el manejo de la humedad y el territorio, la producción ecológica, la educación ambiental y la incidencia política. Sus organizaciones de base se denominaron “Comités de Microcuenca”, ya que actuaron a nivel de tales unidades territoriales en el cantón (Alvarado 2016). En 2016, el Comité de Gestión se disolvió y sus integrantes conformaron una nueva organización de primer grado con similares fines. Se trata de una experiencia de recuperación exitosa, luego de superar un período de crisis interna y reflujo.

La OCMECUC

Es una organización de segundo grado de reciente ascenso, creada en el cantón Calvas en el año 2015, como resultado de la decisión que toman varias organizaciones de primer grado, con trayectorias más largas, de articularse en red. Su territorialidad se estructura en torno a la promoción de los derechos y el liderazgo emergente de las mujeres, mediante la educación, el emprendimiento y la incidencia política, partiendo desde la revalorización de sus raíces y saberes campesinos (EA, facilitador ONG Ayuda en Acción, marzo de 2018).

La FEPROCOL

Es una organización de segundo grado con cobertura provincial. Además es filial de la Ecuador Runakunapak Rikcharimuy (ECUARUNARI) y de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). Está dirigida por un consejo de gobierno o cabildo, igual que sus organizaciones de base: las comunas, entidades poseedoras de territorios de raíz ancestral. FEPROCOL fue creada en el año 2003, por iniciativa de un grupo de profesionales activistas del movimiento indígena –que entonces vivía una intensa dinámica organizativa-, provenientes de varias comunas. Su territorialidad se estructura en torno a la defensa, recuperación y legalización de los territorios ancestrales del pueblo Palta de la provincia de Loja, y el ejercicio de la autonomía política, jurídica y administrativa para sus habitantes (Guamán et al. 2010). Actualmente atraviesa una crisis profunda que amenaza su viabilidad.

Resultados

La red del Comité de Gestión. Exterioridad

En el sociograma del Comité de Gestión (figura 1) se identificaron cuatro conjuntos de acción externos: en primer lugar, una coalición conformada por varias ONG e instituciones públicas a las que consideraron con altas posiciones de poder, sea porque disponen de recursos económicos provenientes de proyectos ambientales, derechos humanos y/o desarrollo comunitario, así como alta legitimidad y/o autoridad política. Es un conjunto considerado afín, ya que es la continuación de una convergencia que se gestó desde 2002, con el proyecto Sembrando Agua, y que ha dotado al Comité de Gestión desde sus orígenes, de recursos, información y reconocimiento, sosteniendo su accionar.

Luego se identificó un conjunto de actores extraterritoriales, conformado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), e instituciones adscritas a esta entidad, como el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP). Los participantes asignaron a estos actores, altos niveles de poder (económico y autoridad) y una disposición opuesta al Comité de Gestión, porque a través de estrategias como por ejemplo, el “Plan Semillas de Alto Rendimiento” (Plan Semillas), promueven un modelo agrícola dependiente de insumos y semillas externas, contrario a su propuesta de producción ecológica.

El tercer conjunto de acción, está conformado por actores locales particulares, especialmente comerciantes y políticos, frecuentemente relacionados entre sí. Los participantes consideraron a estos actores como opuestos, por fomentar relaciones clientelares o la apropiación del trabajo campesino a través de la usura e intermediación.

El último conjunto de acción en la exterioridad está conformado por los gobiernos locales (GAD provincial, municipal, parroquiales), que aunque fueron considerados distintos en sus posiciones de poder, según su escala, fueron caracterizados por su disposición indiferente frente a la territorialidad de la organización. De hecho a través del sociograma, se pudo dilucidar que su (in)disposición está dada por la fuerte influencia que ejercen otros actores, como el MAG, y principalmente, los actores locales particulares. De allí que, incluso se destacó que en varios de los GAD persiste una visión paternalista y clientelar, que es causa de relaciones débiles e incluso conflictivas con las organizaciones. En síntesis, los gobiernos locales se encuentran en medio de una tensión entre las organizaciones y aquellos actores.

Figura 1. Sociograma del Comité de Gestión.

Fuente: El autor. Investigación colaborativa en Alvarado (2016).

Clarifica esto, el hecho de que, al momento del estudio, el Comité de Gestión mantenía un desencuentro con el GAD provincial: durante el 2009, en una tentativa de cooptar a la organización con fines electorales, algunos funcionarios de aquella institución entregaron semillas a los campesinos mediante un crédito. Aquella gestión se realizó desordenadamente, haciendo imposible el seguimiento a los beneficiarios. Por ello, las autoridades subsiguientes del GAD provincial, endosaron la deuda en su conjunto al Comité de Gestión. Esta se volvió impagable y bloqueó el flujo de recursos de cooperación hacia la organización, desatando una fuerte crisis interna, que persistió hasta 2014.

Interioridad

A nivel interno, el Comité de Gestión identificó cuatro conjuntos de acción (figura 1). En un primer lugar, la organización representada por su directiva (CGP), las organizaciones de base (comités de microcuenca) y las familias base del Comité de Gestión (Socios). Los participantes señalaron que la organización en su conjunto tiene un nivel de poder entre medio y alto, ya que cuenta con reconocimiento y su dirigencia se relaciona con actores que apoyan su territorialidad (el primer conjunto de acción en la exterioridad).

Las relaciones dentro de la organización se caracterizaron como débiles, pero en proceso de recuperación, pues estaba superando una crisis interna –que se explicará más adelante. De hecho, se señaló que al momento del taller, la horizontalidad se limitaba a algunas mingas y talleres de capacitación puntuales, aunque se estaban concentrando esfuerzos en fortalecer estas actividades, así como la recolección y comercialización organizada de vainillo, como sostenes de la dinámica interna. Cabe destacar que las disposiciones de la base social de la organización (comités de microcuenca y socios), eran ambiguas entre la afinidad y la indiferencia, fundamentalmente por dos razones: la crisis organizativa previa y el consecuente reflujo de la horizontalidad y; la competencia con actores externos a la organización considerados indiferentes u opuestos, por la influencia sobre las bases.

Un segundo conjunto de acción, está conformado por organizaciones campesinas afines (organizaciones externas, comuna) y sus dirigentes de organizaciones fraternas. Si bien las relaciones con este conjunto fueron considerados débiles, el vínculo principal radica en que tienen una base social compartida. El tercer conjunto de actores está conformado por ex-dirigentes de la organización, considerados opuestos y dirigentes de otras organizaciones, considerados diferentes. Se señaló que existe una relación conflictiva con este conjunto, el cual se puede resumir como una disputa entre el grupo liderado por quien dirigió la organización desde su conformación y hasta el año 2009, momento en que surge el conflicto con el GAD provincial anteriormente señalado, y un grupo emergente de líderes, que se forman como tales al calor de la dinámica organizativa promovida por el proyecto “Sembrando Agua”.

A partir de que el GAD Provincial transfiere la deuda al Comité de Gestión, esta organización entró en una crisis económica y organizativa que puso en tela de juicio al grupo dirigente inicial. El cuestionamiento fue encabezado por el grupo emergente de líderes, que termina asumiendo la dirigencia y la gestión de la crisis, mientras que los integrantes del grupo inicial, quedaron fuera de la organización o relegados a posiciones marginadas. Los participantes del taller, señalaron que el liderazgo inicial fomentó la formación de grupos de clientela, -lo que llamaron “grupismo”-; esto afectó la forma de administrar los recursos de la organización y la distribución de los beneficios entre los socios. Frente a ello, insistieron en que el “grupo dirigencial nuevo” apelaba a fortalecer las mingas, la formación/capacitación de los socios y la gestión de recursos de cooperación.

La red de la OCMECUC

Exterioridad

En la OCMECUC se identificaron cinco conjuntos de acción externos (figura 2). En primer lugar, ubicaron a un diverso grupo de actores conformado por ONG, instituciones públicas y organizaciones campesinas externas a su territorio. Este conjunto es diverso en su composición e intereses (gestión ambiental, economía solidaria, desarrollo comunitario, algunos gobiernos parroquiales, etc.), y sus niveles de poder oscilan entre medios y altos; pero comparten una disposición afín a la territorialidad de OCMECUC. La relación con este conjunto es facilitada por la intervención de la ONG “Ayuda en Acción”.

Un segundo conjunto de actores está constituido por gobiernos locales de distinta escala (GAD) y representantes locales del Estado Central (tenientes, jefes políticos). De similar forma que el Comité de Gestión, en OCMECUC caracterizaron a estos actores por su disposición ambigua y porque suelen mantener relaciones débiles y en ocasiones conflictivas, con las organizaciones; a causa de la persistencia de visiones paternalistas e intereses particulares. En esta línea, se identificó un tercer conjunto, compuesto por actores con intereses económicos o políticos considerados opuestos: intermediarios, contrabandistas, chulqueros (usureros), a quienes se caracterizó por ostentar mediana influencia, pero también por mantener relaciones estables (comerciales, financieras, políticas) con las familias campesinas.

En un cuarto conjunto de acción se ubicó a los actores que representan el poder (económico, político, cultural) a nivel nacional: instituciones públicas, financieras, partidos políticos y medios de comunicación. Se caracterizó a estos actores por su elevado nivel de poder, su interacción permanente con las familias campesinas y por sus disposiciones tendientes hacia la oposición frente a la territorialidad de la OCMECUC. Destaca en este conjunto el MAG, del que se señaló que si bien tiene una presencia importante en territorio y una asistencia frecuente a las organizaciones, buena parte de sus esfuerzos buscan difundir paquetes externos y agro-tóxicos, en alianza con grandes empresas. Por esta razón, se señaló que el MAG tiende más hacia una disposición opuesta a la soberanía alimentaria, que forma parte de la territorialidad de OCMECUC. Siguiendo este razonamiento, se identificó un quinto conjunto de acción, conformado por agro-empresas privadas, nacionales y transnacionales, opuestas a la territorialidad de la OCMECUC, con posiciones de poder muy elevadas debido a sus recursos económicos, tecnológicos y políticos, con los cuales, tienen fuerte capacidad de influir sobre los varios actores del conjunto que representa el poder nacional.

Figura 2. Sociograma de la OCMECUC.

Fuente: El autor. Investigación colaborativa (2017).

Interioridad

La OCMECUC se compone de tres conjuntos de acción en su interioridad (figura 2). Primero, el conjunto conformado por sus organizaciones de base y lideresas; quienes, si bien fueron caracterizadas con posiciones de poder bajas, se consideró que por la densidad de sus relaciones de horizontalidad, consiguen una mayor influencia combinada a través de la OCMECUC. Un segundo conjunto de actores está conformado por organizaciones con las que mantienen relaciones fraternas (aunque débiles), como las comunas. Un tercer conjunto, está integrado por las familias campesinas del territorio; es decir, por la base social, que fue caracterizada por su disposición ambigua, que resulta de la tensión entre la influencia que ejercen las organizaciones (considerada débil), y la que ejercen los distintos conjuntos de acción que son parte de la exterioridad.

La red de la FEPROCOL

Exterioridad

En el sociograma de FEPROCOL (figura 3), se identificaron cuatro conjuntos de acción externos. En primer lugar, un grupo compuesto principalmente por organizaciones campesinas e indígenas, nacionales y provinciales, consideradas afines y con posiciones de poder entre medias y altas. Se trata de un conjunto con el que FEPROCOL comparte actividades de participación política dentro del movimiento indígena –actualmente debilitado- y formación de líderes en diversos temas (derechos colectivos, agroecología, medicina ancestral, etc.). También ubicaron de forma genérica, a las ONG en este conjunto de actores externos afines. Al momento del taller, FEPROCOL mantenía relaciones débiles con este conjunto de acción. Tampoco mantenían ningún proyecto con ONG.

Esto no fue así siempre. El nacimiento de FEPROCOL tuvo lugar al calor de la intensa dinámica que mantuvo el movimiento indígena ecuatoriano hasta finales de la pasada década. Esta coyuntura permitió que sus promotores canalicen recursos, cooperación y contactos en apoyo a la creación y sostenimiento de FEPROCOL como expresión local del movimiento indígena. No obstante, a partir de 2008, el creciente distanciamiento entre CONAIE y ECUARUNARI, y el Gobierno de Rafael Correa, se tradujo en la cooptación o cierre de instituciones como el Consejo de Desarrollo de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador (CODENPE) (Lalander y Ospina 2011). Del CODENPE, provenía la mayor parte de recursos e información que sostenían el funcionamiento de FEPROCOL (estudios, proyectos, asesoría jurídica, capacitación, etc.), y su cierre significó un duro revés para esta organización, pues cortó la principal arteria que alimentaba su dinámica, debilitando tanto su cohesión interna, como su articulación con los actores de este primer conjunto.

El segundo conjunto de acción corresponde a los gobiernos y autoridades locales de distinta escala (GAD, tenientes políticos, Viceprefectura). Los actores de este grupo tienen distintos niveles de poder, pero comparten una disposición ambigua entre la indiferencia y la oposición. Fueron además, percibidos como agentes que compiten con los cabildos comunales por la autoridad territorial, pese a que algunos comuneros participan en algunos cargos dentro de estas entidades. Destacan en este conjunto de acción, los GAD Municipales, percibidos como actores con elevadas posiciones de poder y disposiciones tendientes hacia la oposición.

Figura 3. Sociograma de la FEPROCOL.

Fuente: El autor. Investigación colaborativa en Alvarado (2016).

La interacción entre las comunas y los GAD Municipales tiene dos facetas: por un lado, una relación asistencialista/clientelar, por medio de la cual los comuneros suelen gestionar servicios (dotación de agua, mantenimiento vial, etc.). Por otro, existe un conflicto de intereses entre ambos actores: a varios municipios les interesa que los campesinos tengan escrituras individuales, a fin de poder recaudar impuestos prediales; pero legalmente las comunas son territorios indivisibles, están prohibidas escrituras particulares dentro de sus territorios, y sus socios están exentos del pago de impuesto predial. No obstante, este tributo constituye una fuente de ingresos importante para los GAD Municipales; así que, mientras más extensa y numerosa es una comuna, significa que menos campesinos deben pagarlo, afectando sus recaudaciones. Se reportaron eventos donde funcionarios municipales animaban a comuneros, a que reclamen la división de sus territorios y la escrituración de sus predios.

El tercer conjunto de acción está conformado por instituciones estatales nacionales. Entre ellas destacan el MAG y entidades adscritas, a quienes se consideró como actores con altos niveles de poder, (por sus recursos económicos y autoridad) y opuestos a la FEPROCOL. La interacción MAG-FEPROCOL es conflictiva y tiene tres facetas. Primeramente, de forma similar que el Comité de Gestión y OCMECUC, en FEPROCOL percibieron que en esta entidad predomina una visión utilitarista de la agricultura, contrapuesta a la territorialidad de la organización.

En segundo lugar, consideraron que el Sistema Nacional de Información y Gestión de Tierras Rurales e Infraestructura Tecnológica (SIGTIERRAS), adscrito al MAG, es “un enemigo que quiere privatizar la tierra de las comunas” (FEPROCOL, taller, mayo de 2015). Esta percepción se debe a que el trabajo de SIGTIERRAS, consistente en generar información geográfica sobre los predios rurales, devela fuertes intereses y presiones sobre las tierras comunales, por ejemplo de posesionarios que siendo o no comuneros, quieren obtener escrituras privadas sobre ellas; o algunos GAD-Municipales con intereses de mejorar su recaudación de impuestos prediales. Así pues, con la presencia de SIGTIERRAS, han aflorado con fuerza diversos conflictos que enfrentan las comunas, exponiendo sus debilidades para asumir la gestión y defensa colectiva del territorio. Por ejemplo, se ha visibilizado que varios cabildos no tienen capacidad para distribuir equitativamente los derechos de usufructo de la tierra entre los comuneros, existiendo incluso abusos de algunos dirigentes, que han aprovechado posición para acaparar tierras a favor suyo, de familiares, o para venderlas a terceros; cuando existen comuneros minifundistas o sin tierra.

La tercera característica es una competencia entre el MAG y FEPROCOL por la influencia sobre las comunas de base y sus dirigencias. Hasta antes de 2005, con la Ley de Comunas (República del Ecuador, 1937, Ley de Organización y Régimen de las Comunas, Codificada al 2004), el MAG tenía la atribución de aprobar las comunas y sus estatutos, y otorgar asesoramiento, financiamiento, y reconocimiento legal a sus cabildos. Se trataba de una relación paternalista que, en la práctica se limitaba a procedimientos burocráticos y toma de posesión de los cabildos. Pero, con el ascenso del movimiento indígena a finales del siglo pasado y la consecuente creación de instituciones como el CODENPE, las comunas adquieren un mayor margen de autonomía del MAG y se potencia un liderazgo interno que estimula la dinámica de la FEPROCOL, que enlaza a las comunas de base con este organismo, en torno a la gestión de diversos temas (derechos colectivos, conflictos de tierras, saberes ancestrales, etc.).

No obstante, con el posterior debilitamiento y desaparición del CODENPE, producto del distanciamiento entre el movimiento indígena y el Gobierno de Correa, FEPROCOL pierde poder de gestión, que se profundiza cuando el gobierno mediante un acuerdo ministerial devuelve el tutelaje de las comunas de base al MAG (Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca 2014). El último conjunto de acción en la exterioridad está conformado por actores económicos y políticos con intereses particulares, considerados opuestos. Entre ellos constan campesinos no comuneros y otros propietarios, con los que las comunas generalmente tienen conflictos; actores político-partidistas; comerciantes; etc.

Interioridad

En la FEPROCOL se identificaron tres conjuntos de acción internos (figura 3). El primero, opera a nivel directivo y está conformado por los dirigentes del consejo de Gobierno y técnicos de apoyo. Durante este estudio, este conjunto vivía un fuerte conflicto entre dos grupos, que se disputaban el control de la FEPROCOL; lo que impedía el normal funcionamiento del Consejo de Gobierno.

Los grupos en conflicto estaban liderados por el presidente de FEPROCOL y el delegado de ECUARUNARI respectivamente. Es decir, por los dirigentes más visibles en la organización. A ellos, se adscribían los demás integrantes del Consejo de Gobierno y algunos técnicos. Ambos líderes competían por obtener reconocimiento, tanto a nivel de interioridad, como en la exterioridad.

En la interioridad, intentaban poner a su favor a los cabildos de las comunas de base. Para ello, apoyándose en su bloque aliado dentro del Consejo de Gobierno, organizaban visitas a las comunas de base y cabildeaban con sus dirigentes u otras personas influyentes en ellas, comprometiendo respaldo a las diligencias de sus cabildos. Para responder a estos compromisos -y ante la actual ausencia del CODENPE-, su estrategia en la exterioridad, consistía en recurrir a eventos organizados por actores considerados afines, y a vínculos clientelares con algunos actores políticos, intentando obtener reconocimiento público y algunos recursos (especialmente apoyo técnico y jurídico). Las disputas caciquiles son parte de la dinámica de FEPROCOL desde sus inicios. La polarización entre grupos dirigenciales, termina resolviéndose en cada congreso de la organización (máxima instancia de autoridad, similar a asamblea general), con la consolidación de uno de los líderes, mientras el otro, deslegitimado, queda proscrito, y su grupo es marginado.

El segundo conjunto de acción corresponde al sub-espacio de las comunas, base social de la FEPROCOL. Se compone de actores individuales y colectivos, con bajas posiciones de poder, y cuyas disposiciones se mueven entre la afinidad e indiferencia. Si bien, la dinámica de las distintas comunas lojanas es diversa y compleja, es posible mencionar algunos aspectos generales relacionados con este trabajo. Las familias comuneras practican una agricultura de subsistencia, articulada a los mercados de forma subordinada a comerciantes urbanos locales (Guamán et al 2010). Sus relaciones de trabajo recíprocas y la propiedad comunitaria de la tierra persisten, pero están en franco retroceso debido a la monetización, la fuerte emigración, el aumento de los precios relativos de la mano de obra (en comparación con los precios de los productos agrícolas), y el cambio de itinerarios técnicos (Alvarado 2016).

Formalmente, en las comunas lojanas, la autoridad máxima es su asamblea general y luego de esta, un cabildo comunal (o consejo de gobierno) electo en la asamblea. Los cargos de representación en el cabildo son mayoritariamente ostentados por hombres que frecuentemente superan los 50 años. La participación de las mujeres es poca y generalmente en el cargo de secretarias. No se observa participación de personas con menos de 30 años. La figura de los cabildos no suele tener mucho poder y no va mucho más allá de su designación formal. En la mayoría de las comunas, el ejercicio del poder y la representación se concentran en el presidente del cabildo, también llamado gobernador o personero.

En la mayor parte de las comunas, existe alta conflictividad interna por la distribución de las tierras. En las comunas con disputas más fuertes, existen grupos que juegan un papel activo a favor de la fragmentación territorial y la escrituración individual de los predios. De hecho, la mayor parte de las comunas están parceladas y fragmentadas. Este es uno de los problemas que más ocupa a los cabildos, dejando otras gestiones inherentes a su territorialidad, relegadas a planos secundarios. Además, existe una identidad ancestral sumamente débil. Consecuencia de todo esto, la cohesión sociocultural es muy frágil y el modo de producción comunitario está muy fracturado.

En este contexto, se identifica un tercer conjunto de actores en la interioridad: comuneros, dirigentes y ex-dirigentes considerados opuestos, por mantener conflictos con los cabildos actuales, o relativos a la distribución de los derechos sobre la tierra. En síntesis, la interioridad de la FEPROCOL se caracteriza porque las disputas caciquiles, la debilidad socio-cultural de las comunas, y la pérdida de apoyo de instituciones como el CODENPE a raíz de la coyuntura política, han puesto a esta organización en una crisis profunda que amenaza su viabilidad.

Discusión

Patrones de interacción en la exterioridad de las organizaciones campesinas

Con el análisis comparativo de los casos estudiados, se identifica la presencia de cuatro tipos de interacciones en la exterioridad de las organizaciones campesinas lojanas. Al primero, lo denominaremos “redes externas de apoyo”. Es un pool de actores diversos compuesto por ONG, organizaciones campesinas-indígenas, universidades, redes de migrantes y/o, entidades públicas nacionales o internacionales, que promueven varios proyectos de sostenibilidad ambiental, desarrollo local o promoción de derechos. Sus interacciones con las organizaciones campesinas locales, pueden contribuir a que estas densifiquen su horizontalidad. En los tres casos, se encontró que es un actor (COMUNIDEC, Ayuda en Acción y CODENPE, respectivamente), el que ejerce el papel de gestor de este conjunto, constituyéndolo en una coalición afín a la territorialidad campesina.

El segundo tipo, que denominaremos “redes externas de dominación”, está conformado por actores extraterritoriales con disposiciones opuestas a las territorialidades campesinas. Si bien en este conjunto, el actor más visible fue el MAG, se trata de una poderosa coalición de entidades públicas y empresas privadas (nacionales y transnacionales), que promueven la modernización capitalista, mediante políticas públicas de difusión de paquetes tecnológicos externos, y la articulación subordinada de los productores al mercado y los complejos agroindustriales.

Un tercer conjunto, que denominaremos “redes locales de dominación”, está constituido por actores locales con intereses económicos o políticos particulares y opuestos a las territorialidades estudiadas (grandes y medianos propietarios, dirigentes políticos, intermediarios, usureros, etc.). Estos, juegan un papel clave en la integración subordinada de las familias campesinas a espacios como los mercados, los gobiernos locales y a las estrategias de desarrollo promovidas por los otros conjuntos de acción, pues establecen relaciones de clientelismo político, intermediación comercial, acaparamiento de recursos (como la tierra o el agua), usura, entre otras interacciones, en diversos ámbitos de la vida campesina. Finalmente, están los gobiernos locales. En este trabajo encontramos que estas entidades comúnmente no cuentan con una agencia propia en relación al tema campesino en general, o a alguna de sus territorialidades en particular. Su (in)disposición, reflejada en los sociogramas, resulta de la tensión entre los demás conjuntos de acción.

Patrones de interacción en la interioridad

En la interioridad de las organizaciones campesinas lojanas, coexisten de forma conflictiva tres tipos de interacciones: liderazgos de tipo caciquil, que pueden articularse a relaciones de horizontalidad, o a relaciones de dominación (patriarcales, clientelares). La persistencia de las disputas caciquiles es una importante característica de las organizaciones campesinas lojanas actuales. Quizás, esto es herencia de la forma ancestral, precolonial, de organización local en señoríos étnicos (Aguirre 2011), que persiste de modo inconsciente incluso en las organizaciones más modernas. Es un interesante tema en el que podrían profundizar futuros estudios.

Mientras tanto, subrayamos la necesidad de abordar los procesos específicos de cada organización, partiendo del análisis del liderazgo caciquil en correspondencia con el funcionamiento de la interioridad, en cada contexto particular (Sánchez-Parga 1984). En otros términos, proponemos un método de análisis orientado a comprender la interacción entre los líderes, las redes de dominación que colonizan la organización y las redes de horizontalidad que construyen contrahegemonía.

Con este razonamiento, en este trabajo encontramos que si la organización cuenta con una horizontalidad débil, los caciques, a fin de sostenerse, pueden favorecer la articulación de la organización con relaciones de dominación provenientes desde la exterioridad (asistencialistas, paternalistas). Así, ocurre la colonización de la interioridad por medio de la cooptación de los caciques y la reproducción de una dinámica “vertical”, que favorece interacciones internas de tipo patriarcal o clientelar. En cambio, si la organización cuenta con redes de horizontalidad saludables, se estimula la evolución hacia liderazgos menos autoritarios. En este sentido, las experiencias de OCMECUC y el Comité de Gestión, en contraste con la de FEPROCOL, enseñan la importancia de potenciar la participación de mujeres y jóvenes como factor que favorece la viabilidad de las organizaciones.

Dinámica de estructuración de las territorialidades campesinas

Las territorialidades campesinas lojanas parten desde un escenario inicial de débil cohesión sociocultural –anteriormente descrito- y cursan un proceso de estructuración que consta de tres momentos. El primero ocurre cuando actores de la exterioridad (sean de las redes de apoyo o de dominación) canalizan hacia el territorio, información y recursos (públicos, privados, de cooperación internacional, etc.), en el marco de sus propias estrategias de desarrollo. Allí, las familias campesinas, en un principio se supeditan a los objetivos de estos agentes, con el fin de acceder a sus recursos.

De esta convergencia, nacen o se re-dinamizan procesos organizativos. No obstante, en esta fase inicial, su dinámica se adscribe a los objetivos trazados por los actores externos. Es decir, que la organización opta por la aceptación de la subalternidad como estrategia de desarrollo. Cuando la relación se entabla con las redes externas de apoyo, los recursos e información que estas proveen, pueden instaurar un entorno favorable a la creación o rehabilitación de relaciones de horizontalidad, sean estas tradicionales de la comunidad, o provenientes de la exterioridad moderna (mingas, intercambios de semillas o saberes, etc.). Como consecuencia, la organización empieza a imprimir una territorialidad específica (de producción agroecológica, defensa del territorio, gestión del agua, finanzas solidarias, etc.).

A partir de estas primeras experiencias, incubadas bajo estrategias de desarrollo externas, la organización empieza a moverse desde la aceptación de la subalternidad hacia la autonomización, iniciando un segundo momento, caracterizado por el conflicto interno; pues la (re)densificación de la horizontalidad da origen a una contradicción entre estas relaciones repotenciadas y aquellas de dominación preexistentes. En otros términos, el estímulo a las redes de horizontalidad, empodera a varias familias campesinas, constituyéndolas en antagonistas, que entablan disputa con aquellas que operan a su favor las redes de dominación. Por ejemplo, se cuestiona el flujo de recursos a través de formas clientelares o el liderazgo emergente de mujeres exige espacios en la dirección del grupo. En ese momento, la territorialidad adquiere un status contra-hegemónico.

Si bien la disputa con la dominación puede abarcar diversos ámbitos en la interioridad, el conflicto suele concentrarse en torno a la distribución de los recursos económicos (dotaciones, insumos, información) que circulan hacia la organización. No obstante, la disputa se resuelve en el ámbito político, al activar una disputa entre dirigentes (caciques) y sus grupos adscritos, por controlar la organización. En consecuencia, la organización se polariza. En parte, de modo inconsciente, uno de los caciques y su grupo, se respalda principalmente en las redes de dominación sometidas a cuestionamiento (por ejemplo, el “grupismo”), defendiendo su conservación; mientras el otro, se decanta por defender las redes de horizontalidad reconstituidas.

El tiempo en que esta tensión se convierte en motor central de la dinámica de la organización, depende de la correlación de fuerzas, pudiendo tardar años en resolverse, o no hacerlo y dividir/atomizar la organización. Un efecto secundario de la resolución, es la marginación o expulsión de los dirigentes que encabezan el grupo desfavorecido en la disputa. No obstante, la resolución parece que nunca es completa, solo pierde centralidad y se desplaza a un estado de latencia.

Posteriormente, la organización llega a un tercer momento; si el conflicto se resuelve a favor de las nuevas interacciones (horizontalidad), el resultado es la reproducción endógena de la territorialidad campesina. Así, las redes de horizontalidad mueven a los campesinos hacia la autonomización. Si en cambio, las redes preexistentes de dominación son más fuertes y el conflicto se resuelve a su favor, estas se reafirman y el proceso organizativo decae con la destrucción de las nuevas formas de interacción, la degeneración progresiva hacia una relación asistencialista entre la organización y los conjuntos de apoyo externos; y consecuentemente, en la apropiación corporativa de sus recursos a favor del grupo adscrito al cacicazgo “conservador” y finalmente, el abandono de la estrategia. Así, las familias campesinas regresan a su estado inicial subalterno.

Organizaciones campesinas y estrategias modernizantes: contradicción entre capital y trabajo

Actualmente, la principal estrategia de los actores de las redes externas de dominación consiste en relacionarse con las familias campesinas, a través de políticas públicas con carácter difusionista y asistencialista; procurándose, bajo un antifaz participativo, la intermediación de las organizaciones y los gobiernos locales, especialmente parroquiales. La combinación entre esta forma de interacción, con las prácticas clientelares de algunos actores económicos o políticos de redes locales de dominación, y algunos caciques y sus grupos en las organizaciones, integran una red de dominación que coloniza las bases de las organizaciones campesinas.

Por su composición, los recursos e información que provienen desde las redes externas y locales de dominación, incentivan la alianza capital/tierra, en detrimento de la relación tierra/trabajo. Es decir, promueven itinerarios y narrativas que inhiben las redes de horizontalidad, destruyendo el tejido social, y atomizando a las familias.3 En consecuencia, las estrategias modernizantes empujan a los campesinos a abandonar sus estrategias sociales y “migrar” hacia prácticas clientelares o asistencialistas como estrategia contingente. Esto explica, que varios proyectos de desarrollo, que ponen excesivo énfasis en la asistencia o transferencia de dotaciones, no logran resultados sostenibles. De hecho, los campesinos generalmente confluyen en ellos, en primera instancia –como lo anotamos anteriormente-, con el fin de obtener recursos para la reproducción de sus unidades familiares, adscribiendo sus organizaciones o comunidades a los objetivos de estos proyectos solo hasta obtenerlos, para luego volver a dispersarse.

En consecuencia, es difícil que las organizaciones campesinas logren un desarrollo autónomo bajo estrategias orientadas a consolidar el carácter capitalista de la producción, como por ejemplo, el Plan Semillas impulsado por el MAG. Por más esfuerzos de fortalecimiento asociativo que realicen, bajo aquella égida, es muy probable que las organizaciones involucradas funcionen de forma precaria, pues las familias no densifican su horizontalidad, dispersándose en sus fincas en cuanto reciben algún beneficio material. En realidad, se trata de una consecuencia lógica advertida por Baudel (2010), pues el objetivo es únicamente, modernizar la producción con fines de acumulación, no las condiciones de vida de los agricultores.

Reflexiones finales

Las territorialidades campesinas que hemos abordado son más que simples prácticas de producción o gestión; son complejos procesos de subjetivación política. En la medida en que las organizaciones densifican su horizontalidad, las familias que participan en ellas cobran conciencia de su condición subalterna, conflictúan con las estructuras y agentes de dominación, y cuestionan la naturaleza de la modernización capitalista. Estas territorialidades son medios para afirmar su autonomía económica, política y su cultura.

No obstante, los éxitos de estas iniciativas se limitan solamente a algunos espacios locales (parroquias, cantones), quedando aún pendiente el desafío de estimular su escalamiento a nivel provincial, en la perspectiva de (re)construir al campesinado lojano como sujeto histórico. A nuestro criterio, esto requiere de un proceso de gestión de redes, que: 1) motive la formación de redes externas de apoyo estables, con estrategias de desarrollo que promuevan intencionalmente el fortalecimiento de la horizontalidad de las organizaciones; 2) estimule la ecología de saberes, entre los actores que conforman las redes externas de apoyo y las organizaciones campesinas lojanas; 3) genere una propuesta productiva, ambiental y socio-política, con énfasis en la revalorización de la agricultura de montaña, cuyos contenidos sean senti-pensados partir de las territorialidades con resultados exitosos, y; 4) gestione la construcción de coaliciones transformadoras (Chiriboga 2010), con el peso específico necesario para disputar el sentido del desarrollo rural a la narrativa hegemónica, y “torcer” las trayectorias territoriales locales, hacia entornos más favorables a los itinerarios, producciones y cultura campesinos.

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Entrevistas, comunicaciones y talleres

EA, facilitador ONG Ayuda en Acción, marzo de 2018.

FEPROCOL, taller, mayo de 2015.

Notas al pie

1 Agradezco a las organizaciones participantes; y a la profesora María Fernanda López, tutora de la tesis de Alvarado (2016), que es la fuente principal del presente trabajo.

2 Con una tasa del 1,2% en el período 2001-2010, Loja es la cuarta provincia con menor crecimiento demográfico en el país. En contraste, es la segunda con mayor crecimiento urbano, con un 10,2% de incremento en el mismo período (Wong 2013).

3 Por ejemplo, la introducción de herbicidas en las chacras, significó un fuerte golpe a la práctica de las mingas (Alvarado y Bustillos 2013).